Cannabis hasta en la crema… ¿es efectivo el llamado ‘oro verde’?

Se trata del último ‘boom’ cosmético. ¿Por qué en belleza nos gustan tanto los ingredientes exóticos?

Nos dicen cannabis y en nuestra mente se dibuja una nube de humo fragante, un porro y, si se ha fumado alguna vez, el recuerdo de una dicharachera placidez. Lo que viene siendo un colocón, vaya, sin más poesía. Eso, al menos, para la gente que sólo conoce su uso más tradicional y extendido, el recreativo. Aunque, ahora mismo, ya empieza a haber muchos ‘consumidores’ que nunca se han fumado un petardo –peta, chirri, leño, canuto, flai, mai– pero sí se han aplicado cáñamo para estar más guapos, sobre todo para mejorar el estado de su piel. Porque uno de sus activos principales, el CBD, se ha convertido en el último ‘boom’ cosmético y es utilizado tanto por pequeñas marcas como por grandes firmas.

¿A que en los últimos tiempos hemos visto todos cómo la vistosa hojita verde de la marihuana aparece en botes de maquillaje, cremas antiedad, lociones corporales, champús, mascarillas, aceites para masajes y todo tipo de productos? Sí, ha dejado de ser un símbolo de hippies y rastafaris. Hasta a nuestras abuelas les gusta ya el cannabis… aunque sea para el cutis. Y, no, no van a pillar ningún colocón por echarse un contorno de ojos del llamado nuevo ‘oro verde’. ¿Por qué? La marihuana que se fuma es la que tiene cierta cantidad (al menos un 0,2%) de THC, la sustancia que produce efectos psicotrópicos. Cuando no llega a esa concentración, se le suele llamar simplemente ‘hemp’ (en inglés) o cáñamo y estamos hablando de variedades que no tienen usos ‘festivos’, pero sí mucho cannabidiol (CBD), una sustancia legal y que no coloca.

Hidratante y antiinflamatorio

¿Y tiene virtudes para nuestra piel? Veámoslo desde el punto de vista puramente biológico. «Diversas investigaciones demuestran que tiene un efecto cosmético para el cuidado de la piel –explica Julio Rodríguez, biólogo molecular y divulgador científico–. Los estudios clínicos preliminares y de laboratorio sugieren que los cannabinoides tópicos (principalmente cannabidiol o CBD) tienen ácidos grasos que pueden ser beneficiosos para el tratamiento del acné y para el rejuvenecimiento por su efecto hidratante y antiinflamatorio».

Es decir, sí, tiene propiedades beneficiosas, pero como otras muchas especies del reino vegetal. La ventaja del cannabis es que queda sofisticado y conserva aún cierto halo de transgresión. Cuando hablamos de cosmética, todo suma. Todo vende. Julián Conejo-Mir, catedrático de Dermatología y especialista en el hospital sevillano Virgen del Rocío, afirma que el boom del cannabis en cosmética entra dentro de una tendencia «que se inició hace tres o cuatro años, cuando esta industria se fijó en el reino vegetal» por ‘necesidad’. Desde el año 2000, los cosméticos habían empezado a ‘adornarse’ con más aditivos, algunos muy potentes, como el ácido retinoico y la vitamina C, que hoy siguen siendo las sustancias más ‘respetadas’ por dermatólogos debido a sus propiedades –estas bien documentadas– para mejorar la calidad de la piel.

Pero estos activos son potentes –«casi medicamentosos», apunta Conejo-Mir– y causan alergias o irritaciones en algunas pieles sensibles. «Así que la industria cosmética dio un giro hacia aditivos que no le complicasen la vida y miró hacia el reino vegetal y los extractos de plantas: lavanda, azahar, rosa, piña, papaya, algodón… La lista es interminable», enumera el catedrático. Llegamos así hasta el cannabis, que hoy encabeza este ránking. «Tenía mala prensa por todo lo que rodeaba a la droga y su submundo, pero ahora la industria cosmética le ha lavado la cara y ha resaltado su parte buena: que tiene omega 3 y omega 6 y cierto efecto antiinflamatorio… ¡Pero también lo tiene el aceite de borraja!», señala Conejo-Mir, quien subraya que hay que diferenciar entre cosmética (que define como «el arte de adornar, hacer que la piel esté más bonita, suave y brillante») y cosmeceútica (una rama donde ya se explotan sustancias con capacidad biológica para hidratar o hacer crecer fibras de colágeno, por ejemplo). A su juicio, el CBD –mezclado con buenos excipientes, un terreno en el que se ha avanzado mucho– puede ser cosméticamente competente y mejorar el aspecto de la piel en el sentido de que con él se reponen lípidos, «pero a día de hoy no cuenta con un aval científico».

