El consumo de alcohol está asociado con graves problemas de salud, por lo que es mejor limitar su ingesta incluso en Navidad.

Aunque al alcohol siempre tiene un toque festivo que lo hace casi indisociable de las fiestas señaladas, como es el caso de la Navidad, nunca hay que olvidar que es una sustancia muy perjudicial para la salud. Tanto por sus calorías como por ser causa de graves enfermedades y patologías, el consejos de los profesionales de la salud es reducir el consumo de alcohol. «¡Cuanto menos, mejor!», explica Sara López Pascual, dietista-nutricionista de la clínica Alimmenta.

Entre algunas de las consecuencias nocivas del alcohol para la salud, esta nutricionista cita a la OMS para recordar que cada año hay cerca de 3 millones de muertes en el mundo derivadas de un consumo excesivo de alcohol y que este puede provocar enfermedades como alcoholismo, cirrosis hepática, cáncer y enfermedades cardiovasculares. “El daño producido por el alcohol es directamente proporcional al nivel de consumo y no existe un nivel libre de riesgo”.

Pese a todos los aspectos negativos, Sara confiesa que durante las fiestas solemos caer en la afirmación de «solo es una copa» como excusa para beber alcohol, aunque nunca es solo una copa. Esta nutricionista añade a esta serie de justificaciones la frase de que «una copa (de vino, cerveza….) es saludable», y la desmiente, ya que nunca lo es. Además, aunque sabemos que tomar alcohol es perjudicial para la salud y para el físico, muchas veces bebemos por presión social.

Consecuencias estéticas

Existe otra preocupación más durante estas fechas: los excesos navideños. Aunque hay un terror generalizado a coger unos kilos de más en estas fechas por los bombones, turrones y otras recetas, ¿nos hemos parado a pensar cuántas calorías vacías tiene el alcohol? Un gramo de alcohol tiene 7 kcal vacías, es decir, calorías que no nos aportan nada. Por ejemplo: un tercio de cerveza (330ml) tiene 150kcal, una copa de vino (150ml), 120kcal; y un gin-tonic (250ml), 200kcal.

No se recomienda la ingesta de ninguna bebida alcohólica dentro de una dieta habitual, explica Sara, y por lo tanto limitar el consumo de alcohol es la mejor opción. «El alcohol más saludable es aquel que no se consume». No obstante, si de todas formas te apetece brindar durante las fiestas navideñas recomendamos hacerlo con la mínima cantidad posible. Para ello, a continuación van algunos consejos que te ayudaran a moderar de manera sencilla el alcohol durante estas fiestas navideñas:

– Reserva las bebidas alcohólicas para el brindis y evítalas durante la comida.

– Acompaña todas tus comidas con agua. La ingesta de alimentos durante comidas de celebración suele ser más grande, con más carbohidratos y grasas, dando lugar a una mayor sensación de sed.

– Bebe siempre despacioy de vasos o copas de poca capacidad. Escoge copas estrechas y largas para que visualmente parezca que hay más cantidad.

– Diluye la bebida alcohólica con agua, agua con gas o incorporando hielo.

– Alterna las bebidas alcohólicas con otras bebidas sin alcohol:agua con gas, cerveza sin alcohol, refrescos edulcorados, limonada casera, infusiones, etc.

– Sorprende a tus invitados con cócteles sin alcohol.

FUENTE: heraldo.es

El alcohol, el cannabis y el MDMA son las drogas más consumidas antes o durante el sexo independientemente del género y de la orientación sexual, según ha revelado un estudio publicado en la Journal of Sexual Magazine y referido por el portal web Gizmodo. Los autores del informe, en su mayoría británicos, se basaron en los datos de la Encuesta Mundial de Drogas de 2013, que recoge los hábitos de consumo de los ciudadanos de diferentes países. Los investigadores analizaron las respuestas de casi 23.000 personas que participaron ese año en el estudio y contestaron preguntas sobre la mezcla de sustancias estupefacientes con el sexo.

En la encuesta, más del 20% de los consultados reconocieron emplear drogas para mejorar sus experiencias sexuales. La investigación desveló también que aproximadamente el 60% los hombres y mujeres preguntados había bebido alcohol antes de mantener relaciones.

El cannabis fue la segunda sustancia más consumida, de acuerdo con el informe. Un tercio de los hombres declaró haberla mezclado con el sexo, mientras que el porcentaje de mujeres ascendió al 25%.

La tercera droga más usada antes del sexo fue el MDMA, ya que un 15% de los encuestados, tanto hombres como mujeres, reconocieron haberla tomado. Otras sustancias citadas por los consultados fueron la ketamina, el popper y el citrato de sildenafil (Viagra).

El autor principal del estudio, el psicólogo británico del University College of London, Will Lawn, advierte en una entrevista concedida a Gizmodo que estos resultados no son representativos de la población general, por lo que se desconoce la prevalencia real del sexo relacionado con las sustancias.

