El alcohol, el cannabis y el MDMA son las drogas más consumidas antes o durante el sexo independientemente del género y de la orientación sexual, según ha revelado un estudio publicado en la Journal of Sexual Magazine y referido por el portal web Gizmodo. Los autores del informe, en su mayoría británicos, se basaron en los datos de la Encuesta Mundial de Drogas de 2013, que recoge los hábitos de consumo de los ciudadanos de diferentes países. Los investigadores analizaron las respuestas de casi 23.000 personas que participaron ese año en el estudio y contestaron preguntas sobre la mezcla de sustancias estupefacientes con el sexo.

En la encuesta, más del 20% de los consultados reconocieron emplear drogas para mejorar sus experiencias sexuales. La investigación desveló también que aproximadamente el 60% los hombres y mujeres preguntados había bebido alcohol antes de mantener relaciones.

El cannabis fue la segunda sustancia más consumida, de acuerdo con el informe. Un tercio de los hombres declaró haberla mezclado con el sexo, mientras que el porcentaje de mujeres ascendió al 25%.

La tercera droga más usada antes del sexo fue el MDMA, ya que un 15% de los encuestados, tanto hombres como mujeres, reconocieron haberla tomado. Otras sustancias citadas por los consultados fueron la ketamina, el popper y el citrato de sildenafil (Viagra).

El autor principal del estudio, el psicólogo británico del University College of London, Will Lawn, advierte en una entrevista concedida a Gizmodo que estos resultados no son representativos de la población general, por lo que se desconoce la prevalencia real del sexo relacionado con las sustancias.

Es necesario ampliar los grupos de estudio

Lawn explica que muchos de estos estudios que investigan la relación entre drogas y sexo, una práctica conocida como «chemsex», se han centrado tradicionalmente en hombres que mantienen relaciones homosexuales. Con frecuencia, informa, se ha analizado el uso que hace este colectivo de las «drogas de club», como el MDMA, para mejorar sus relaciones, pero asegura que «es necesario» saber cómo se comportan el resto de grupos.

De acuerdo con el estudio, los hombres homosexuales y bisexuales reconocieron hacer un uso más intenso de la mayoría de las drogas durante sus relaciones y algunos admitieron hacerlo con la intención de que fueran más placenteras.

Asimismo, las mujeres bisexuales refirieron un consumo mayor de sustancias estupefacientes que las heterosexuales para mejorar sus relaciones.

Distintos efectos según la sustancia

El estudio también señala los diferentes resultados obtenidos según el tipo de droga consumido. Así, el MDMA y GHB/GHL, con efectos parecidos al alcohol, son los que han proporcionado a los usuarios las experiencias más positivas. Así, el primero se asoció al aumento de la intimidad, mientras que el segundo se vinculó al incremento del deseo sexual.

Además, el autor principal del estudio desaconsejó la mezcla de estas sustancias con alcohol o con otros depresores, recomendó no tomar más de un mililitro y contar con el consentimiento de la pareja antes de mantener relaciones sexuales.

FUENTE: www.20minutos.es

El científico Jan Tesarik ha señalado, a raíz de un artículo que ha realizado sobre las posibles soluciones de la fragmentación del ADN de los espermatozoides, que «existe una relación clara entre el tabaco e infertilidad masculina».

En una nota de prensa, Tesarik, coordinador de varios programas de investigación realizados en la Clínica Margen y la Universidad de Granada, ha indicado que esta fragmentación es «una de las principales causas de los problemas de fertilidad en los hombres fumadores».

En cuanto a efectos del tabaco en la fertilidad humana, el hombre es quien sale peor parado, según han confirmado otros dos estudios recientes, publicados por la revista ‘Reproductive Biomedicine Online’. El primero confirma los efectos negativos del tabaco sobre la función de los espermatozoides y, además, sugiere «un riesgo añadido», relativo al estado de salud de la descendencia de los hombres fumadores.

El segundo concluye que, en las mujeres, fumar «no parece comprometer ni la calidad de los óvulos ni la capacidad del útero para anidar los embriones».

Conforme a estos resultados, Tesrik ha indicado que «los hombres fumadores, además de tener menos probabilidades de tener hijos, pueden transmitir anomalías a la descendencia, no sólo vía la fragmentación de su ADN, sino también mediante mecanismos epigenéticos, mucho más sutiles y difíciles a detectar».

Por otro lado, «la ausencia de efectos negativos del tabaco sobre la fertilidad de las mujeres es bastante sorprendente y va en contra lo que hasta ahora se creía», ha agregado el experto, quien ha pedido «interpretarlos con precaución».