¿Y qué se aplica en la cara él, un reputado dermatólogo con 35 años de experiencia y un currículum brillante? «Agua fresca y protección solar, no tengo tiempo de mucho más», sentencia el catedrático, quien, no obstante, quiere dejar clara una cosa: «A lo largo de mi carrera he podido comprobar que quien tiene el hábito de cuidarse la cara con cremas, y el precio da más o menos igual, tiene la piel mejor». Es decir, no es un detractor de la cosmética. Para nada. «Es una industria que tiene un gran nivel de investigación detrás y que mueve ya más millones que el sector del armamento. Y para mí tiene mucho de magia, de prestidigitación… ¡no de engañar, ojo!». Aunque, bueno, apunta algunas salvedades: «En algunas publicidades han llegado a decir de una crema que ‘es mejor que el sexo’ o que ‘quita las arrugas en siete días’. Y eso ya…»

Veneno de serpiente, oro, caviar, extracto de perlas… Cuánto más raro, ¿mejor?

En cosmética no ocurre como pasa con los medicamentos. Cuando se lanza un producto al mercado, la firma que lo fabrica no necesita presentar su receta real y pormenorizada a un órgano regulador. Sí que se le pide cierta información, pero muy básica. Por tanto, la concentración de algunos de sus aditivos es, muchas veces, ínfima, la justa para cumplir el expediente. Ahí están los cosméticos con ingredientes exóticos como veneno de serpiente, baba de caracol, flores de lugares remotos, caviar, oro, extracto de perlas… «Como mucho, esos productos tendrán algún componente que también está presente en el aditivo que anuncian», indica el catedrático Julián Conejo-Mir. Como mucho, recalca.

Lo cierto es que la industria cosmética tiene que estar reinventándose continuamente, las ventas van en ello. Y, cuanto más ‘raro’ es el reclamo, más sensación de ‘milagro’, que es un poco lo que todos buscamos cuando adquirimos productos para mejorar nuestro aspecto y luchar contra lo imbatible: el paso del tiempo. «Ya los egipcios tenían una industria cosmética maravillosa, espectacular, con aceites de incienso y azahar…», apunta el dermatólogo. Es decir, que los humanos llevamos siglos buscando el elixir de la eterna juventud y la perfección. Aunque sea en las cosas más raras. Por ejemplo, las mujeres japonesas han utilizado tradicionalmente excrementos de ruiseñor en el rostro, ya que contiene guanina, una sustancia que, convertida en mascarilla y mezclada con otros ingredientes, aclara la piel y desinflama.

«En Estados Unidos hay un boom del CBD»

Los productos derivados del cáñamo han tenido que lidiar siempre con la ley por el uso recreativo del cannabis. Pero. a medida que se ha ido extendiendo su empleo para otros fines y que se han cultivado nuevas variedades y aprovechado sus sustancias no psicoactivas, va abriéndose puertas. «En EE UU se usa mucho ya para elaborar fibras, para la construcción, como aislante, en el sector bioenergético…», repasa Joseba del Valle, coordinador de la Fundación Renovatio, que se centra en la divulgación y estudio del cannabis y sus posibilidades. También organiza las algunas de las principales ferias de España centradas en el producto y el Foro Social Internacional del Cannabis, donde expertos de todo el mundo tratan sobre su uso recreativo, medicinal, cosmético… y donde piden cambios en la legislación para regularizar su consumo en todos los campos.

De hecho, en el Hemp Business Day, celebrado hace dos años –la pandemia ha parado las ediciones de 2020 y 2021–, se vio que era un sector en plena expansión. Y ha empezado por Estados Unidos. «Allí, donde también trabajamos, hay 26 estados donde el CBD está regulado para uso medicinal y recreativo (no para ‘colocarse’, pero sí como ansiolítico, vapeado o tomado como comestible). Hay un boom. Y el resto de estados, en la legislatura Biden, van hacia ese camino. El mercado de estos productos ha crecido un 300%. Y todo hace pensar que los cambios también llegarán a Europa», apunta. De momento, para cultivar cáñamo a nivel industrial en España hace falta licencia de Agricultura, pero sólo se pueden obtener fibra o semillas, de donde se saca el aceite para cosmética. Normalmente, se mezcla una pequeña cantidad con otro aceite vegetal, de coco o girasol.

FUENTE: elcorreo.com

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