Bebidas con marihuana y otras drogas presentes en los alimentos cotidianos

La oferta de alimentos y bebidas que se elaboran con marihuana va en aumento, pero no es droga todo lo que se anuncia ni se anuncian todos los alcaloides presentes en los alimentos.

En los últimos años ha aumentado la oferta de alimentos y bebidas que aparentemente se elaboran con marihuana, como cervezas, refrescos, galletas o piruletas. Esto llama la atención porque se trata de un estupefaciente cuya venta está prohibida, aunque no todo lo que parece droga lo es. Sin embargo, la marihuana, la morfina, la nicotina y hasta la cocaína guardan una estrecha relación con muchos alimentos. Y no son las únicas sustancias. Para entenderlo es necesario saber de dónde vienen y qué tienen en común con lo que comemos.

Nuestros ancestros comían lo que tenían a su alcance para poder sobrevivir. Una de las cosas que hacían para lograrlo era cazar, lo cual entrañaba riesgos evidentes. También recolectaban vegetales silvestres, algo que parece engañosamente más seguro, pero no era así. Existen cientos de miles de plantas tóxicas, así que recolectarlas sin conocerlas bien era como jugar a la ruleta rusa.

Pensemos por ejemplo en las setas. El único método que tenían para saber si eran comestibles consistía en probarlas y esperar para observar si se presentaban efectos adversos. En algunos casos podían llegar a morir. En otros, podían enfermar, padecer molestias como mareos, dolores, vómitos o incluso alucinaciones. Imaginemos por un momento lo que pensarían en aquellos tiempos y qué sentido les darían a esos delirios… Es fácil entender por qué las setas alucinógenas y muchos otros vegetales psicoactivos se han utilizado durante milenios en rituales religiosos. También se han empleado con muchos otros fines: lúdicos, estimulantes, etc., que son los que predominan en la actualidad.

En cualquier caso, las drogas siempre han estado rodeadas por un halo de misterio y han sido consideradas un tema tabú, en gran medida por cuestiones morales y, sobre todo, por los efectos adversos que producen sobre la salud y sobre el conjunto de la sociedad. Ese silencio explica en buena parte el enorme desconocimiento que existe en torno a ellas en gran parte de la población. En cierto modo esto llama la atención, porque esos compuestos están ampliamente distribuidos en la naturaleza, hasta el punto que están estrechamente relacionados con muchos de los alimentos que comemos. Veamos de qué estamos hablando.

Alcaloides 100 % naturales

En la actualidad, el reclamo más utilizado en la publicidad de alimentos es, sin duda, el término “natural”. Se nos transmite la idea de que todo lo que procede de la naturaleza, como los árboles y las plantas, es inocuo y saludable. Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, la mayoría de los compuestos tóxicos que se conocen son de origen natural. Pensemos por ejemplo en la cicuta o en las setas tóxicas que acabamos de citar.

Muchos vegetales producen una serie de compuestos a partir de aminoácidos que se conocen genéricamente como alcaloides y que, entre otras cosas, les sirven como forma de protección frente a hongos, insectos y otros animales.

En los seres humanos tienen diferentes efectos fisiológicos. Por ejemplo, algunos son aprovechados por su efecto farmacológico, como la quinina, producida por plantas del género Cinchona, que se utilizó durante años para el tratamiento de la malaria. Por eso se añadía a la tónica que tomaban los soldados británicos en las colonias de Asia y África. Hoy en día esa sustancia se sigue usando como ingrediente en esta bebida, pero en muy bajas dosis y tan solo para aportar su característico sabor amargo.

Otros alcaloides tienen efectos psicoactivos, de modo que pueden resultar estimulantes, euforizantes, alucinógenos, etc., como algunos de los que veremos a continuación.

Todos estos alcaloides pueden ser tóxicos a partir de cierta cantidad. Y es precisamente ahí donde está la clave. La dosis de exposición o de consumo es la que determina su efecto sobre nuestro organismo. Por ejemplo, las semillas de algunas frutas, como las manzanas o los albaricoques, contienen amigdalina, un compuesto que resulta tóxico en bajas concentraciones, ya que se transforma en cianuro cuando masticamos esa parte del vegetal. Ahora bien, una persona adulta tendría que consumir unas 170 semillas de manzana para notar algún síntoma adverso y unas 5.000 para morir. Sin embargo, en las semillas de albaricoque su contenido es más alto, así que si un niño comiera una sola ya podría sufrir efectos adversos (dolor de cabeza, náuseas, nerviosismo, etc.). Por eso se recomienda evitar el consumo de esta parte de la fruta.