De acuerdo con el estudio, parece demostrado que las pacientes tratadas para donación de óvulos «no tienen mucho que perder si fuman durante su preparación para la transferencia de embriones». Sin embargo, según ha agregado Tesarik, «las pacientes tratadas para reproducción asistida con sus propios óvulos tienen que tener más cuidado».

En este sentido, los resultados publicados se refieren a donantes de óvulos, que son mujeres jóvenes con una buena función ovárica, y no se pueden extrapolar a mujeres con edades más avanzadas y con baja reserva ovárica.

En cualquier caso, ha concluido el doctor, «si la mujer sigue fumando durante su preparación para el tratamiento de reproducción asistida, debería parar después de la transferencia de los embriones, ya que los efectos negativos del tabaco sobre el desarrollo embrionario son bien conocidos».

FUENTE: www.europapress.es

– La sabiduría popular enseña que quienes están tomando antibióticos deben abstenerse de beber alcohol.

– A veces se afirma que la combinación puede producir reacciones negativas, en otros casos se dice que la bebida reduce o anula la eficacia de la medicación.

– La ciencia aclara cuánto hay de cierto en esas creencias y qué sucede realmente cuando una persona ingiere ambas sustancias.

La relación entre los antibióticos y el alcohol siempre ha sido complicada. O siempre ha estado, para decirlo mejor, rodeada de creencias y afirmaciones que han generado dudas y temores a lo largo del tiempo. Sobre todo si se tiene en cuenta que, según la última edición de la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES), publicada en diciembre de 2018, en nuestro país tres de cada cuatro personas beben alcohol: el 75,2 % de la población. «Beber alcohol si estás tomando antibióticos hace mal», dice alguien. «No hace mal -responde alguien más- pero anula el efecto de la medicación». ¿Qué tiene la ciencia para decir sobre esto?

Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, tomar un poco de alcohol cuando se están tomando antibióticos no representa un problema importante. Lo cual no quiere decir que la ingesta de alcohol sea recomendable durante un tratamiento con esta clase de fármacos. Por el contrario: lo mejor es evitarlo. Esto se debe a que el alcohol se metaboliza en el hígado, lo mismo que los antibióticos. En consecuencia, como debe ponerse a procesar el alcohol, el órgano tardará más en hacer lo mismo con la medicación.

Además de retrasar el tratamiento, ese «doble trabajo» del hígado puede ocasionar la acumulación de las toxinas propias de los antibióticos. Y más importante aún es que el consumo de alcohol reduce la eficacia del sistema inmune, tal como lo han demostrado numerosos estudios. Se supone que si alguien está tomando antibióticos es porque padece algún tipo de infección o enfermedad, ante las cuales lo deseable es que su sistema inmune pueda trabajar al máximo de sus posibilidades. Este es otro motivo por el cual conviene evitar las bebidas alcohólicas mientras dure esta clase de tratamientos.

Antibióticos que no se deben mezclar con alcohol

Pero no son un retraso en la acción del fármaco o la acumulación de toxinas las peores posibles consecuencias de mezclar antibióticos y alcohol. Esta combinación tiene efectos muy desagradables en el caso de ciertos antibióticos, como lo especifica un documento del National Health System (NHS), el sistema público de salud del Reino Unido. No están entre los más recetados, y por lo tanto son casos minoritarios, pero es importante prestar atención. Son los siguientes:

Metronidazol

De todos los antibióticos que causan problemas importantes con el alcohol, este es el único que se receta con cierta asiduidad. Se emplea sobre todo para el tratamieno de infecciones dentales o ginecológicas, así como también contra úlceras en las piernas o escaras. Si se consume alcohol cuando se ha administrado esta medicación, se produce el llamado «efecto disulfiram» (o «efecto antabús», dado que Antabus es la marca comercial más conocida con la que se distribuye ese medicamento).

Disulfiram

Se utiliza para el tratamiento contra el alcoholismo. Como inhibe la acción de la enzima que procesa los metabolitos más tóxicos del alcohol, su ingesta -incluso en cantidades muy pequeñas- provoca en apenas diez minutos los efectos más desagradables de una borrachera: rubor, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, dolor en el pecho, debilidad, visión borrosa, confusión, transpiración, asfixia, ansiedad y dificultades para respirar. Y ese mismo efecto es el que se produce al ingerir alcohol mientras se está tomando metronidazol.