Es necesario ampliar los grupos de estudio

Lawn explica que muchos de estos estudios que investigan la relación entre drogas y sexo, una práctica conocida como «chemsex», se han centrado tradicionalmente en hombres que mantienen relaciones homosexuales. Con frecuencia, informa, se ha analizado el uso que hace este colectivo de las «drogas de club», como el MDMA, para mejorar sus relaciones, pero asegura que «es necesario» saber cómo se comportan el resto de grupos.

De acuerdo con el estudio, los hombres homosexuales y bisexuales reconocieron hacer un uso más intenso de la mayoría de las drogas durante sus relaciones y algunos admitieron hacerlo con la intención de que fueran más placenteras.

Asimismo, las mujeres bisexuales refirieron un consumo mayor de sustancias estupefacientes que las heterosexuales para mejorar sus relaciones.

Distintos efectos según la sustancia

El estudio también señala los diferentes resultados obtenidos según el tipo de droga consumido. Así, el MDMA y GHB/GHL, con efectos parecidos al alcohol, son los que han proporcionado a los usuarios las experiencias más positivas. Así, el primero se asoció al aumento de la intimidad, mientras que el segundo se vinculó al incremento del deseo sexual.

Además, el autor principal del estudio desaconsejó la mezcla de estas sustancias con alcohol o con otros depresores, recomendó no tomar más de un mililitro y contar con el consentimiento de la pareja antes de mantener relaciones sexuales.

FUENTE: www.20minutos.es

– La sabiduría popular enseña que quienes están tomando antibióticos deben abstenerse de beber alcohol.

– A veces se afirma que la combinación puede producir reacciones negativas, en otros casos se dice que la bebida reduce o anula la eficacia de la medicación.

– La ciencia aclara cuánto hay de cierto en esas creencias y qué sucede realmente cuando una persona ingiere ambas sustancias.

La relación entre los antibióticos y el alcohol siempre ha sido complicada. O siempre ha estado, para decirlo mejor, rodeada de creencias y afirmaciones que han generado dudas y temores a lo largo del tiempo. Sobre todo si se tiene en cuenta que, según la última edición de la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES), publicada en diciembre de 2018, en nuestro país tres de cada cuatro personas beben alcohol: el 75,2 % de la población. «Beber alcohol si estás tomando antibióticos hace mal», dice alguien. «No hace mal -responde alguien más- pero anula el efecto de la medicación». ¿Qué tiene la ciencia para decir sobre esto?

Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, tomar un poco de alcohol cuando se están tomando antibióticos no representa un problema importante. Lo cual no quiere decir que la ingesta de alcohol sea recomendable durante un tratamiento con esta clase de fármacos. Por el contrario: lo mejor es evitarlo. Esto se debe a que el alcohol se metaboliza en el hígado, lo mismo que los antibióticos. En consecuencia, como debe ponerse a procesar el alcohol, el órgano tardará más en hacer lo mismo con la medicación.

Además de retrasar el tratamiento, ese «doble trabajo» del hígado puede ocasionar la acumulación de las toxinas propias de los antibióticos. Y más importante aún es que el consumo de alcohol reduce la eficacia del sistema inmune, tal como lo han demostrado numerosos estudios. Se supone que si alguien está tomando antibióticos es porque padece algún tipo de infección o enfermedad, ante las cuales lo deseable es que su sistema inmune pueda trabajar al máximo de sus posibilidades. Este es otro motivo por el cual conviene evitar las bebidas alcohólicas mientras dure esta clase de tratamientos.

Antibióticos que no se deben mezclar con alcohol

Pero no son un retraso en la acción del fármaco o la acumulación de toxinas las peores posibles consecuencias de mezclar antibióticos y alcohol. Esta combinación tiene efectos muy desagradables en el caso de ciertos antibióticos, como lo especifica un documento del National Health System (NHS), el sistema público de salud del Reino Unido. No están entre los más recetados, y por lo tanto son casos minoritarios, pero es importante prestar atención. Son los siguientes:

Metronidazol

De todos los antibióticos que causan problemas importantes con el alcohol, este es el único que se receta con cierta asiduidad. Se emplea sobre todo para el tratamieno de infecciones dentales o ginecológicas, así como también contra úlceras en las piernas o escaras. Si se consume alcohol cuando se ha administrado esta medicación, se produce el llamado «efecto disulfiram» (o «efecto antabús», dado que Antabus es la marca comercial más conocida con la que se distribuye ese medicamento).

Disulfiram

Se utiliza para el tratamiento contra el alcoholismo. Como inhibe la acción de la enzima que procesa los metabolitos más tóxicos del alcohol, su ingesta -incluso en cantidades muy pequeñas- provoca en apenas diez minutos los efectos más desagradables de una borrachera: rubor, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, dolor en el pecho, debilidad, visión borrosa, confusión, transpiración, asfixia, ansiedad y dificultades para respirar. Y ese mismo efecto es el que se produce al ingerir alcohol mientras se está tomando metronidazol.

