EL ALCOHOL DESCEREBRA A LOS MÁS JÓVENES
Fuente: www.elcorreo.com
El alcohol destroza el cerebro. En especial a los jóvenes, a quienes les provoca daños irreversibles, que afectan a su inteligencia, a su capacidad para pensar y, como consecuencia, también, a sus estudios. «Les descerebra. Neuronas que tenían que formarse dejan de hacerlo, se pierden conexiones neuronales y muchas zonas en formación resultan tan dañadas que ni siquiera llegarán a madurar», describe el neuropsiquiatra Javier Aizpiri, del Instituto Burmuin, que lleva toda una vida profesional dedicado a la lucha contra el alcoholismo y otras toxicomanías. «Estamos ante un auténtico drama, que nada tiene que ver con el poteo o txikiteo de los jóvenes de hace 25 años. Esto –advierte el especialista– es algo mucho más grave. Por primera vez tenemos un joven al que no le hace falta trabajar para disponer de dinero suficiente como para drogarse o consumir alcohol en grandes cantidades».
Más del 15% de los chavales menores de 20 años reconoce que, al menos, una vez al mes se pega un atracón de bebidas alcohólicas. Se sienta con sus amigos y, a menudo sin probar bocado o lo mínimo, beben y beben hasta la embriaguez en un país donde la venta de alcohol está prohibida para los menores de 18 años. Ante esta situación, que lejos de aminorarse, crece año a año, la ministra de Sanidad, Ana Mato, anunció el pasado lunes la promulgación de una nueva ley para la ‘Prevención de Consumo de Bebidas Alcoholicas en Menores de Edad y de Sus Efectos’, que evite que los menores beban antes de la mayoría edad. Es decir, que haga cumplir lo que la ley ya establece en la actualidad.
En España, los menores de 18 no pueden comprar alcohol, pero para entonces ya llevan cinco años tomándolo. La edad media en que los niños y adolescentes se inician en su consumo es de 13,7 años. A los 16, ocho de cada diez ya están habituados a la toma de bebidas alcohólicas. Y lo peor, la mitad de la población más joven, está tan convencida del bajo riesgo de su hábito que considera que tomarse cinco o seis copas un fin de semana no tiene consecuencias. Pero sí las tiene.
La parte más animal del ser humano
El cerebro, segun explica el médico del Instituto Burmuin, madura lentamente y no llega hasta su máximo desarrollo hasta que el individuo tiene 21 o 22 años. Al de un adolescente, un manojo de hormonas convencido de su inmortalidad, no sólo le falta madurar desde el punto de vista psíquico, sino también orgánico. El problema no es que sus capacidades de raciocinio y control de las emociones estén aún construyéndose, sino que el principal órgano de su sistema nervioso central se encuentra todavía en formación. Infinidad de redes neuronales están por tejerse cuando uno vive en la agridulce felicidad de la adolescencia.
¿Qué ocurre cuándo se bebe alcohol en exceso? El alcohol, según detalla Aizpiri, es una sustancia «muy pequeñita que llega muy rápidamente y con mucha facilidad al cerebro». Tiene capacidad para atravesar todas las barreras que se encuentra en su camino y pegarse a los ácidos grasos que recubren la membrana del cerebro, los fosfolípidos. De esta manera, impide la comunicación entre las neuronas, que son las células básicas del sistema nervioso. La primera consecuencia del ataque es el bloqueo del lóbulo frontal, la parte del cerebro que madura más lentamente y donde residen los sentimientos, la inteligencia, el amor, el cariño, el compromiso y, en definitiva, las vivencias afectivas y emocionales.
Al dormirse el lóbulo frontal no sólo se impide su desarrollo, sino que se libera además el lóbulo temporal, donde se hallan «las zonas más antiguas del sistema cerebral». Se despierta la parte más animal del ser humano, la que le une con los instintos más básicos de la naturaleza. «Es como si se quitara el freno de mano a nuestra conducta social, a los códigos morales aprendidos», detalla el experto. «No pasa nada si se bebe una vez o dos veces. Todos lo hemos hecho en alguna ocasión. Pero si un joven bebe de manera continuada, lo que está haciendo es bloquear el lóbulo central, impedir el nacimiento de nuevas células y perder capacidad de que se forme nuevo cerebro».
Una generación perdida
La fundación vasca Edex, dedicada entre otros objetivos a la lucha contra la drogadicción, invitó el pasado diciembre a instituciones públicas y privadas y expertos en salud a un encuentro monográfico sobre adolescencia y alcohol, con el fin de dibujar un mapa de la situación. Las conclusiones de aquella jornada se acaban de publicar, recogidas en un decálogo, que define el camino pendiente de recorrer.
Las diferentes propuestas contenidas en el documento –que se puede leer en su integridad pinchando aquí– se resumen en una idea: Tan necesario como conocer mejor las causas que llevan a los jóvenes a beber desaforadamente, es que las instituciones públicas y las familias, cada uno desde su ámbito de actuación, se impliquen decididamente en la lucha contra el alcohol. Los programas que se lleven a cabo deben lograr, además, y esto es importante, la complicidad de los adolescentes, de quienes se dice que es necesario «conocer lo que piensan, lo que sienten».
La ministra de Sanidad, Ana Mato, ha anunciado su intención de regular el asunto por ley. ¿Cómo lo hará? A su predecesora Elena Salgado, el intento le costó el cargo. Contaba con el apoyo de las asociaciones de médicos y las de padres, pero no tuvo en cuenta el rechazo que podía generar la inclusión en su Ley del Alcohol del vino en un país de enraizada tradición vitícola. «El problema –recuerda Javier Aizpiri– es que tenemos un consumo excesivo y masivo de alcohol a una edad muy temprana, entre los 13 y los 17 años, un momento de la vida en que el cuerpo está indefenso y el cerebro también. Si se destroza tanto material cognitivo, ¿qué sociedad nos espera dentro de 20 años? ¿Será realmente competitiva?», se pregunta el experto. Tiene una respuesta: «Hay que prevenir destrozos».