Tinidazol

En general este medicamento se receta para el tratamiento de infecciones intestinales como la giardiasis y la amibiasis (causantes de diarrea, gases y retortijones de estómago) y para ciertas enfermedades de transmisión sexual, como la tricomoniasis. Su combinación con el alcohol también da lugar al «efecto disulfiram», cuya intensidad depende de las cantidades del fármaco y de alcohol que se hayan ingerido: puede durar desde 30 minutos hasta varias horas, en los cuadros más severos.

Linezolid

Este antibiótico sirve para combatir la neumonía e infecciones de la piel. Origina reacciones secundarias cuando se combina con una sustancia llamada tiramina, presente no solo en las bebidas alcohólicas (en particular, en la cerveza y el vino tinto), sino también en alimentos que han sido escabechados, ahumados o fermentados. Como resultado, se puede producir somnolencia, mareos, dificultad para concentrarse y episodios de hipertensión.

Isoniacida, rifampicina y pirazinamida

Se trata de antibióticos empleados sobre todo para el tratamiento de la tuberculosis (una enfermedad que en España tiene índices bajos, pero que está lejos de ser erradicada), pero también en el tratamiento de otros problemas. Son medicaciones muy agresivas para el hígado, por lo cual se desaconseja la ingesta de alcohol durante su administración.

Doxiciclina

Este fármaco, empleado para el tratamiento de diversas infecciones, es el que más resentida ve su eficacia farmacéutica a causa del consumo de alcohol. Solo en casos excepcionales provoca efectos graves (sueño, dolor de cabeza, calambres, desorientación, alteraciones del ritmo cardíaco e incluso alucinaciones), pero su acción puede resultar muy reducida, dado que el alcohol acelera la descomposición del fármaco y su eliminación del cuerpo.

El efecto de estos antibióticos es duradero, por lo cual los especialistas aconsejan dejar pasar al menos 48 horas, en el caso del metronidazol, y 72 horas, en el del tinidazol, para volver a consumir bebidas alcohólicas. Por otra parte, hay varios otros antibióticos, de uso poco frecuente, que pueden ser responsables del efecto disulfiram. Conviene consultar con el especialista que los receta sobre los posibles riesgos del consumo de alcohol durante el tratamiento.

Los riesgos de interrumpir la medicación

De todo lo expuesto se desprende que, aunque no es del todo inocuo, tomar una copa de vino al día o un par de cañas en un acontecimiento social -una fiesta, una cena especial, etc.- mientras se toman antibióticos no implica consecuencias de gravedad (con la excepción de los fármacos mencionados arriba o una recomendación específica del médico que emite la receta). Aunque también puede ser una buena medida evitar el alcohol durante todo el tiempo que dure el tratamiento, y hasta algunos días después, como ya se ha destacado.

Mucho peor que eso es discontinuar las dosis de la medicación, que es lo que hace mucha gente por pensar que es inútil tomarla con la frecuencia indicada dado que quedará «anulada» por el alcohol. En realidad, lo que sucede en esos casos es que las bacterias que provocan las infecciones conviven durante más tiempo con el antibiótico, lo que las convierte en superbacterias y, por ende, hace más difícil acabar con la enfermedad, tanto en la situación actual como en alguna infección futura.

FUENTE: www.eldiario.es

Un estudio mide el efecto de las dos drogas y confirma que este se acumula pero aparece muy pronto

El consumo de tabaco y alcohol deja su huella en los adolescentes casi desde el primer cigarrillo o el primer sorbo. Además, el daño de ambas drogas, que a menudo se consumen a la vez por las mismas personas, se acumula, según un estudio con información de la cohorte ALSPAC, que reúne datos de 14.000 adolescentes británicos y que ha publicado European Heart Journal.

Para llegar a la conclusión los investigadores, liderados por Marietta Charakida del University College de Londres, han medido la velocidad del pulso sanguíneo que va de la arteria carótida a la femoral (PWV) en jóvenes que no fuman ni beben, en los que fuman, los que beben y los que hacen ambas cosas. «Esta medida es la que se utiliza para estudiar el daño arterial y la rigidez de los vasos, por lo que resulta un marcador que nos aporta información sobre la posibilidad de desarrollar enfermedad arterial de manera más precoz», explica Vicente Arrate, presidente de la sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). De una manera resumida, los adolescentes que no beben ni fuman tienen una velocidad de este pulso de unos 5,7 metros por segundo de media. Si beben o fuman, este valor sube a alrededor de 5,8. “Uno de los puntos más significativos de este registro es que los que dejaron de fumar durante el seguimiento recuperaron su salud arterial”, detalla el cardiólogo.