Tinidazol

En general este medicamento se receta para el tratamiento de infecciones intestinales como la giardiasis y la amibiasis (causantes de diarrea, gases y retortijones de estómago) y para ciertas enfermedades de transmisión sexual, como la tricomoniasis. Su combinación con el alcohol también da lugar al «efecto disulfiram», cuya intensidad depende de las cantidades del fármaco y de alcohol que se hayan ingerido: puede durar desde 30 minutos hasta varias horas, en los cuadros más severos.

Linezolid

Este antibiótico sirve para combatir la neumonía e infecciones de la piel. Origina reacciones secundarias cuando se combina con una sustancia llamada tiramina, presente no solo en las bebidas alcohólicas (en particular, en la cerveza y el vino tinto), sino también en alimentos que han sido escabechados, ahumados o fermentados. Como resultado, se puede producir somnolencia, mareos, dificultad para concentrarse y episodios de hipertensión.

Isoniacida, rifampicina y pirazinamida

Se trata de antibióticos empleados sobre todo para el tratamiento de la tuberculosis (una enfermedad que en España tiene índices bajos, pero que está lejos de ser erradicada), pero también en el tratamiento de otros problemas. Son medicaciones muy agresivas para el hígado, por lo cual se desaconseja la ingesta de alcohol durante su administración.

Doxiciclina

Este fármaco, empleado para el tratamiento de diversas infecciones, es el que más resentida ve su eficacia farmacéutica a causa del consumo de alcohol. Solo en casos excepcionales provoca efectos graves (sueño, dolor de cabeza, calambres, desorientación, alteraciones del ritmo cardíaco e incluso alucinaciones), pero su acción puede resultar muy reducida, dado que el alcohol acelera la descomposición del fármaco y su eliminación del cuerpo.

El efecto de estos antibióticos es duradero, por lo cual los especialistas aconsejan dejar pasar al menos 48 horas, en el caso del metronidazol, y 72 horas, en el del tinidazol, para volver a consumir bebidas alcohólicas. Por otra parte, hay varios otros antibióticos, de uso poco frecuente, que pueden ser responsables del efecto disulfiram. Conviene consultar con el especialista que los receta sobre los posibles riesgos del consumo de alcohol durante el tratamiento.

Los riesgos de interrumpir la medicación

De todo lo expuesto se desprende que, aunque no es del todo inocuo, tomar una copa de vino al día o un par de cañas en un acontecimiento social -una fiesta, una cena especial, etc.- mientras se toman antibióticos no implica consecuencias de gravedad (con la excepción de los fármacos mencionados arriba o una recomendación específica del médico que emite la receta). Aunque también puede ser una buena medida evitar el alcohol durante todo el tiempo que dure el tratamiento, y hasta algunos días después, como ya se ha destacado.

Mucho peor que eso es discontinuar las dosis de la medicación, que es lo que hace mucha gente por pensar que es inútil tomarla con la frecuencia indicada dado que quedará «anulada» por el alcohol. En realidad, lo que sucede en esos casos es que las bacterias que provocan las infecciones conviven durante más tiempo con el antibiótico, lo que las convierte en superbacterias y, por ende, hace más difícil acabar con la enfermedad, tanto en la situación actual como en alguna infección futura.

FUENTE: www.eldiario.es

Un estudio mide el efecto de las dos drogas y confirma que este se acumula pero aparece muy pronto

El consumo de tabaco y alcohol deja su huella en los adolescentes casi desde el primer cigarrillo o el primer sorbo. Además, el daño de ambas drogas, que a menudo se consumen a la vez por las mismas personas, se acumula, según un estudio con información de la cohorte ALSPAC, que reúne datos de 14.000 adolescentes británicos y que ha publicado European Heart Journal.

Para llegar a la conclusión los investigadores, liderados por Marietta Charakida del University College de Londres, han medido la velocidad del pulso sanguíneo que va de la arteria carótida a la femoral (PWV) en jóvenes que no fuman ni beben, en los que fuman, los que beben y los que hacen ambas cosas. «Esta medida es la que se utiliza para estudiar el daño arterial y la rigidez de los vasos, por lo que resulta un marcador que nos aporta información sobre la posibilidad de desarrollar enfermedad arterial de manera más precoz», explica Vicente Arrate, presidente de la sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). De una manera resumida, los adolescentes que no beben ni fuman tienen una velocidad de este pulso de unos 5,7 metros por segundo de media. Si beben o fuman, este valor sube a alrededor de 5,8. “Uno de los puntos más significativos de este registro es que los que dejaron de fumar durante el seguimiento recuperaron su salud arterial”, detalla el cardiólogo.

