El deterioro mental perceptible en los alcohólicos tiene poco que ver con esa asentada leyenda urbana.

Huelga decir que de ninguna manera estamos respaldando el consumo de alcohol. El alcohol daña casi todos los órganos vitales de nuestro cuerpo. Pero solo para dejar de lado esta leyenda urbana, el alcohol no ha matado ni mata neuronas. El alcohol afecta más bien a las conexiones neuronales del cerebelo, zona de la que dependen el aprendizaje y la coordinación motora. Pero, como se puede comprobar en las autopsias, los encéfalos de los abstemios y los adictos a la botella tienen el mismo número de neuronas. Es su calidad, no la cantidad, lo que sufre con las borracheras.

¿De dónde procede este mito?

El mito que afirma que el alcohol mata las células cerebrales se remonta a tiempos lejanos y, sobre todo, está relacionado con la aprobación de la 18ª Enmienda en Estados Unidos, cuando el movimiento de la Templanza comenzó a difundir el rumor de que el consumo de alcohol mataba nuestras valiosas neuronas.

Debido a la lentitud del movimiento, la dificultad para hablar y simplemente la torpeza de los borrachos, este rumor fue ampliamente aceptado como un hecho y se extendió como un reguero de pólvora. De hecho, no fue hasta 1993, exactamente 60 años después de la derogación de la Ley de Prohibición, que la ciencia finalmente pudo concluir sin ninguna duda que el alcohol no mataba las neuronas. Básicamente los investigadores compararon las neuronas de los alcohólicos con los no bebedores y no encontraron diferencias notables.


Según José Manuel Moltó, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), ‘durante décadas los neurocientíficos pensábamos que el número de neuronas se estabilizaba tras el desarrollo prenatal y postnatal y que empezaba un lento declive que algunas cosas como los tóxicos podían agudizar. En la década de 1960 descubrimos, sin embargo, que se forman nuevas neuronas en el encéfalo a lo largo de la vida adulta a partir de células madre. Estas nuevas neuronas están en localizaciones determinadas y no sustituyen a las que pueden perderse como resultado de un accidente o de una enfermedad neurodegenerativa. No obstante se supone que son imprescindibles para procesos tales como la memoria’.

Cuando el alcohol llega al cerebro, desactiva la función al dañar el tejido conectivo al final de las neuronas. Esto interrumpe la comunicación entre las neuronas y hace que sea más difícil para un individuo concentrarse o completar tareas menores. Sin embargo, nuestros cuerpos son increíblemente resistentes y en su mayor parte ‘perdonan’ las obras de la naturaleza. Este alboroto celular inducido por el alcohol causa un daño menor y definitivamente no da como resultado la muerte de la neurona.

Ahora bien, aunque el alcohol no mate las neuronas, pues para aniquilar cualquier tipo de célula, se necesitan altísimas concentraciones de alcohol –próximas al 100%–, y empezamos a emborracharnos a partir de un nivel en sangre del 0,1%, sí mata a millones de personas cada año. De ahí que pedimos que no se vea este artículo como una excusa para beber en exceso. Como todo en esta vida, lo importante es la moderación.

El consumo de alcohol altera la estructura y la función de las neuronas en un área del cerebro llamada cuerpo estriado dorsomedial, una región del cerebro que impulsa comportamientos dirigidos a objetivos, y el alcohol da como resultado «alteraciones persistentes de la morfología neuronal» en esta zona.

Modifica la estructura de las neuronas

Los estudios han determinado que el alcohol cambia la estructura física de las neuronas espinosas medianas, el tipo principal de célula en el cuerpo estriado. Estas neuronas pueden facilitar o inhibir la realización de comportamientos específicos debido a uno de los dos tipos de receptor de dopamina: D1 o D2. El consumo periódico de grandes cantidades de alcohol actúa sobre las neuronas D1, lo que las hace mucho más excitables y, por lo tanto, se activan con menos estimulación.

FUENTE: www.muyinteresante.es

El alcohol puede acelerar la deshidratación del cuerpo, que sí afecta al cerebro. Sin embargo, si en un día de copas de más se acompañan estas con agua, el daño no será el mismo. Además de la deshidratación, el estrés, el tabaco, dormir poco, la cocaína… sí que son enemigos mortales de las neuronas.

Contrariamente a la creencia popular, no tenemos un suministro limitado de neuronas. La mayoría de estas aparecen en los primeros años de nuestra vida, pero en algunas áreas del cerebro continúan apareciendo en la etapa adulta en un proceso llamado conocido como neurogénesis, que es como se conoce al nacimiento de nuevas neuronas. El hipocampo es una de estas áreas, y es también una de las más importantes del cerebro, desempeñando importantes papeles en la memoria, la emoción y el aprendizaje. Pero a medida que envejecemos, una serie de factores compiten con la neurogénesis y matan las células cerebrales. Muchos creen que el consumo de alcohol es un hábito que acelera este proceso, pero lo cierto es que no es así y que hay otros que sí son fatales para las neuronas.

Dormir poco

Desde la National Sleep Foundation recomienda que la mayoría de los adultos deben mantener un hábito de sueño que comprenda entre siete y nueve horas cada noche. Esto da a nuestros cerebros suficiente tiempo para moverse a través de las etapas del sueño, que gradualmente se vuelven más profundas, y terminan en sueño REM  antes de comenzar de nuevo. Llegar al sueño REM es importante porque es durante este tiempo que el cerebro está trabajando duro tanto para mantenernos dormidos mientras que también activa algunas regiones responsables, por ejemplo, del aprendizaje. Esto es cuando los recuerdos se consolidan y almacenan, y los niveles de energía se reponen. No debe sorprendernos pues, que alguien que constantemente duerma pocas horas tenga más dificultades para concentrarse, tomar decisiones y comprometerse en situaciones de aprendizaje y sociales. Un estudio reciente muestra cómo estos efectos van asociados a un daño cerebral en el tiempo. En el estudio se encontró que las neuronas en la región productora de energía del cerebro llamada locus coeruleus (locus cerúleo) comenzaron a morir a causa de la vigilia prolongada. Sin estas células para producir energía, nuestros cuerpos son incapaces de funcionar correctamente al día siguiente. Otro estudio encontró que la privación del sueño podría causar una contracción en la corteza cerebral y el hipocampo, especialmente en adultos mayores de 60 años, lo que sugiere que el sueño se vuelve cada vez más importante a medida que envejecemos.