Arrate aclara, sin embargo, que la relación entre esta forma de medir la rigidez arterial y los eventos cardiovasculares está muy estudiada en personas mayores y no en jóvenes. «Cuando hablamos de estos riesgos hablamos de probabilidades, y eso es muy difícil de determinar. Lo que está claro es que el efecto aparece desde las primeras copas y que si no se cambian los hábitos irá en aumento», añade. Con la PWV no sucede como con la tensión o el colesterol, donde hay límites para los valores que se consideran saludables, advierte Arrate. Pero la literatura ofrece algunas pistas, como un estudio sobre alzhéimer en el que se analizaban personas mayores y se ponía el corte en 12 metros por segundo, u otro del argentino Alejandro Díaz en el que establecía una media para el conjunto de la población de su país de 6,84, con una media de 5,04 para los menores de 19 años y de 9,01 para los mayores de 70.

Al margen de la cuestión numérica, el trabajo destaca otro aspecto. «En contra de lo que parecen creer, los adolescentes no son inmunes» al efecto de estas sustancias, como demuestra que ya haya anomalías en personas que llevan poco tiempo consumiendo las drogas (el estudio acaba cuando tienen 17 años y la edad de inicio está entre los 14 y los 15 años).

Pero la conclusión no es tanto médica, sino educativa y social. En España, por ejemplo, la última encuesta sobre consumo de drogas en estudiantes del Ministerio de Sanidad (Estudes), arroja que 1,2 millones de adolescentes reconocieron que habían tomado alcohol en 2016 y medio millón aseguraron que habían consumido tabaco. Eso quiere decir que hay entre 1,2 y 1,5 millones de adolescentes que ya están sufriendo este daño.

Sin embargo, Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón, destaca que a esas edades el daño es reversible: “Teniendo en cuenta que a estas edades es posible restaurar la rigidez arterial normal si se cesa el consumo, es importante tratar de hacer entender a los adolescentes cuanto antes que ser joven no le hace a uno inmune a la enfermedad cardiovascular”.

FUENTE: www.elpais.com

Puede producir sensaciones positivas como la desinhibición pero sobrepasar los límites puede interferir en la capacidad de tener sexo.

Expertos de Boston Medical Group han avisado de que la creencia de que su consumo de alcohol aumenta las relaciones sexuales es un mito, si bien han reconocido que un consumo moderado, lo que equivaldría a una dos copas, produce sensaciones positivas como la desinhibición.

«En el momento en que estos límites se sobrepasan, el hombre se libra de su timidez e incrementa la autoestima. Sin embargo, alcanzar este punto supone interferir en la capacidad de tener sexo. Al contrario de la creencia generalizada, el alcohol produce en los varones una interrupción de la erección al inhibir el buen funcionamiento del sistema nervioso central, por lo que directamente se disminuye la excitación y la respuesta sexual a la estimulación», han aseverado.

Así, la ingesta etílica provoca trastornos sexuales, produciendo disfunción eréctil transitoria en muchos casos. Un situación que, tal y como han recordado los especialistas, puede representar un fracaso para el hombre, con el peligro de que comience a desarrollar sentimientos de ansiedad que dificultan la respuesta de excitación sexual en el siguiente encuentro.

El problema se agrava si se establece un círculo vicioso que lleve al desarrollo permanente de impotencia en el varón, porque incrementa su preocupación por saber si tendrá o no una erección adecuada que finalmente tenga que ser tratada por un especialista.

De hecho, según datos de Boston Medical Group, el 62 % de los pacientes que acudieron a sus clínicas en España en los últimos cuatros años consumían alcohol. Por provincias, lo que representaban un porcentaje más alto son Orense (88%), Lugo (86%) y Pontevedra (84%).

«El 50 %de los hombres menores de 50 años puede tener problemas de erección en estado de embriaguez. El alcohol inhibe el buen funcionamiento del sistema nervioso central, por lo que si no se produce una correcta comunicación entre el estímulos, el cerebro y el sistema circulatorio se entorpece la llegada de la sangre al pene, dificultando la penetración y el coito», ha apostillado el director médico de Boston Medical Group, el doctor Benítez.

En ese sentido, el especialista ha señalado también que unos hábitos de vida poco saludables, como el abuso del alcohol o el tabaquismo, pueden tener a la larga consecuencias negativas en el correcto funcionamiento de otros órganos, ya que en ocasiones la disfunción eréctil es el primer síntoma de otras enfermedades como la hipertensión o problemas cardiovasculares.