Arrate aclara, sin embargo, que la relación entre esta forma de medir la rigidez arterial y los eventos cardiovasculares está muy estudiada en personas mayores y no en jóvenes. «Cuando hablamos de estos riesgos hablamos de probabilidades, y eso es muy difícil de determinar. Lo que está claro es que el efecto aparece desde las primeras copas y que si no se cambian los hábitos irá en aumento», añade. Con la PWV no sucede como con la tensión o el colesterol, donde hay límites para los valores que se consideran saludables, advierte Arrate. Pero la literatura ofrece algunas pistas, como un estudio sobre alzhéimer en el que se analizaban personas mayores y se ponía el corte en 12 metros por segundo, u otro del argentino Alejandro Díaz en el que establecía una media para el conjunto de la población de su país de 6,84, con una media de 5,04 para los menores de 19 años y de 9,01 para los mayores de 70.

Al margen de la cuestión numérica, el trabajo destaca otro aspecto. «En contra de lo que parecen creer, los adolescentes no son inmunes» al efecto de estas sustancias, como demuestra que ya haya anomalías en personas que llevan poco tiempo consumiendo las drogas (el estudio acaba cuando tienen 17 años y la edad de inicio está entre los 14 y los 15 años).

Pero la conclusión no es tanto médica, sino educativa y social. En España, por ejemplo, la última encuesta sobre consumo de drogas en estudiantes del Ministerio de Sanidad (Estudes), arroja que 1,2 millones de adolescentes reconocieron que habían tomado alcohol en 2016 y medio millón aseguraron que habían consumido tabaco. Eso quiere decir que hay entre 1,2 y 1,5 millones de adolescentes que ya están sufriendo este daño.

Sin embargo, Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón, destaca que a esas edades el daño es reversible: “Teniendo en cuenta que a estas edades es posible restaurar la rigidez arterial normal si se cesa el consumo, es importante tratar de hacer entender a los adolescentes cuanto antes que ser joven no le hace a uno inmune a la enfermedad cardiovascular”.

FUENTE: www.elpais.com

Puede producir sensaciones positivas como la desinhibición pero sobrepasar los límites puede interferir en la capacidad de tener sexo.

Expertos de Boston Medical Group han avisado de que la creencia de que su consumo de alcohol aumenta las relaciones sexuales es un mito, si bien han reconocido que un consumo moderado, lo que equivaldría a una dos copas, produce sensaciones positivas como la desinhibición.

«En el momento en que estos límites se sobrepasan, el hombre se libra de su timidez e incrementa la autoestima. Sin embargo, alcanzar este punto supone interferir en la capacidad de tener sexo. Al contrario de la creencia generalizada, el alcohol produce en los varones una interrupción de la erección al inhibir el buen funcionamiento del sistema nervioso central, por lo que directamente se disminuye la excitación y la respuesta sexual a la estimulación», han aseverado.

Así, la ingesta etílica provoca trastornos sexuales, produciendo disfunción eréctil transitoria en muchos casos. Un situación que, tal y como han recordado los especialistas, puede representar un fracaso para el hombre, con el peligro de que comience a desarrollar sentimientos de ansiedad que dificultan la respuesta de excitación sexual en el siguiente encuentro.

El problema se agrava si se establece un círculo vicioso que lleve al desarrollo permanente de impotencia en el varón, porque incrementa su preocupación por saber si tendrá o no una erección adecuada que finalmente tenga que ser tratada por un especialista.

De hecho, según datos de Boston Medical Group, el 62 % de los pacientes que acudieron a sus clínicas en España en los últimos cuatros años consumían alcohol. Por provincias, lo que representaban un porcentaje más alto son Orense (88%), Lugo (86%) y Pontevedra (84%).

«El 50 %de los hombres menores de 50 años puede tener problemas de erección en estado de embriaguez. El alcohol inhibe el buen funcionamiento del sistema nervioso central, por lo que si no se produce una correcta comunicación entre el estímulos, el cerebro y el sistema circulatorio se entorpece la llegada de la sangre al pene, dificultando la penetración y el coito», ha apostillado el director médico de Boston Medical Group, el doctor Benítez.

En ese sentido, el especialista ha señalado también que unos hábitos de vida poco saludables, como el abuso del alcohol o el tabaquismo, pueden tener a la larga consecuencias negativas en el correcto funcionamiento de otros órganos, ya que en ocasiones la disfunción eréctil es el primer síntoma de otras enfermedades como la hipertensión o problemas cardiovasculares.

FUENTE: www.heraldo.es

Beber alcohol y consumir MDMA al mismo tiempo es como tirar de tu cuerpo en dos direcciones opuestas.

En la mayoría de festivales de música, discotecas y otros lugares donde se abusa de la MDMA, también se suele consumir otra droga: el alcohol. Según Joseph J. Palamar, profesor adjunto de Salud Pública en el Langone Medical Center de la Universidad de Nueva York, en los últimos años se ha incrementado la mezcla de alcohol y MDMA. Sin embargo, cuando la gente toma pastillas y combinados, es posible que no se den cuenta de que esta combinación es más peligrosa que consumir cualquier otra droga sin mezclar.

