Sanidad endurece los límites del consumo de bajo riesgo de alcohol
El Ministerio de Sanidad ha reducido los límites del consumo promedio de bajo riesgo de alcohol, que se sitúan ahora en 20 g/día para hombres y 10 g/día para mujeres, asumiendo que cualquier consumo por mínimo que sea «implica riesgo».
«Consumir alcohol por encima de estos límites conlleva una mayor mortalidad en comparación con no beber o beber a un nivel más bajo», subraya Sanidad en un documento presentado este jueves en el webinar ‘Actualización de los límites de consumo de bajo riesgo de alcohol’.
La diferencia entre el consumo en hombres y mujeres se debe a que en estas últimas los efectos inmediatos «ocurren más rápidamente y duran más tiempo que en los hombres después de beber cantidades equivalentes, debido entre otros factores a la diferencia en la composición corporal, el metabolismo y absorción de alcohol, alcanzando mayores concentraciones en sangre que los hombres», explica Sanidad.
Según el Ministerio, estas diferencias también condicionan problemas de salud a largo plazo en las mujeres con más probabilidad de enfermedades hepáticas (con un período comparativamente más corto y nivel de consumo diario más bajo que los hombres), mayor sensibilidad a la toxicidad neuronal y en el músculo cardiaco, entre otros. Además, las mujeres presentan riesgos específicos como el cáncer de mama, infertilidad, así como los problemas relacionados con su consumo durante el embarazo y lactancia. No obstante, los hombres consumen más frecuentemente y en mayor cantidad. Y suponen el 75 por ciento de las muertes atribuibles al alcohol.
La principal conclusión del documento es que «no existe un nivel de consumo seguro». «No consumir es lo único que evita sus efectos perjudiciales», señala el Ministerio. La directora general de Salud Pública, Pilar Aparicio, ha recordado en dicho foro que «el alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España y con menor percepción de riesgo». De hecho, se estima que se producen anualmente más de 15.000 muertes y la edad de inicio de consumo en España es de 14 años.
Dicho documento tiene como objetivo principal proporcionar información revisada a los profesionales sanitarios y a la población sobre los daños que produce esta sustancia, según los niveles y patrones de consumo, basada en la evidencia científica. «Reducir el consumo de alcohol servirá para reducir el número de enfermedades, lesiones y consecuencias sociales con las que se asocia, permitiendo a su vez disminuir la presión asistencial que sufrimos en los últimos meses por la pandemia de COVID-19», ha subrayado Aparicio.
El documento hace hincapié en que recomendar el consumo de bebidas alcohólicas, atribuyéndoles beneficios diferenciados, no está justificado con la evidencia científica disponible. Por lo tanto, ningún profesional de la salud o institución debe recomendar su consumo para mejorar la salud. También indica que no se puede asociar el consumo de alcohol con falsas propiedades protectoras frente al COVID-19.
PROBLEMAS DE SALUD ASOCIADOS
El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España y la que ocupa el cuarto lugar como factor de riesgo de pérdida de salud. En el año 2017, el 91 por ciento de la población de 15 a 64 años declaraba haber consumido bebidas alcohólicas alguna vez en la vida y el 63 por ciento en los últimos 30 días. Esta sustancia contribuye al desarrollo de más de 200 problemas de salud y lesiones incluidas las enfermedades cardiovasculares, hepáticas, neuropsiquiátricas y ciertos tipos de cáncer.
Además, se insiste en que no deben consumir alcohol los menores de 18 años, mujeres embarazadas o que estén en periodo de lactancia, si se va a conducir un vehículo o en otras actividades que requieran concentración o habilidades psicomotrices. Asimismo, se recomienda evitar el consumo o en todo caso consultar con un profesional sanitario de referencia en el caso de consumir medicamentos que interaccionan con el alcohol, personas con problemas de salud mental o historia familiar de dependencia alcohólica.
El documento llama la atención sobre los episodios de consumo intensivo que están siempre desaconsejados ya que son especialmente perjudiciales tanto a nivel individual como social. Otro de los mensajes clave es que la evidencia epidemiológica no muestra que el consumo de vino y de cerveza, como defienden algunas creencias, a pesar de contener sustancias que podrían ser potencialmente beneficiosas para la salud, tenga un efecto protector diferenciado en la reducción del riesgo cardiometabólico o de otro tipo. Por ello, no se deben recomendar.