FUENTE: www.heraldo.es

Utilizar el cannabis de manera terapéutica no equivale a fumarse un porro. Las evidencias científicas demuestran que el cannabis es «más perjudicial que beneficioso», como afirma Francina Fonseca, psiquiatra del Hospital del Mar de Barcelona y miembro de la Societat Catalana de Psiquiatria i Salut Mental de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya. «Causa más accidentes de tráfico, mayor riesgo de sufrir psicosis y más fracaso escolar», explica. Además, el 9% de quienes consumen marihuana desarrollarán una adicción a lo largo de los años, porcentaje que aumenta a un 25% cuando el consumo empieza en la adolescencia.

«Se ha demostrado que el cociente intelectual de los fumadores de marihuana es más bajo, algo a lo que se suman todos los riesgos asociados al tabaco, como el cáncer», añade Fonseca. Ahora bien, existen fármacos derivados del cannabis cuya efectividad sí está demostrada científicamente, como es el caso del Sativex (el único aprobado en España), que sirve para la espasticidad (o rigidez muscular) en pacientes con esclerosis múltiple que no han respondido de forma adecuada a otros medicamentos antiespásticos. En algunos estados de EEUU y Canadá es legal el preparado farmacéutico de nabilona (un cannabinoide sintético), que se utiliza para tratar las náuseas y vómitos generados por la quimioterapia. «El cannabis tiene 4.000 componentes –explica Fonseca–. El tetrahidrocannabinol (THC) es el que coloca más; el cannabidiol es el que tiene un efecto más sedante y relajante».

Es un argumento que refrenda Magí Farré, jefe de Farmacología Clínica del Hospital Universitari Germans Trias i Pujol (Badalona) y catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).»Los cannabinoides [compuestos derivados o presentes en la planta ‘Cannabis sativa’] están aprobados para uso terapéutico en algunos países. En EEUU, por ejemplo, el cannabidiol se utiliza para tratar algunas epilepsias infantiles resistentes. En este país hay hasta cuatro medicamentos con cannabinoides aprobados por la Food and Drug Administration (FDA). En EEUU, Canadá y Holanda, por ejemplo, es legal utilizar terapéuticamente la planta del cannabis, aunque sus indicaciones son menos estrictas. Se ha aprobado para la esclerosis múltiples, para el glaucoma o para el dolor crónico, entre otras», cuenta.

Prescripción

En estos países un médico puede prescribir cannabis para uso terapéutico. Así, con un cogollo de marihuana uno puede hacerse un té, un pastel o aceites. «No producen el colocón del porro». Según el tipo de dolencia, se recomienda un tipo de preparado u otro. «En España no es legal, debes obtenerlo por tu cuento o ir a un club cannábico para comprar marihuana. Yo estaría a favor de que se regulase porque en los países en los que es legal el uso terapéutico está demostrado que no aumenta el consumo de porros. Así, la marihuana es de mejor calidad y sin mercado negro», dice Farré, quien reconoce que también faltan ensayos clínicos para saber si el cannabis es realmente eficaz en enfermedades como la fibromialgia. «Con frecuencia el cannabis es la última alternativa terapéutica para muchos enfermos», concluye.

Como recuerda Antoni Mur, jefe del Pediatría del Hospital del Mar y miembro de la Societat Catalana de Pediatria del Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya, «el cannabis es de las drogas más consumidas» a nivel mundial. En España, es la cuarta droga más consumida, después del alcohol, el tabaco y los sedantes. «La consumen más chicos que chicas y la edad de inicio son los 18 años. Genera problemas de comportamiento, de relaciones, de aprendizaje, de memoria… Y, a veces, es un escalón para consumir otros tipos de drogas», relata Mur. Sin embargo, no considera negativo la legalización de esta droga. «Legalizar no implica fomentar el consumo. Legalizar permite acabar con la criminalidad que hay en torno a ella», opina. Para él, el consumo es un «tema educacional» y aquí es donde radica la importancia de los «ejemplos en casa». Si unos niños ven que sus padres fuman porros, tendrán más posibilidades de acabar fumándolos ellos también.

Pacientes con cáncer

El responsable de la unidad del dolor del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, Javier Medel, explica que si bien el cannabis no tiene efectos antitumorales (es decir, no cura el cáncer) sí puede tener efectos paliativos para tratar el dolor o las náuseas. Las unidades del dolor de Vall d’Hebron y el Hospital del Mar participaron hace años en un estudio sobre el Sativex. » Yo trato a pacientes con neuropatías [enfermedades del sistema nervioso] y con ellos no ha habido resultados espectaculares. El uso de este medicamento es más bien compasivo, es decir, para pacientes que no mejoran con nada más», dice Elisa Arbonés, anestesista y responsable de la unidad del dolor del Mar.

