¿Por qué engorda tanto el alcohol?

Un vaso de sangría tiene tantas calorías como tres churros, aunque los kilos de más son la consecuencia menos grave de la ingesta alcohólica

En las dietas, uno de los ‘fijos’ que se caen del menú suele ser el pan, otro es el alcohol. Tenemos, sin embargo, la sensación de que la copa de vino no engorda igual que el bocadillo. Y es cierto, engorda más: 140 calorías frente a las 125 de media barra de pan (sin embutido, claro), tantas como un cruasán grande. El alcohol aporta siete calorías por gramo, así que una cerveza con limón tiene tantas como una pata de cordero; si es sin limón, la equivalencia son dos cucharadas de aceite, y tres churros si nos tomamos un vaso de sangría. Pero ¿no era saludable tomar una caña al día? «Es cierto que la cerveza aporta nutrientes, pero la cantidad es tan pequeña que necesitaríamos beber grandes cantidades para que su aporte jugara algún papel en nuestra alimentación. Para obtener la cantidad diaria recomendada de ácido fólico, necesitaríamos tomar más de tres litros de cerveza al día, y casi cinco litros y medio si nos referimos al potasio. Y, obviamente, jamás recomendaría el consumo de alcohol», explica gráficamente Luis A. Zamora, dietista y miembro fundador de la Sociedad Española de Dietética y Nutrición.

Alcohol y sobrepeso van de la mano, claro que el aporte calórico es el menor de los males derivados de la ingesta abusiva. «Es un tóxico para el cerebro, el corazón y el hígado, tiene una relación muy directa con el cáncer y provoca una adicción muy fuerte, tanto como la heroína», advierte José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón. La Organización Mundial de la Salud advierte de que «es un factor causal en más de doscientas enfermedades y trastornos», al margen de consecuencias económicas y sociales.

«Cuando se deja de beber la mente está más despejada, se saborean mejor los alimentos, tal vez se engorde un poco pero mejora la capacidad de hacer ejercicio físico. Desaparece ese cansancio, las palpitaciones en el pecho, la hinchazón de los tobillos…» Juan Luis Palma (Fundación Española del Corazón)

Así que puede parecer casi una frivolidad enfocarlo desde el punto de vista de los kilos de más. ¿O no tanto? Una de las causas implicadas en el sobrepeso, que afecta al 39% de las personas adultas, según los últimos datos recogidos por la OMS, es precisamente la ingesta de alcohol. Así que, si sirve «como reclamo» para moderar su consumo –mejor eliminar, coinciden todos los especialistas consultados–, bienvenido. Pero ¿cómo es posible que engorde tanto el alcohol?

«Las antocianinas del vino también están en fresas, uvas, ajo…»

Una copa de vino al día es saludable. Se escucha cada vez menos. Menos aún en las consultas. «Eso se ha sustentado en que el vino contiene antocianinas, que realmente son interesantes para el sistema cardiovascular, pero también las encontramos en fresas, frambuesas, moras, granadas, rábanos, zanahorias, remolacha, ajo, uvas, ciruelas, manzanas, berenjenas, cerezas, grosellas…», enumera el dietista Álvaro Vargas. Y pone en números el argumento: «Para que te hagas una idea, la cantidad de polifenoles, entre ellos antocianinas, que contiene una copa de 165 mililitros de vino la encontramos en 24 gramos de nueces o en 25 gramos de chocolate negro o en 80 gramos de arándanos o en una manzana. Así pues, ¿por qué recomendar alcohol? Es como si, para obtener calcio, se aconsejara comer un bollo. ¿Tiene calcio? Sí, porque lleva leche. ¿Es saludable? No, puesto que lleva una cantidad exagerada de azúcares».

Lo explica Judit Soto, médica residente en el Hospital Parc Tauli de Sabadell y divulgadora médico-científica. «Solo aporta etanol, lo que nos da esa ‘energía’, pero no aporta nutrientes. Una fruta tiene azúcar, sí, pero también agua, vitaminas, minerales… En el caso del alcohol son calorías vacías que no sacian».

– De ahí que podamos beber grandes cantidades sin ‘llenarnos’, ¿no?

– Pese a aportar muchísimas calorías, el alcohol ocupa poco volumen. Es como si esas calorías estuviesen ‘apiñadas’ y llegar a 250, por ejemplo, es fácil. Sin embargo, para llegar a esas mismas 250 calorías comiendo solo sandía, por ejemplo, tendríamos que comer media sandía o más. Nos resultaría difícil, ya que, al tratarse de un alimento que aporta fibra, agua…, nos sentiríamos llenos.

Con el alcohol no, porque «tal cual entra, sale». «Un alimento puede estar veinticuatro horas o más en el cuerpo, pero el alcohol pasa muy rápidamente. Inhibe la hormona antidiurética encargada de retener líquido en nuestro cuerpo para no deshidratarnos. Por eso vamos tantas veces al baño cuando bebemos. Y por eso nos duele la cabeza al día siguiente, porque nos deshidrata», ahonda la doctora Soto.

– Si el alcohol se expulsa con la orina tan rápidamente, ¿por qué engorda tanto?

– Porque meas el líquido, pero el cuerpo retiene las calorías. Pasa igual que con el azúcar de un refresco, por ejemplo. Ese azúcar se absorbe tan rápidamente que el páncreas no tiene tiempo de responder bien. Cuando tomamos alcohol, le entra tanta energía a las células de golpe que no les da tiempo a gastarla y la almacenan en forma de grasa. Volviendo al ejemplo de la fruta: aunque tenga azúcar, al aportar también agua y fibra se absorbe más lentamente y las células van quemando poco a poco esa glucosa.

Lo que explica que sea más fácil tomarse cinco vinos seguidos que comer cinco manzanas. De igual manera que podemos comer dos bollos de chocolate uno tras otro pero no dos platos de arroz integral: «Con el arroz o las lentejas lo que haces es darle al cuerpo suficiente combustible para que lo vaya gastando sin acumular y, a la vez, te sientes saciado. El estómago está más rato trabajando y es como si dijera: ‘No metas más comida, que aún tengo tarea’. Mientras que, en el caso de los bollos, se mastican mucho más fácilmente que el arroz y, aunque te llenes momentáneamente, enseguida lo tienes en los pies y te entra el hambre», explica gráficamente la especialista.

‘Holiday heart’ o ese cansancio que uno trae de las vacaciones

Hay personas que vuelven de las vacaciones «cansadas, con síntomas de insuficiencia cardiaca, dificultades respiratorias, tobillos hinchados…». Demasiado para ser una ‘depre’ postvacacional. «Se le conoce como el síndrome del ‘holiday heart’ (corazón festivo) y se refiere a la alta ingesta de alcohol durante el periodo vacacional, que se traduce en esa sintomatología posterior», alerta José Luis Palma (Sociedad Española del Corazón). Algo parecido a lo que le sucede al bebedor de fin de semana, que pasa de la abstinencia entre semana a tomarse diez o doce cervezas en una sola tarde. «Lo mejor es no consumir nada de alcohol. Pero, si se va a hacer, hágase a poquitos, porque el cuerpo no está preparado para metabolizar una botella de vino o diez cervezas de golpe».

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