“En primer lugar, ambas sustancias aumentan el riesgo de deshidratación”, comenta Tzvi Doron, físico en la ciudad de Nueva York y director clínico de Roman, una aplicación sobre salud masculina. “La MDMA incrementa la temperatura de tu cuerpo, la actividad muscular y te hace sudar más, mientras que el alcohol te hace perder fluidos porque provoca ganas de orinar. El riesgo de deshidratación es todavía mayor si estás bailando rodeado de gente, como se suele hacer en los festivales y discotecas”.

“Cuando la deshidratación es grave, esta puede desembocar en una deshidratación del compartimento neuronal, en la que hay una escasez de agua disponible en los nervios”, comenta James Giordano, profesor de Neurología y Bioquímica en el centro médico de la Universidad de Georgetown. “Los fluidos se extraen de las células del cerebro y es posible que estas dejen de funcionar, pudiendo provocar insuficiencia cardíaca, respiratoria o comas”.

Las propiedades diuréticas del alcohol, es decir, aquellas que hacen que vayas a mear constantemente, también son peligrosas cuando se combinan con el efecto secundario de la MDMA o la retención urinaria. “Al mismo tiempo que el alcohol te hace producir más orina, la MDMA te impide expulsarla, pudiendo provocar daños en el hígado o la vejiga e incrementar la toxicidad de la urea en la sangre”, informa Giordano. “En los casos más graves, la toxicidad de la urea puede provocarte un coma”.

“Además, los efectos combinados del alcohol y la MDMA en el sistema nervioso autónomo pueden ocasionar arritmias cardíacas o ritmos cardíacos anormales que pueden afectar a tu circulación y poner tus órganos en peligro”, añade Giordano.

“La combinación de ambas drogas puede suponer un doble revés para tu juicio”, informa Doron. “El alcohol, al ser depresivo, afecta a las capacidades motoras y puede aumentar la peligrosidad de algunas tareas, como la conducción. Sin embargo, la MDMA es un estimulante, por lo que puede mantenerte despierto y hacerte sentir capaz de realizar algunas tareas, aunque no lo seas”.

“Los efectos del alcohol en el juicio y la coordinación continúan aunque se combinen con la MDMA”, explica Doron. “Esto puede provocar una situación especialmente peligrosa en la que la gente piense que está más capacitada de lo que realmente está”. A su vez, Palamar sostiene que las drogas como la MDMA también pueden hacerte calcular erróneamente la cantidad de alcohol que puedes tolerar y aumentar las posibilidades de pasarte con la bebida.

“Las consecuencias de combinar alcohol y MDMA pueden durar más que los efectos de las drogas. Las propiedades depresivas del alcohol pueden intensificar el temido ‘bajón’ de la MDMA al final de la noche, en el que dejas de segregar serotonina y sientes depresión, ansia o irritabilidad”, comenta Giordano. “Al día siguiente, puedes levantarte con dos resacas a la vez, como si no fuera suficiente con el enfado y la apatía propios de la resaca de MDMA”.

Mucha gente cree equivocadamente que el alcohol no es una droga, al menos no una de la que deberían estar preocupados al consumirla. De esta manera, lo mezclan de manera inconsciente con cualquier cosa, pero el alcohol interactúa con las drogas recreativas de la misma forma que con cualquier otra sustancia. Cuanto más fuerte es el alcohol que consumes, peores son los efectos. “A mayor graduación, mayor potencia”, avisa Giordano. Y, por supuesto, cuanta mayor cantidad de cada droga consumas, mayor riesgo.

Obviamente, tanto el alcohol como la MDMA son peligrosos incluso en solitario, pero si los vas a consumir, lo más seguro es hacerlo por separado. Además, tomes lo que tomes, asegúrate de beber agua para evitar la deshidratación.

FUENTE: www.vice.com

Si has experimentado “la peor resaca” de tu vida después de una noche de fiesta con colegas, quizá sea este un buen motivo para que estés aquí. Las molestias asociadas a la resaca pueden variar en cada individuo, dependiendo además de su condición. En el caso de los intolerantes al alcohol, los síntomas suelen ser bastante pronunciados, ya que al nacer con una deficiencia de la enzima acetaldehído deshidrogenasa (ALDH2), cuando ingieren bebidas alcohólicas acumulan acetaldeído por el mal funcionamiento de la misma, lo que da cabida a una serie de manifestaciones que suelen confundirse con algo poco común y mucho más severo como lo es la alergia al alcohol. ¿Sufres de alergia al alcohol? Conoce las claves para detectarlo.