Fumar

Está demostrado que provoca cáncer, bronquitis crónica hasta el enfisema, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares… e incluso la muerte y una menor producción de neuronas. En un estudio realizado en 2002 por el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia, los científicos descubrieron que las ratas adictas a la nicotina generaban un 50% menos de neuronas en el hipocampo. Aquellas que tomaron dosis más altas de nicotina también experimentaron un porcentaje de muerte neuronal superior. Otro estudio encontró un compuesto en los cigarrillos, llamado NNK, podría causar una respuesta exagerada en los glóbulos blancos del cerebro, obligándolos a atacar a las células cerebrales sanas también.

Deshidratación (no el alcohol en sí)

De aquí surge la percepción errónea de que el alcohol en sí mata neuronas, cuando no es así. Esto procede del hecho de que el alcohol en exceso desencadena toda una serie de procesos corporales. Uno de ellos es que acelera y multiplica las veces que hay que acudir al baño. Cuanto más se bebe, el alcohol suprime la hormona vasopresina, conocida como hormona antidiurética, que es responsable de retener el agua en el cuerpo. Esto hace que nuestros cuerpos no puedan sostener nuestra orina en el cuerpo y la expulsen más rápidamente, acelerando el proceso de deshidratación (y una peor resaca). Teniendo en cuenta que el 75% del cerebro está formado por agua, es recomendable, no ya evitar el exceso de alcohol, sino mantener el cuerpo correctamente hidratado, algo que se haría extensible a una noche de exceso de copas.

Estrés

En personas con niveles de estrés elevados, los niveles de cortisol pueden ser tan excesivos que el cerebro termina generando más células productoras de mielina y menos neuronas, según un estudio reciente. En los casos más graves, esto puede desembocar en episodios de esquizofrenia y trastornos de ansiedad.

Cocaína y otros estupefacientes

Mientras que la marihuana no mata neuronas, sí que otras sustancias como la cocaína, metanfetamina o el MDMA sí que lo hacen, según la Drug Enforcement Administration. Los investigadores creen que este daño a las células cerebrales es lo que conduce a la adicción a las drogas, ya que el usuario encuentra progresivamente más difícil sentirse bien por sí mismo.

FUENTE: www.20minutos.es

Observad a alguien después de haber tomado un par de copas, y encontraréis una clara evidencia de que el alcohol hace algo a su cerebro. Tropiezan, mezclan sus palabras, pierden el control de sus emociones, y se olvidan las cosas.

Algunas personas han tratado de explicar este comportamiento como consecuencia de la muerte celular causada por el alcohol. A menudo, se empaqueta como un hecho real que se resume en “Tres cervezas matan a 10.000 células cerebrales.”

Pero, ¿es esto cierto?

No. El alcohol hace daño a algunas de nuestras 86 mil millones de células cerebrales, o neuronas, que envían mensajes eléctricos y químicos al cerebro y de aquí a otras partes del cuerpo.

El alcohol etílico puede matar a células y microorganismos. Esto es lo que lo convierte en un eficaz antiséptico. Afortunadamente, cuando tomamos bebidas alcohólicas, nuestro cuerpo trata de no dejar que todo ese etanol circule por nuestro cuerpo sin ser controlado. Las enzimas en el hígado lo convierten primero en acetaldehído (que es altamente tóxico) y luego en acetato, que se descompone en agua y dióxido de carbono y se elimina a través de nuestro cuerpo.

Cuando el hígado hace horas extra

Pero el hígado no puede funcionar tan rápido, el procesamiento de aproximadamente 35,4 cl de cerveza, 177 ml de vino o 44,5 ml de licores destilados le lleva una hora. Si bebemos tan rápido que no dejamos a nuestro hígado mantener el ritmo, el exceso de alcohol se cuela en la sangre y viaja a través del cuerpo hasta que éste pueda ser procesado.

Cuando este alcohol llega al cerebro, no mata las células. Lo que hace es inhibir la comunicación entre las dendritas o conexiones de ramificación en los extremos de las neuronas que envían y reciben información entre las neuronas, en una parte del cerebro involucrada en la coordinación motora. Esta mala comunicación da cómo resultado algunos de los impedimentos típicos de la intoxicación.

Investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis encontraron que el alcohol, incluso cuando se aplica directamente a las neuronas, no las mata. Simplemente interfiere con la forma en la que transmiten información.

Síndrome de Wernicke-Korsakoff

Algunos alcohólicos pueden experimentar la muerte de neuronas, como parte de un trastorno cerebral llamado síndrome de Wernicke-Korsakoff. En estos casos, la evidencia sugiere una vez más que la enfermedad y la muerte celular no son causadas ​​por el alcohol en sí mismo, sino un por una deficiencia de tiamina y la malnutrición que en general a menudo va de la mano del alcoholismo.

Para los bebedores moderados, una serie de estudios realizados en los últimos 15 años sugieren que, lejos de matar a las células del cerebro, un poco de alcohol está asociado a un menor riesgo de deterioro cognitivo y demencia.

FUENTE: www.supercurioso.com