Álvaro Rodríguez-Lescure, oncólogo y vicepresidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), es más tajante al respecto: «No hay evidencias sólidas que avalen el cannabis como tratamiento estándar en pacientes con cáncer. Tampoco hay evidencias muy concluyentes de que sirva para el dolor o como antiemético [fármaco que impide el vómito o la náusea]».

Rodríguez-Lescure dice estar a favor de utilizar esta sustancia como arma terapéutica en programas de investigación, pero matiza que «mientras no haya evidencias sólidas, no tiene ningún sentido promover su uso terapéutico». «La marihuana contiene compuestos como el cannabidiol que pueden ser objeto de uso farmacológico, pero eso no equivale a que fumarse un porro tenga eficacia terapéutica y que por tanto haya que legalizarlo. Es una reducción simplista teñida de postureo político», concluye.

FUENTE: www.elperiodico.com

El consumo de cannabis se encuentra a nivel mundial en un momento de encrucijada, con diversos países donde se ha legalizado su uso recreativo y otros donde se está debatiendo. Un nuevo estudio releva las razones de por qué los riesgos de su consumo son distintos en los hombres y en las mujeres.

Esta nueva revisión de estudios en animales, publicada en Frontiers in Behavioral Neuroscience, ha revelado que las diferencias de sexo en respuesta al cannabis no son solo socioculturales, sino también biológicas. Para ello ha examinado la influencia de las hormonas sexuales, como la testosterona, el estradiol (estrógeno) y la progesterona, en el sistema endocannabinoide (las redes de células cerebrales que se comunican usando la misma familia de sustancias químicas que se encuentran en el cannabis, llamadas cannabinoides).

«Ha sido bastante difícil lograr que los animales de laboratorio se autoadministren cannabinoides como consumidores de cannabis —admite inicialmente Liana Fattore, coautora del estudio e investigadora principal del Consejo Nacional de Investigación de Italia y presidenta de la Sociedad Mediterránea de Neurociencia—. Sin embargo, los estudios en animales sobre los efectos de las hormonas sexuales y los esteroides anabólicos en el comportamiento de autoadministración de cannabinoides han contribuido mucho a nuestra comprensión actual de las diferencias sexuales en respuesta al cannabis».

Más diferencias según el sexo

Además de los antecedentes genéticos y las fluctuaciones hormonales, el informe pone de manifiesto una serie de importantes diferencias sexuales. Así, por ejemplo, los hombres tienen hasta cuatro veces más probabilidades de probar el cannabis y consumen dosis más altas con más frecuencia.

«Los esteroides sexuales masculinos aumentan el comportamiento de riesgo y suprimen el sistema de recompensa del cerebro, lo que podría explicar por qué los hombres son más propensos a probar drogas, incluido el cannabis —explica Fattore—. Esto es cierto tanto para los esteroides sexuales masculinos naturales como la testosterona y los esteroides sintéticos como la nandrolona».

Pero a pesar del menor consumo promedio de cannabis, las mujeres pasan de golpe al hábito más rápido que los hombres. De hecho, los hombres y las mujeres difieren no solo en la prevalencia y frecuencia del consumo de cannabis, el patrón y las razones de uso, sino también en la vulnerabilidad para desarrollar el trastorno por consumo de cannabis. «Las hembras parecen ser más vulnerables, a nivel neuroquímico, al desarrollar adicción al cannabis», explica Fattore.

«Los estudios en ratas muestran que la hormona femenina estradiol afecta el control del movimiento, el comportamiento social y el filtrado de la información sensorial en el cerebro, todos ellos objetivos de la toma de drogas, a través de la modulación del sistema endocannabinoide, cuya respuesta a su vez influye en la producción de estradiol —explica—. Específicamente, las ratas hembras tienen diferentes niveles de endocannabinoides y receptores más sensibles que los machos en áreas clave del cerebro relacionadas con estas funciones, con cambios significativos a lo largo del ciclo menstrual. Como resultado, las interacciones entre el sistema endocannabinoide y el nivel cerebral de dopamina, el neurotransmisor de placer y recompensa, dependen del sexo».

Edad y menstruación, factores que también influyen

La inconsistencia de las condiciones en estos estudios complica enormemente la interpretación de un papel ya complejo de las hormonas sexuales en el sistema endocannabinoide y la sensibilidad a los cannabinoides.

«Los efectos variaron según el cannabinoide específico estudiado, así como la cepa de los animales analizados y la duración de la exposición a la hormona —admite Fattore—. Sin embargo, los datos humanos hasta ahora son consistentes con la idea de que el estradiol regula la respuesta femenina a los cannabinoides. Al igual que en los animales, hombres y mujeres son diversos en su comportamiento genético y hormonal y procesan la información de manera diferente, perciben las emociones de diferentes maneras y su vulnerabilidad es distinta a desarrollar adicción a las drogas».