Claves para identificar la alergia al alcohol

Aparición de ronchas en la piel

La aparición de ronchas en la piel es una de las reacciones a los alérgenos presentes en las bebidas alcohólicas, como la cebada, el lúpulo o la levadura, que conocerás en este artículo. Aunque no es la manifestación más común, es una señal de alerta de que la alergia al alcohol es de gravedad, en especial si las ronchas producen picor o ardor. A esto se le conoce como anafilaxis, por lo que se recomienda dejar de beber de inmediato.

El rostro se enrojece

No nos referimos a ese ligero rubor en el rostro que nos delata cuando ya tenemos unos tragos de más. El enrojecimiento causado por una alergia al alcohol se distingue por aparecer, además de la cara, en otras zonas como el cuello y el pecho, acompañado de una sensación de calor. Si has experimentado esta reacción, ha sido porque tu organismo se encuentra incapacitado de procesar el acetaldehído, una sustancia tóxica producida por la metabolización del alcohol que ocasiona esta y otras complicaciones.

Inflamación de la nariz y la boca

Lo serio de esta manifestación es que no solo se inflama la nariz y la boca como reacción alérgica a la histamina. Las vías respiratorias también lo hacen, dificultando el paso de aire a los pulmones.

Sin embargo, es necesario aclarar que hay personas que suelen experimentar una ligera cogestión nasal con el consumo de bebidas alcohólicas, sin que esto implique una alergia al alcohol. Podría deberse a una intolerancia leve a estas sustancias, por tanto te aconsejamos vigilar la gravedad de los síntomas para distinguir una cosa de la otra.

Náuseas y dolor de estómago

Como no es atípico que las resacas corrientes se presenten con ese incómodo malestar, la clave para diferenciar las náuseas, dolor de estómago y diarrea por alergia al alcohol, es la intensidad.

También puede suceder que se desarrollen estos síntomas con unas bebidas y no con otras. Por ejemplo, los alérgicos a la histamina reaccionarían con el vino, pues esta sustancia alcohólica es la que mayor cantidad de histamina posee.

Ahora bien, cuando consumes alcohol, ¿has experimentado alguno de estos síntomas? Si este tema te ha generado dudas en cuanto a tu salud, te recomendamos que consultes a un especialista. Mientras tanto, si sospechas que sufres de alergia al alcohol, es necesario detener el consumo de bebidas alcohólicas hasta conocer la opinión de un médico.

FUENTE: www.supercurioso.com

Es probable que las resacas te sean cada vez más duras y tardes más en recuperarte tras una larga noche a medida que vas sumando años. No es ninguna sorpresa desde el punto de vista biológico: igual que tu cuerpo cambia con la edad, también lo hace su capacidad de digerir el alcohol.

«Cuando eres joven, el organismo tiene mucha capacidad de respuesta a sustancias tóxicas. Al hacerte mayor vas perdiendo parte de esa capacidad», explica George Koob, director del Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo de Estados Unidos.

Con los años, una noche de juerga con alcohol puede ser más peligrosa que antes. En los últimos tiempos, en Estados Unidos el abuso del alcohol y la dependencia se han duplicado entre las personas mayores. Simplemente, el organismo no puede mantener el mismo ritmo.

«Lo que antes era una cantidad de alcohol moderada que podías tomarte sin emborracharte cambia con la edad. Como tu sistema ya no funciona igual de bien [cuando envejeces], es más probable que alcances una tasa de alcohol en sangre mayor que cuando eras más joven», explica James Galligan, profesor de Farmacología y Toxicología en la Universidad Estatal de Míchigan.

¿Cómo reacciona tu cuerpo al alcohol cuando ya has superado la treintena?

Tu organismo ya no metaboliza el alcohol de forma tan eficiente como antes

El alcohol se neutraliza en un proceso que consta de dos fases y que se desarrolla en el hígado, según explica David Sack, médico jefe de la compañía Elements Behavioral Health.

«El alcohol se transforma en acetaldehído, que es la sustancia responsable de muchos de los efectos secundarios del alcohol, como son el dolor de cabeza, el enrojecimiento del rostro y el mareo», explica. Luego el acetaldehído se transforma en ácido acético, que es expulsado en la orina.

Este sistema funciona bien cuando las personas son jóvenes, señala James Galligan. «Pero, como sucede con todo, cuando envejeces, las cosas ya no funcionan como antes. Cuando una persona alcanza los 60 o los 70 años, las enzimas que metabolizan el alcohol ya no funcionan igual de bien».

«Parte de ello es consecuencia del proceso normal de envejecimiento, aunque parte también puede deberse a alguna enfermedad. Los bebedores moderados y excesivos suelen provocar daños a su hígado y experimentar cambios en la eficiencia de este órgano a la hora de metabolizar el alcohol», advierte David Sack.

Una reciente investigación descubrió que tanto el cerebro como el hígado son más sensibles a la toxicidad del alcohol con la edad, lo cual afecta a su capacidad de reacción. Lo que solías beber cuando eras joven tiene un efecto mayor cuando envejeces, según indica James Galligan.

