NO FUMAR Y ESTAR CONTENTOS
Escribo esta columna en una semana en que en la que el lunes conocíamos que el Ayuntamiento de Girona multará a los adolescentes que fumen en la calle y, el viernes, los diarios nos hacen saber que la consejera Rigau invita al profesorado a mostrarse contento ante su alumnado, a pesar de los recortes y las condiciones educativas precarias. Así que vuelvo a escribir sobre ética, moralismos, hipocresías y pragmatismos.
En Girona todo parece girar alrededor del viejo y melifluo concepto de civismo, adornado ahora de civilidad. No, pero, de ciudadanía. No acabo de encontrar por qué al alcalde le molesta menos el señor gordo que fuma un farias en la terracita que la adolescente apoyada en el muro del Onyar jugando a señorita fumadora. Tampoco sé qué instrucciones dará a la Guardia Urbana para gestionar la dinámica de un grupo joven que habla e intenta ser feliz en un rincón del parque mientras comparten lo que fuman. No sé cuál será el manual familiar que distribuirá para saber los argumentos que deben utilizar los padres fumadores cuando llegue a casa la multa de 300 €.
Menos lecciones
Que gobiernen como quieran, pero que no utilicen ejemplos moralizantes como el de "menores" fumando en público para hacer pasar "moralejas" de la conducta pública que ocultan importantes vicios de los que pueden tener privacidad. Con los adolescentes ya trabajamos para que no tengan interés para fumar, ya intentamos que entiendan que lo que la norma persigue es conseguir que tarden el mayor tiempo posible en hacerlo. Pero si algo buscamos es evitar que piensen que perseguimos sus formas de ser adolescentes, de diferenciarse de nosotros. En la escuela no dejan que fumen porque no es ni el lugar ni el momento y por eso ninguna de las personas que está presente lo hace. Si van al bar y quieren fumar deben hacerlo fuera, como todos. Para disuadirlos de ello, intentamos que no se reflejen en los que tienen que salir continuamente a fumar.
Las autoridades deberían darse cuenta de que, si por fumar se esconden o pasan de autoridades y lo hacen de manera ostentosa, lo que habremos conseguido es que una parte significativa más de su mundo quede lejos del nuestro y fumar cobre una nueva importancia. Pero como los valores fuertes que ahora dominan la enseñanza incluyen la hipocresía, es necesario que en la escuela o la escena pública seamos siempre para los adolescentes unos buenos adultos: gente que piensa A, dice B y hace C.