«Los niveles sanguíneos de las enzimas que descomponen los cannabinoides fluctúan a lo largo del ciclo menstrual de las mujeres, y los estudios de imagen muestran que los niveles cerebrales de los receptores de cannabinoides aumentan con el envejecimiento en las mujeres, reflejando en cada caso los cambios en los niveles de estradiol», añade.

Fattore cree que profundizar en la comprensión de las interacciones entre los cannabinoides y los esteroides sexuales es crucial para evaluar el impacto del aumento del consumo de cannabis y para hacer frente a las consecuencias.

«Los tratamientos de desintoxicación adaptados al género y las estrategias de prevención de recaídas para pacientes con adicción al cannabis son cada vez más solicitados. La optimización de los protocolos personalizados de prevención y tratamiento basados en la evidencia exige más investigación sobre la fuente de las disparidades sexuales en la respuesta al cannabis».

FUENTE: www.20minutos.es

Investigadores catalanes han identificado un mecanismo por el que el cannabis afecta a la capacidad que tienen las neuronas de responder frente a estímulos, modificando sus conexiones, y que es necesaria para procesos como el aprendizaje y la memoria, tras analizar sus efectos en ratones.

El estudio, publicado en la revista Biochemical Pharmacology y liderado por el investigador de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona Andrés Ozaita, ha mostrado cómo el principal componente psicoactivo del cannabis afecta a la maquinaria necesaria para mantener el balance de proteínas en el hipocampo, han explicado los investigadores en un comunicado.

Se analizaron las proteínas del hipocampo que presentaban alteraciones tres horas después de administrarse a los roedores una dosis amnésica del principal componente psicoactivo del cannabis, el tetrahidrocannabinol (THC).

Posteriormente vieron que estas proteínas estaban relacionadas con el proteasoma, que es un complejo proteico que se encarga de la degradación de las proteínas que no son necesarias, o están dañadas, facilitando su continuo recambio.

FUENTE: www.20minutos.es

Semillas seleccionadas genéticamente concentran un activo que llega a duplicar los niveles de pureza de hace una década.

La ‘maría’ que se fumaba hace diez años poco tiene que ver con la que se consume hoy en día. El Laboratorio de la Dependencia de Sanidad, encargado de analizar toda la droga que se incauta en Euskadi, detecta ya niveles de pureza del 25%, el doble que hace una década. La selección genética de las semillas, unida a la optimización del cultivo, ha generado variedades de plantas con una mayor concentración de THC (tetrahidrocannabinol), sustancia química que potencia los efectos psicoactivos de esta droga.

Una simple búsqueda por internet arroja una idea de cómo son estas nuevas cepas: la ‘ducksfoot’, con hojas palmeadas muy anchas que permiten disimular o camuflar la cosecha; la ‘filotaxis verticilada’, con la que se obtienen grandes cantidades de cannabis por planta; o la ‘moby dick’, que pertenece a aquellas que concentran grandes cantidades de THC.

El riesgo se centra en las variedades más potentes. «Muchos de los efectos adversos del cannabis dependen de la dosis, por lo que un aumento de la concentración hace que las conclusiones sobre la seguridad del consumo que se tienen puedan estar desfasadas en la actualidad», destaca la directora territorial de Sanidad en el País Vasco, Marisa Fidalgo. De hecho, se han dado nuevos derivados del cannabis con concentraciones de hasta el 60% de THC, que se fuman en pipa de agua y son extremadamente peligrosos.

Ideas paranoides

Las deficiencias cognitivas y los transtornos psiquiátricos son los efectos en la salud que más preocupan a los expertos. «Problemas de memoria, aprendizaje, concentración y atención son muy evidentes durante la intoxicación aguda. Dosis altas de THC pueden causar también síntomas psicóticos pasajeros, como alucinaciones o ideas paranoides».

El debate científico se centra ahora en si esos efectos pueden cronificarse. Una investigación de la Universidad del País Vasco y del Cibersam del Instituto Carlos III analizó el efecto del THC en ratones y encontró una relación entre el consumo de cannabis y la posibilidad de desarrollar ciertas enfermedades mentales.

La Sociedad Vasco Navarra para la Prevención del Tabaquismo alerta de que los jóvenes cada vez empiezan antes en el consumo de cannabis. Los peligros en la adolescencia son claros. Fumar droga a edades tempranas favorece la pérdida de inteligencia y las dificultades para mantener la atención, afecta a la capacidad de concentración y ocasiona serios problemas de memoria. Uno de cada tres pacientes atendidos por psicosis es consumidor habitual.