El estilo de vida influye en tu capacidad de procesar el alcohol

Tu índice de grasa corporal al envejecer es uno de los factores que influyen en tu capacidad de metabolizar el alcohol, afirma David Sack.

«El alcohol, a diferencia de la mayoría de las demás drogas, solo se distribuye en las partes acuosas del cuerpo. Por lo tanto, si tienes una menor proporción de agua que de grasa corporal, más alcohol llegará al hígado», explica.

Hay otras enfermedades que pueden contribuir a una deficiente digestión del alcohol. Por ejemplo, la hepatitis C puede afectar a la capacidad del hígado de eliminar el alcohol y otras drogas, señala.

Tomar más medicamentos también afecta a la capacidad de metabolizar el alcohol, según George Koob. «Las personas mayores tienden a tomar muchos medicamentos, y algunos pueden interferir negativamente con la digestión del alcohol, como es el caso del Xanax o del Valium», comenta.

El tiempo que llevas consumiendo alcohol a lo largo de tu vida también afecta a tu capacidad de metabolizarlo

Si alguna vez has bebido siendo menor de edad, también puede haber afectado a tu capacidad de metabolizar el alcohol, advierte George Koob. Además, el hecho de beber siendo menor se asocia a cierto deterioro de las funciones cognitivas.

«Beber en exceso puede afectar al lóbulo frontal, que es la parte del cerebro que más tarda en madurar, motivo por el que se lucha contra el consumo de alcohol en menores», añade.

Con el paso del tiempo, el consumo excesivo puede afectar a tu capacidad de metabolizar el alcohol en el futuro, apunta David Sack.

«Hay gente que empezó a beber en la veintena o en la treintena y que ahora, a los sesenta años, es más propensa a sufrir problemas emocionales, como depresión, un consumo más frecuente de alcohol y más problemas relacionados con el tratamiento de afecciones causadas por la bebida. Y luego están quienes empezaron a beber cuando ya eran mayores, a los cincuenta o sesenta, y que tienden a estar más sanos y a sufrir menos consecuencias», prosigue.

Aunque los beneficios para la salud de beber uno o dos vasos de vino tinto han llegado a ocupar los titulares de algunos medios recientemente, los estudios no son concluyentes y la moderación es la única clave evidente para permanecer sanos, concluye Sack.

FUENTE: www.huffingtonpost.es

El deterioro mental perceptible en los alcohólicos tiene poco que ver con esa asentada leyenda urbana.

Huelga decir que de ninguna manera estamos respaldando el consumo de alcohol. El alcohol daña casi todos los órganos vitales de nuestro cuerpo. Pero solo para dejar de lado esta leyenda urbana, el alcohol no ha matado ni mata neuronas. El alcohol afecta más bien a las conexiones neuronales del cerebelo, zona de la que dependen el aprendizaje y la coordinación motora. Pero, como se puede comprobar en las autopsias, los encéfalos de los abstemios y los adictos a la botella tienen el mismo número de neuronas. Es su calidad, no la cantidad, lo que sufre con las borracheras.

¿De dónde procede este mito?

El mito que afirma que el alcohol mata las células cerebrales se remonta a tiempos lejanos y, sobre todo, está relacionado con la aprobación de la 18ª Enmienda en Estados Unidos, cuando el movimiento de la Templanza comenzó a difundir el rumor de que el consumo de alcohol mataba nuestras valiosas neuronas.

Debido a la lentitud del movimiento, la dificultad para hablar y simplemente la torpeza de los borrachos, este rumor fue ampliamente aceptado como un hecho y se extendió como un reguero de pólvora. De hecho, no fue hasta 1993, exactamente 60 años después de la derogación de la Ley de Prohibición, que la ciencia finalmente pudo concluir sin ninguna duda que el alcohol no mataba las neuronas. Básicamente los investigadores compararon las neuronas de los alcohólicos con los no bebedores y no encontraron diferencias notables.


Según José Manuel Moltó, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), ‘durante décadas los neurocientíficos pensábamos que el número de neuronas se estabilizaba tras el desarrollo prenatal y postnatal y que empezaba un lento declive que algunas cosas como los tóxicos podían agudizar. En la década de 1960 descubrimos, sin embargo, que se forman nuevas neuronas en el encéfalo a lo largo de la vida adulta a partir de células madre. Estas nuevas neuronas están en localizaciones determinadas y no sustituyen a las que pueden perderse como resultado de un accidente o de una enfermedad neurodegenerativa. No obstante se supone que son imprescindibles para procesos tales como la memoria’.

Cuando el alcohol llega al cerebro, desactiva la función al dañar el tejido conectivo al final de las neuronas. Esto interrumpe la comunicación entre las neuronas y hace que sea más difícil para un individuo concentrarse o completar tareas menores. Sin embargo, nuestros cuerpos son increíblemente resistentes y en su mayor parte ‘perdonan’ las obras de la naturaleza. Este alboroto celular inducido por el alcohol causa un daño menor y definitivamente no da como resultado la muerte de la neurona.

