LA GUARIDA DE LOS MÚSICOS EN BERANGO
Fuente: www.deia.com
Estábamos todo el día ensayando en chamizos, en tugurios subterráneos que huelen a todo, que no tenían baños… Yo tenía el sueño de tener un local donde pudiera tomarme una cerveza a gusto e ir al baño tranquilo, sin tener que ir a un bar y tener que pedir permiso para ir al servicio. Quería hacer algo digno para los músicos, no el típico tugurio donde estábamos acostumbrados a ensayar". De aquella inquietud, de aquellas ganas, de aquella necesidad de Iván Corcuera nació GrabaSonic. El espacio en el que los músicos tienen su lugar: para tocar, para grabar, para charlar… Unos mil metros cuadrados en una nave de Berango para dar la nota como es debido, para "ofrecer todos los servicios que pueda necesitar un músico para desarrollar su afición o su pasión", comenta Corcuera, un biólogo que decidió olvidarse del microscopio para agarrar con fuerza las baquetas de la batería y meterse, además, en el proyecto de habilitar un lugar de ensayo para los músicos como realmente se merecían. De eso hace ya diez años.
"A ver por dónde empiezo…", sonríe. Y es que no es fácil explicar cómo un licenciado en Biología que estaba preparando el doctorado optó por dar un giro radical a su vida: salir del mar y zambullirse de lleno en la música. "Hace diez años yo estaba haciendo mi tesis sobre algas. Era buceador y era algo que me gustaba mucho, pero llegó un momento en el que me di cuenta de que me gustaba más la música. Y además, pensaba que iba a ser doctor en Biología y luego iba a ir al paro; me parecía que iba a ser difícil encontrar trabajo de eso. Con 24 años pensé que tenía que intentar algo que realmente me gustaba: la música", describe Iván.
EL NACIMIENTO. Así comenzó a fraguarse el proyecto GrabaSonic. "Empecé a pensar en que podía montar algo como un pequeño estudio de grabación, con algún local para poder pagar la renta con ello y luego poder grabar algo, que es lo que más me gustaba. Así que empecé a mirar cosas y encontré esta nave; cogí media nave, luego la otra media… pasé de cuatro locales a poner diez, pensé en montar también un txoko, luego una escuela… y al final ha ido creciendo y creciendo. Empiezas con un sueño y al final se hace realidad", reflexiona Corcuera.
Iván, miembro del grupo El Reno Renardo y antes de Valhalla, cambió de registro y él solo se sumergió en la aventura de dar vida a GrabaSonic. Hoy, una década después, puede decir que no se arrepiente para nada.
El recinto de Berango abarca unos mil metros cuadrados y tiene 22 locales de ensayo -con acceso a ellos las 24 horas- un estudio de grabación, un txoko y una escuela de música moderna. "También hacemos gestiones de fabricación de algunos cedés, asesoría para grupos o gente que viene a preguntar cosas relacionadas con el mundo de la música, cómo funciona SGAE, por ejemplo, porque son muchos años de experiencia", apunta el gerente de GrabaSonic. Actualmente, más de sesenta grupos musicales ensayan con asiduidad en este espacio berangarra, por lo que en estos diez años cientos de músicos han sonado entre sus paredes. "Tenemos locales que se alquilan mensualmente y otros por horas, que vienen equipados con la batería, el equipo de voces, los amplificadores de las guitarras, del bajo, el micro y demás", señala Iván.
TODO EL PROCESO. De esta manera, GrabaSonic da la oportunidad de que las diferentes etapas por las que los grupos musicales atraviesan puedan ser desarrolladas allí: la creación, desarrollo como grupo, madurez del mismo, posibilidad de tocar en directo y de grabar en estudio para formalizarse más profesionalmente. Con esta idea, el local cubre una gran demanda existente en Bizkaia.
Iván tuvo claro desde el principio que su proyecto tenía que desarrollarse en Uribe Kosta. "Yo soy de Leioa y quería montar esto por la comarca porque esta zona es muy rica musicalmente y, además, no había nada de este estilo por aquí. Existía Mister Jam, que es una escuela más que nada. Y luego Tío Pete es un estudio de grabación exclusivamente. Así que es distinto a GrabaSonic. Yo quería un sitio en el que los músicos tuvieran su sitio", puntualiza. Después, con una pretensión similar, nacieron unos locales en Ortuella para atender las necesidades musicales de los grupos de Ezkerraldea. Pero, por lo demás, en el territorio no hay recintos de las características de Grabasonic.
