LOS JÓVENES QUIEREN SONREIR, SER FELICES
Fuente: www.deia.comSON felices los jóvenes? Si atendiéramos a los medios de comunicación social, a lo que cuentan de los jóvenes y a los jóvenes que sacan para que cuenten sus desgracias, diríamos que no. Ser joven hoy sería una desgracia total. No se encuentra trabajo, el que se encuentra es temporal y mal pagado, muchos jóvenes tiene que irse de España rememorando la emigración de sus abuelos en los años 50 y 60 buscando trabajo.
He escrito sobre este tema muchas veces pero, para escribir estas líneas, he vuelto al dato actualizado en su fuente: la EPA del INE (La Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística). Consultada estos días pasados, la población juvenil española, de ambos sexos, en edades comprendidas entre los 16 y los 24 años, ambos comprendidos, el año 2013 era, redondeada, de 4.412.000 personas. El número de parados en esas edades era de 951.100, esto es, el 23,12%. Ese es el porcentaje de parados sobre el conjunto de jóvenes. Si excluimos los inactivos (normalmente en esa edad porque están estudiado, luego calculando los porcentajes sobre los activos llegamos al escalofriante porcentaje del 55,5% de jóvenes activos en paro en España (entre los 16 y los 24 años) el año 2013. Considerando el conjunto poblacional, algo menos de uno de cada cuatro jóvenes estaría en paro. Si nos limitamos (como debe hacerse) a los activos, estamos en más de la mitad de los jóvenes en paro.
En la Comunidad Autónoma del País Vasco y en Navarra las cosas están algo mejor pero no es para tirar cohetes. En la CAPV, sobre el total de jóvenes el porcentaje de parados es del 12,3%. Pero si lo calculamos sobre los activos la cifra sube al 43,9%. En Navarra están un poco peor: 16,3% es el porcentaje de parados sobre el conjunto juvenil y sube hasta el 48,1% si lo calculamos sobre los activos. Hay que tener en cuenta también, en la comparación con España, que tanto en la CAV como en Navarra los ocupados y los inactivos (generalmente estudiando) son más. En todo caso, estamos ante una realidad preocupante.
Un dato que no se pregona Pero hay otro dato muy importante y que, rara vez se pregona. En el trabajo Jóvenes y valores 2014 (que presentamos el 2 de septiembre pasado y que pueden consultar integra y gratuitamente en la web de la FAD) los jóvenes, cuando se les pregunta, se sienten felices. Felices consigo mismos, con sus amigos y con sus familias.
La pregunta es límpida. Dice así: “Dinos, por favor, en una escala de 1 a 10, en la que 1 es nada y 10 muchísimo, si estás satisfecho con la relación que tienes con tus padres, con tus amigos actuales y con tu vida en general”. Estas son las respuestas medias que dan los jóvenes: Con los padres, 8,44; mismo valor con los amigos y con su vida en general, 8,10. En todos los casos, notable alto.
El tamaño de la muestra de la investigación española no permite segmentar datos por comunidades autónomas. Luego nada puedo decir, a tenor de la encuesta de ámbito español, de los jóvenes vascos. Pero en Euskadi se realizan regularmente magníficos trabajos sobre la juventud vasca que no son suficientemente explotados y que, para el gran público, son desconocidos. Así el Gobierno vasco lleva publicados 17 Retratos de Juventud. El ultimo, este mismo año 2014 con trabajo de campo de 2013. Lo he consultado. Está en internet, íntegro, gratis y de fácil acceso. Pues bien, según ese estudio, el 90% de los jóvenes vascos en edades comprendidas entre los 15 y los 25 años de edad, se dicen “muy” o “bastante” felices. La comparación con el estudio español, siendo la pregunta algo diferente (y las edades consideradas algo diferentes también) no puede hacerse, con todo rigor, estadísticamente hablando. Pero la conclusión es obvia, evidente y cierta: la inmensa mayoría de los jóvenes vascos, como la inmensa mayoría de los jóvenes españoles, se dicen felices. De notable alto. Lo que no quiere decir que no tengan mil y una dificultades (la falta de trabajo la mayor). Ni que no haya jóvenes que lo pasan mal y no se sientan felices: “No muy felices”, el 9 % de los jóvenes vascos. “Nada felices”, el 1%. Jóvenes que requieren atención. Pero la gran mayoría se sienten felices… o quieren ser felices. No aceptan no ser felices.
Una reflexión juvenil Lean a continuación, por favor, como final y conclusión de este artículo un resumen de la reflexión de Hugo de Gentille, estudiante de un centro de emprendedores de Lyon (EMLyon).
Hugo participó con otros cien estudiantes, en edades comprendidas entre los 18 y los 28 años, seleccionados por un Círculo de Economía francés, en un encuentro para responder, en 15.000 caracteres máximo, a esta cuestión: “Inventar 2020: la palabra a los estudiantes”. Está en el suplemento de Le Monde (07/07/13). De Gentille comienza así: “En qué mundo quisiéramos vivir en 2020? Sin la menor duda, todos diríamos: en un mundo más comprensible, menos cerrado, más sonriente. Sí, más sonriente. Somos unánimes: el comandante del barco ha perdido la finalidad de nuestro viaje. ¿El crecimiento? No, en absoluto, sino el bienestar (le bonheur). ¿Quién manda en el barco? ¿Quién lleva las riendas? No tenemos ni idea (….) Pero no comprendemos la finalidad del trabajo que se nos propone (…)”.
“¿Buscar el crecimiento? Sí, y solamente sí si tiene un impacto positivo sobre nuestra calidad de vida. No queremos perder de vista lo que realmente nos hace más felices o, por el contrario, desgraciados (…) Pensamos que las actuales prioridades están mal jerarquizadas. Somos conscientes de haber alcanzado la cumbre de la pirámide de Maslow. Pero estamos cansados de dar vueltas sobre nosotros mismos en la cúspide de la pirámide. Estamos encerrados en ella, bloqueados. Al menor patinazo nos imaginamos caer rodando a trompicones todos los escalones al mismo tiempo: empleo, dinero, coche, domicilio, hasta la familia a veces. La exclusión acecha. En consecuencia, nos sentimos condenados a vivir a toda velocidad contra nuestro deseo. Sentimos el viento del cañonazo y comprendemos que, en nuestra sociedad, no hay medias medidas y que hay que correr con todas nuestras fuerzas.
Estamos desconcertados cuando nos encontramos con jóvenes sonrientes, que provienen de países en desarrollo, como nunca nosotros hemos sonreído en nuestra vida. Aún a riesgo de parecer primarios, nosotros queremos sonreír. Nosotros ¡queremos ser felices! ¡Queremos una economía del bienestar y no solamente una economía del crecimiento! Queremos un modelo duradero para sentirnos en seguridad. Desde nuestro punto de vista todo esto es irracional: el trabajo para el crecimiento, el crecimiento al infinito, la competitividad con los ojos cerrados. ¡No! ¡Crecimiento y bienestar, definitivamente, no son sinónimos! Soñamos con escapar de todo esto pues nos sentimos todo menos libres. En Bangladesh, en Gabón, no encontraremos el confort al que estamos habituados, pero trabajar en una ONG y ver sus sonrisas reconforta tanto nuestro corazón que abandonamos voluntariamente todos nuestros bienes materiales”.
¿Se anima alguien en Euskadi a organizar, con jóvenes vascos, un encuentro como el de Lyon?