Ahora bien, aunque el alcohol no mate las neuronas, pues para aniquilar cualquier tipo de célula, se necesitan altísimas concentraciones de alcohol –próximas al 100%–, y empezamos a emborracharnos a partir de un nivel en sangre del 0,1%, sí mata a millones de personas cada año. De ahí que pedimos que no se vea este artículo como una excusa para beber en exceso. Como todo en esta vida, lo importante es la moderación.

El consumo de alcohol altera la estructura y la función de las neuronas en un área del cerebro llamada cuerpo estriado dorsomedial, una región del cerebro que impulsa comportamientos dirigidos a objetivos, y el alcohol da como resultado «alteraciones persistentes de la morfología neuronal» en esta zona.

Modifica la estructura de las neuronas

Los estudios han determinado que el alcohol cambia la estructura física de las neuronas espinosas medianas, el tipo principal de célula en el cuerpo estriado. Estas neuronas pueden facilitar o inhibir la realización de comportamientos específicos debido a uno de los dos tipos de receptor de dopamina: D1 o D2. El consumo periódico de grandes cantidades de alcohol actúa sobre las neuronas D1, lo que las hace mucho más excitables y, por lo tanto, se activan con menos estimulación.

FUENTE: www.muyinteresante.es

Los hallazgos vinculan el consumo de alcohol con cambios a largo plazo en la estructura de la sustancia blanca y la sustancia gris del cerebro.

Con la legalización de la marihuana en aumento en algunos países, un número creciente de estudios explora los posibles daños y beneficios de esta droga. Sin embargo, una nueva investigación pone sobre la mesa que cuando se trata de la salud del cerebro, el alcohol es mucho más dañino que la marihuana.

Los científicos de la Universidad de Colorado en Boulder (EE. UU.) realizaron una revisión de los datos de imágenes existentes que analizaban los efectos del alcohol y la marihuana, o cannabis, en el cerebro. Los resultados han sido publicados en la revista Addiction.

Marihuana vs. alcohol: ¿Qué es peor?

Para este último estudio, Rachel Thayer, líder de la investigación y sus colegas trataron de aprender más sobre cómo el uso de marihuana afecta el cerebro pues, hasta ahora, los resultados de las investigaciones han sido mixtos.

«Cuando se observa estos estudios que datan de hace años, veremos que un estudio informará que el consumo de marihuana está relacionado con una reducción en el volumen del hipocampo. Luego aparece el próximo estudio, y dice que el uso de la marihuana está relacionado con cambios en el cerebelo… El punto es que no hay consistencia en todos estos estudios en términos de las estructuras cerebrales reales», aclara Kent Hutchison, coautor del trabajo.

Con el objetivo de cerrar la brecha en esta inconsistencia, los científicos realizaron un nuevo análisis sobre los datos existentes de imágenes cerebrales. Analizaron cómo el uso de la marihuana afecta la materia blanca y la materia gris en el cerebro, y cómo se comparan sus efectos con otra «droga» a la que nos hemos acostumbrado tanto: el alcohol.

La materia gris es el tejido en la superficie del cerebro que consiste principalmente en cuerpos de células nerviosas. La sustancia blanca es el tejido cerebral más profundo que contiene fibras nerviosas mielinizadas, que son ramas que sobresalen de las células nerviosas que transmiten impulsos eléctricos a otras células y tejidos. Cualquier reducción en el tamaño de la sustancia blanca o gris o una pérdida en su integridad puede provocar alteraciones en el funcionamiento del cerebro.

El estudio incluyó las imágenes del cerebro de 853 adultos que tenían entre 18 y 55 años y 439 adolescentes con edades comprendidas entre los 14 y los 18 años.Todos los participantes variaban en su consumo de alcohol y marihuana.

Los investigadores descubrieron que el consumo de alcohol, especialmente en adultos que habían estado bebiendo durante muchos años, fue asociado a una reducción en el volumen de materia gris, así como una reducción en la integridad de la sustancia blanca.

Sin embargo, el consumo de marihuana no pareció tener ningún impacto en la estructura de la materia gris o blanca ni en adolescentes ni en adultos.

La marihuana no tuvo impacto significativo en el cerebro

Con base en estos hallazgos, los investigadores creen que beber alcohol es probable que sea mucho más dañino para la salud cerebral que el consumo de marihuana.

«Aunque la marihuana también puede tener algunas consecuencias negativas, definitivamente no está cerca de las consecuencias negativas del alcohol», comenta Kent Hutchison, coautor del trabajo.

Sin embargo, respecto a los posibles beneficios del consumo de marihuana, los científicos aclaran que aún se necesita más investigación para llegar a conclusiones concretas.

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