Pero, por encima de todo, la intención de Corcuera siempre fue que su proyecto se convirtiera en un nexo de unión entre músicos, un lugar en el que compartir opiniones y experiencias unos con otros. Nada de que cada local de ensayo fuera un departamento estanco. "Lo que tenía en mente siempre era fomentar una hermandad entre los grupos. Para mí lo bonito no es el grupo que ensaya, toca, graba y se acabó, sino los grupos que comparten, que se puedan hacer jam sessions, que toca el batería de un grupo con el guitarrista de otro, que los grupos hablen entre sí, que todos se tomen cervezas juntos y charlen. Así es todo más enriquecedor: hablar con gente que tiene la misma tara que tú", valora el gerente del recinto. "Mi sueño es que todo esto fuera como una familia", destaca. De ahí la importancia de que uno de los rincones de la nave berangarra estuviera dedicado a poner una barra de bar. Porque las charlas con una cerveza en la mano dan más de sí.
Con el paso de los calendarios, Corcuera ha alcanzado su objetivo, ya que la atmósfera familiar es la que prospera allí. Por eso, además, de vez en cuando, se llegan a hacer pequeñas fiestas o algún tipo de presentación que ayudan a reforzar aún más esos lazos.
DUROS INICIOS. Para ir construyendo sus deseos, Corcuera tuvo que tirar de esfuerzo, de dinero y de sacrificio de horas de sueño. "Fueron muchos años sin dormir, dándole vueltas a lo uno y a lo otro… Los primeros años fueron muy duros. Era venir aquí a las ocho de la mañana y largarte a las dos de la madrugada. Era meter muchas horas para dejar todo bien después de las obras y luego también teníamos que hacer publicidad para que los grupos supieran que aquí tenían un sitio donde poder ensayar", recuerda el gerente. Pero pronto, la maquinaria empezó a funcionar y el sitio se fue haciendo conocido para las bandas de la zona y también para aquellas de otros municipios más lejanos.
Entre los grupos que han dejado o dejan huella en GrabaSonic se encuentran, además de El Reno Renardo, We Are Standard, Nodrama, Rise to Fall o Manifa. También ha pasado por Berango gente que necesitaba preparar temas para presentarse a un concurso como Operación Triunfo, según desvela Iván.
"En el estudio se han grabado 140 proyectos, unos igual son solo de tres temas, otros de diez, pero el balance es muy positivo", considera el gerente de GrabaSonic. El estudio ofrece la posibilidad de grabar en plataforma digital, que permite acceder a avanzadas prestaciones y ofrece una mayor flexibilidad a la hora de trabajar en el tratamiento del audio. "Antes para grabar un disco tenías que estar cinco años preparando todo. Costaba un dineral. Ahora aquí grabas una demo por 350 euros, y mejor de lo que te podía haber salido hace quince años por 4.000. Con la tecnología es todo más fácil", detalla el Corcuera. Es la parte buena de la nueva era. Porque en su década de recorrido, GrabaSonic ha podido sentir todos los cambios que ha experimentado el universo musical, incluyendo, por supuesto, al más revolucionario: internet. Iván reconoce que el horizonte de la música es uno de los temas que sale habitualmente en las conversaciones con sus compañeros de profesión. "No sabemos muy bien hacia dónde va. Antes todo era más romántico, había colas para comprar discos. Las cosas tenían mucho valor. Ibas a casa de un amigo que tenía discos y te los grababas. Ahora todo se ha depreciado. Todo es gratis, ya sea por piratería o porque muchos grupos te ofrecen la posibilidad de descargarte la música. En cierta manera, parece que lo que no cuesta, no vale", opina Corcuera.
También GrabaSonic ha tenido que atravesar, como el resto de la población, esta crisis financiera que se empeña en perpetuarse en el tiempo. "Todos la estamos notando, pero podemos decir que afortunadamente no de manera especial", afirma Iván.
Ahora, en el edificio de Berango están tres personas trabajando, además de los seis profesores de música que imparten clases de batería, guitarra, bajo y canto. Y en el futuro quizás haya algún tipo de cambio. "Le he dado vueltas y hago mis cábalas sobre la posibilidad de abarcar más. Creo que seguiremos en esta dirección y si surge algo, ya se verá. A mí me gustaría hacer algo como un tipo de asociación, algo para unificar, para dar forma, para disfrutar en compañía, para tener más oportunidades. Que alguien pueda ir a tocar a Barcelona porque conocemos a alguien allí y que luego ellos vengan aquí", se plantea Iván. De momento, su primera década de andadura ha servido para avanzar mucho camino.