En muchos de los alimentos que comemos podemos encontrar diferentes alcaloides. Su presencia puede deberse a que forman parte de su composición de manera natural, a que se han utilizado como ingrediente en su elaboración o, bien, a que proceden de una contaminación fortuita. En cualquiera de los casos, existen medidas y controles para que no supongan un riesgo para la salud, así que no debemos preocuparnos. Veamos algunos ejemplos.

Alimentos y bebidas con marihuana

La oferta de alimentos que aparentemente se elaboran con marihuana, y en cuyos envases se muestran imágenes de la icónica hoja, es cada vez mayor. ¿Cómo es posible, si la venta de marihuana está prohibida? ¿Qué ocurre en estos casos? ¿Ejercen algún efecto psicotrópico?

La cosa tiene truco. En la Unión Europea está autorizado el cultivo de cáñamo (Cannabis sativa) con fines industriales para la obtención de fibra o semillas, siempre que su concentración de tetrahidrocannabinol (THC), que es el alcaloide psicoactivo, no supere el 0,2 %. Las semillas se pueden usar en alimentación porque su consumo es seguro, pero otras partes de la planta contienen otros alcaloides como cannabinol (CBN) o cannabidiol (CBD). A diferencia del THC, el CBD no tiene efectos psicotrópicos, pero puede producir efectos tóxicos (genotoxicidad y toxicidad sobre el aparato reproductor). Por eso no está permitida su presencia en alimentos.

A pesar de ello, este alcaloide se está utilizando como ingrediente en algunos alimentos y suplementos alimenticios, que se promocionan alegando supuestos efectos beneficiosos, lo que ha motivado numerosas retiradas de productos por parte de las autoridades sanitarias. Su creciente presencia en el mercado ha llevado a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) a considerarlo un riesgo emergente en su informe publicado el pasado año 2020.

Morfina y semillas de amapola

En las últimas décadas se ha hecho habitual la comercialización de productos elaborados con semillas de amapola, especialmente en panadería. Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), uno de los problemas que se han observado en este aspecto es que a la hora de venderlos no se hace distinción entre las semillas que proceden de la planta Papaver rhoeas L., Papaveraceae, es decir, amapola, y las semillas de otra planta que es “prima” de esta y que se llama adormidera (Papaver somniferum). Es importante conocer este detalle: la adormidera posee alcaloides opiáceos en la savia, entre los que se encuentran sustancias como la morfina, la codeína, la papaverina, etc.

Estas sustancias no están presentes en las semillas o sus niveles son muy reducidos, pero pueden llegar hasta ellas como consecuencia de los daños causados por algunos insectos o a través de la contaminación con partículas de polvo procedentes de la paja durante la recolección de las plantas. Por eso la AESAN evaluó en el año 2016 la exposición de la población española a la morfina a través del consumo de estas semillas. Concluyó que el consumo está por debajo del que supondría un riesgo apreciable. Pero insistió en la importancia de identificar con claridad estas semillas en el etiquetado para conocer si se trata de amapola o de adormidera.

LSD y el cornezuelo del centeno

Existen infinidad de relatos acerca del cornezuelo del centeno. Se trata de un hongo llamado Claviceps purpurea que crece sobre las espigas de algunas gramíneas y cereales, en especial del centeno, formando estructuras de color oscuro. Este organismo produce diferentes alcaloides entre los que destaca la ergotamina, de la que deriva la dietilamida del ácido lisérgico, es decir, el LSD.

Durante la Edad Media fueron muy frecuentes las intoxicaciones con estas sustancias, sobre todo en países como Francia, debido a la contaminación del centeno que se empleaba para elaborar el pan. El resultado era un cuadro desconcertante: grupos de personas que sufrían alucinaciones y convulsiones, además de otros efectos mucho más graves, como necrosis de los tejidos y gangrena en las extremidades. En definitiva, sufrían ergotismo. Algunos de ellos buscaban remedio divino haciendo el Camino de Santiago, donde se recuperaban debido a que sustituían ese pan de centeno contaminado por pan de trigo libre de alcaloides. En la actualidad no supone un problema porque se controla su presencia en alimentos.

Estramonio en cereales y legumbres

El cornezuelo del centeno no es el único problema de este estilo que podemos encontrar en los campos de cultivo. La belladona, el beleño, la mandrágora y, especialmente, el estramonio son plantas que crecen de forma silvestre en muchas zonas, cerca de plantaciones de cereales, gramíneas y legumbres, como lino, soja, girasol, maíz, alforfón, etc. De este modo pueden contaminar los alimentos y los piensos con los alcaloides que producen, entre los que se hallan la atropina y la escopolamina. Esta última se utiliza en bajas dosis como medicamento, por ejemplo, para controlar el mareo.