FUENTE: www.elcorreo.com

Beber alcohol y consumir MDMA al mismo tiempo es como tirar de tu cuerpo en dos direcciones opuestas.

En la mayoría de festivales de música, discotecas y otros lugares donde se abusa de la MDMA, también se suele consumir otra droga: el alcohol. Según Joseph J. Palamar, profesor adjunto de Salud Pública en el Langone Medical Center de la Universidad de Nueva York, en los últimos años se ha incrementado la mezcla de alcohol y MDMA. Sin embargo, cuando la gente toma pastillas y combinados, es posible que no se den cuenta de que esta combinación es más peligrosa que consumir cualquier otra droga sin mezclar.

“En primer lugar, ambas sustancias aumentan el riesgo de deshidratación”, comenta Tzvi Doron, físico en la ciudad de Nueva York y director clínico de Roman, una aplicación sobre salud masculina. “La MDMA incrementa la temperatura de tu cuerpo, la actividad muscular y te hace sudar más, mientras que el alcohol te hace perder fluidos porque provoca ganas de orinar. El riesgo de deshidratación es todavía mayor si estás bailando rodeado de gente, como se suele hacer en los festivales y discotecas”.

“Cuando la deshidratación es grave, esta puede desembocar en una deshidratación del compartimento neuronal, en la que hay una escasez de agua disponible en los nervios”, comenta James Giordano, profesor de Neurología y Bioquímica en el centro médico de la Universidad de Georgetown. “Los fluidos se extraen de las células del cerebro y es posible que estas dejen de funcionar, pudiendo provocar insuficiencia cardíaca, respiratoria o comas”.

Las propiedades diuréticas del alcohol, es decir, aquellas que hacen que vayas a mear constantemente, también son peligrosas cuando se combinan con el efecto secundario de la MDMA o la retención urinaria. “Al mismo tiempo que el alcohol te hace producir más orina, la MDMA te impide expulsarla, pudiendo provocar daños en el hígado o la vejiga e incrementar la toxicidad de la urea en la sangre”, informa Giordano. “En los casos más graves, la toxicidad de la urea puede provocarte un coma”.

“Además, los efectos combinados del alcohol y la MDMA en el sistema nervioso autónomo pueden ocasionar arritmias cardíacas o ritmos cardíacos anormales que pueden afectar a tu circulación y poner tus órganos en peligro”, añade Giordano.

“La combinación de ambas drogas puede suponer un doble revés para tu juicio”, informa Doron. “El alcohol, al ser depresivo, afecta a las capacidades motoras y puede aumentar la peligrosidad de algunas tareas, como la conducción. Sin embargo, la MDMA es un estimulante, por lo que puede mantenerte despierto y hacerte sentir capaz de realizar algunas tareas, aunque no lo seas”.

“Los efectos del alcohol en el juicio y la coordinación continúan aunque se combinen con la MDMA”, explica Doron. “Esto puede provocar una situación especialmente peligrosa en la que la gente piense que está más capacitada de lo que realmente está”. A su vez, Palamar sostiene que las drogas como la MDMA también pueden hacerte calcular erróneamente la cantidad de alcohol que puedes tolerar y aumentar las posibilidades de pasarte con la bebida.

“Las consecuencias de combinar alcohol y MDMA pueden durar más que los efectos de las drogas. Las propiedades depresivas del alcohol pueden intensificar el temido ‘bajón’ de la MDMA al final de la noche, en el que dejas de segregar serotonina y sientes depresión, ansia o irritabilidad”, comenta Giordano. “Al día siguiente, puedes levantarte con dos resacas a la vez, como si no fuera suficiente con el enfado y la apatía propios de la resaca de MDMA”.

Mucha gente cree equivocadamente que el alcohol no es una droga, al menos no una de la que deberían estar preocupados al consumirla. De esta manera, lo mezclan de manera inconsciente con cualquier cosa, pero el alcohol interactúa con las drogas recreativas de la misma forma que con cualquier otra sustancia. Cuanto más fuerte es el alcohol que consumes, peores son los efectos. “A mayor graduación, mayor potencia”, avisa Giordano. Y, por supuesto, cuanta mayor cantidad de cada droga consumas, mayor riesgo.

Obviamente, tanto el alcohol como la MDMA son peligrosos incluso en solitario, pero si los vas a consumir, lo más seguro es hacerlo por separado. Además, tomes lo que tomes, asegúrate de beber agua para evitar la deshidratación.

FUENTE: www.vice.com