Pero su fama se debe a los efectos que produce cuando se consume en dosis más elevadas, como droga de abuso, a veces bajo el nombre de burundanga: adormecimiento, delirios e, incluso, psicosis. En esa forma de consumo se trata de una sustancia muy peligrosa porque a partir de ciertas dosis puede causar convulsiones, arritmias, insuficiencia respiratoria y hasta la muerte. Por eso, como en el caso anterior, se controla la presencia de estas plantas en los campos de cultivo (por ejemplo, con el uso de fitosanitarios) y se analizan los alimentos y los piensos para asegurar su inocuidad.

Cafeína en las bebidas

Sin duda el alcaloide más consumido en todo el mundo a través de los alimentos es la cafeína. Está presente de forma natural en vegetales como el café, el té, el cacao, el mate o el guaraná (junto con otros compuestos relacionados como la teobromina o la teofilina) y también se utiliza como ingrediente en refrescos, sobre todo de cola, y en “bebidas energéticas”.

Su consumo en bajas dosis no tiene efectos perjudiciales, pero a partir de cierta cantidad (más de 400 miligramos en una persona adulta, en torno a cuatro cafés) puede provocar efectos adversos, como nerviosismo, insomnio, taquicardia, dependiendo de factores asociados a cada persona, como la tolerancia y el peso.

El contenido de cafeína en los alimentos depende de muchos factores, como el tipo de producto (café, té, cacao…), la variedad (por ejemplo, la variedad de café robusta tiene más cantidad que la arábica), la forma de preparación (tipo de cafetera, tiempo, temperatura…), la dosis (cantidad que añadimos), etc. Por lo general, se estima que en un café la cantidad de cafeína está en torno a unos 100 miligramos por taza. En un refresco de cola (330 ml) hay unos 35 mg de cafeína, mientras que en una lata de bebida energética (500 ml) hay 160 mg. Por eso en este último caso debe indicar un mensaje de advertencia para los niños y las mujeres embarazadas y lactantes (se recomienda que estas últimas no superen los 200 mg de cafeína al día).

Nicotina en la berenjena

Las plantas que acabamos de comentar (belladona, mandrágora, estramonio y beleño) pertenecen a la familia de las solanáceas. En este grupo también se incluyen algunos vegetales que forman parte de nuestra dieta, como la berenjena, el pepino, el pimiento, la patata y el tomate. Por eso no es de extrañar que produzcan alcaloides. Por ejemplo, si exponemos las patatas a la luz producen un compuesto tóxico llamado solanina, lo que explica que se recomiende almacenarlas en condiciones de oscuridad. Pero el alcaloide que más llama la atención en estos alimentos es, sin duda, la nicotina. En realidad no es tan extraño porque la planta del tabaco también es una solanácea (esto se ve reflejado en un episodio de la serie de televisión Los Simpsons, donde se desarrolla un híbrido de tomate y tabaco llamado “tomacco”).

Si hablamos de alimentos con nicotina, destaca la berenjena, que tiene el contenido más elevado. Esto se advierte por su sabor amargo, otorgado precisamente por esas sustancias nicotinoides. Ahora bien, esto no debe ser motivo de preocupación en absoluto. Las berenjenas son saludables y su consumo no puede compararse ni por asomo al del tabaco, entre otras cosas, porque además de la nicotina hay que tener en cuenta muchos otros aspectos.

Si nos ponemos a comparar, en este vegetal la concentración de nicotina está en torno a 100 nanogramos (0,0001 mg) por cada gramo de berenjena, mientras que en un cigarro hay 2 mg de nicotina por cigarro. Es decir, habría que comer unos 20 kilos de berenjena para obtener la cantidad de nicotina que contiene un cigarro. En definitiva, la cantidad que encontramos en los alimentos es prácticamente insignificante.

Nuez moscada

La nuez moscada es una especia que se obtiene a partir de la semilla de un árbol llamado mirística. Una vez rallada, se utiliza en la elaboración de algunas recetas, como guisos de patatas, carnes, salsas (especialmente bechamel) o curris.

Esta especia contiene un alcaloide llamado miristicina, de modo que cuando la consumimos en grandes cantidades pueden producirse sensaciones alucinógenas, relajantes y también otras como ansiedad, vómitos, dolores generalizados y cuadros psicóticos. Los efectos psicotrópicos pueden durar más de 24 horas y los efectos secundarios pueden prolongarse hasta dos días. Por eso no es popular como droga de abuso. En dosis bajas, es decir, las que tomamos habitualmente cuando hacemos un consumo normal, no supone riesgo para la salud.

También está presente en otros alimentos, como el eneldo o el perejil, aunque en dosis más bajas.

FUENTE: consumer.es

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