España quiere equiparar todos los productos relacionados con el tabaco por ser perjudiciales y atraer a nuevos consumidores, pero en Suecia las bolsas con tabaco que se chupa han contribuido a reducir los cigarrillos de combustión.

Al igual que el consumo de ‘vapers’ u otros productos relacionados con el tabaco, se está extendiendo por España y otros países el consumo de bolsitas de nicotina, también conocidas como ‘nicotine pouches’. Se trata de unos saquitos con polvos, que se colocan entre el labio superior y la encía y que, a base de chuparlas, desprenden nicotina, pero sin tener que encender un cigarrillo.

Los populares ‘snus’ suecos, que han inspirado las bolsitas con nicotina, están prohibidos en la UE porque contienen tabaco, pero sus ‘hermanas’ con solo nicotina nadan en la alegalidad, por lo que pueden ser adquiridas en cualquier establecimiento y a través de internet.

Y su expansión ha abierto, de nuevo, el debate sobre si es mejor fomentar las nuevas formas de consumir tabaco o nicotina, menos dañinas para la salud, con el objetivo de facilitar la deshabituación de los fumadores de los cigarrillos convencionales, o hay que batallar contra todos los productos, puesto que pueden atraer a nuevos consumidores y no son inocuos para la salud.

España ha optado por la segunda opción, a través del Plan antitabaco aprobado recientemente con las comunidades, pero otros países como Reino Unido, Suecia, Grecia o Nueva Zelanda fomentan los nuevos productos como parte de su estrategia para reducir el número de fumadores convencionales.

Los perjuicios

El Gobierno español cuenta con el apoyo del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), formado por decenas de sociedades médicas y asociaciones, que lleva años reclamando que se endurezca la ley del tabaco para lograr lo que se consiguió cuando se aprobó, allá por 2010: una reducción del número de fumadores.

El CNPT se opone a promocionar los nuevos productos relacionados con el tabaco porque considera que se trata de una “trampa” y de una “estrategia de marketing” de la industria tabacalera que sirvan para reducir el número de fumadores y, por el contrario, a su juicio, atraen a nuevos consumidores jóvenes, a través de los sabores y formatos más novedosos, al mundo del tabaco.

Además, según advierten, son perjudiciales para la salud. En concreto, avisan de que las bolsitas de nicotina provocan adicción, tienen efectos negativos a nivel cardiovascular y numerosos estudios relacionan la nicotina y el cáncer.

Las bondades

Del lado contrario, la industria y los médicos españoles disidentes y defensores de promocionar los productos menos dañinos que el tabaco convencional, agrupados en la Plataforma para la Reducción del Daño por Tabaquismo, blanden el ejemplo Sueco, que puede convertirse en el primer país del mundo en ser considerado “libre de humo”, etiqueta que la OMS otorga a los Estados en los que menos del 5% de población fuma cigarrillos de combustión.

El éxito se basa en que el Gobierno sueco ha hecho fuertes campañas contra el tabaco de combustión, lo que ha provocado que buena parte de los fumadores o hayan abandonado el nocivo hábito, o se hayan pasado al vapeo o a los ‘snus’, un producto tradicional en los países escandinavos.

La ventaja de las bolsitas de nicotina, con o sin tabaco, es que no emiten humo y, por tanto, no son perjudiciales para el entorno del consumidor. En este contexto, destaca que la incidencia de cáncer en Suecia sea un 41% inferior a la media europea.

FUENTE: elperiodico.com

El científico Jan Tesarik ha señalado, a raíz de un artículo que ha realizado sobre las posibles soluciones de la fragmentación del ADN de los espermatozoides, que «existe una relación clara entre el tabaco e infertilidad masculina».

En una nota de prensa, Tesarik, coordinador de varios programas de investigación realizados en la Clínica Margen y la Universidad de Granada, ha indicado que esta fragmentación es «una de las principales causas de los problemas de fertilidad en los hombres fumadores».

En cuanto a efectos del tabaco en la fertilidad humana, el hombre es quien sale peor parado, según han confirmado otros dos estudios recientes, publicados por la revista ‘Reproductive Biomedicine Online’. El primero confirma los efectos negativos del tabaco sobre la función de los espermatozoides y, además, sugiere «un riesgo añadido», relativo al estado de salud de la descendencia de los hombres fumadores.

El segundo concluye que, en las mujeres, fumar «no parece comprometer ni la calidad de los óvulos ni la capacidad del útero para anidar los embriones».

Conforme a estos resultados, Tesrik ha indicado que «los hombres fumadores, además de tener menos probabilidades de tener hijos, pueden transmitir anomalías a la descendencia, no sólo vía la fragmentación de su ADN, sino también mediante mecanismos epigenéticos, mucho más sutiles y difíciles a detectar».

Por otro lado, «la ausencia de efectos negativos del tabaco sobre la fertilidad de las mujeres es bastante sorprendente y va en contra lo que hasta ahora se creía», ha agregado el experto, quien ha pedido «interpretarlos con precaución».

De acuerdo con el estudio, parece demostrado que las pacientes tratadas para donación de óvulos «no tienen mucho que perder si fuman durante su preparación para la transferencia de embriones». Sin embargo, según ha agregado Tesarik, «las pacientes tratadas para reproducción asistida con sus propios óvulos tienen que tener más cuidado».

En este sentido, los resultados publicados se refieren a donantes de óvulos, que son mujeres jóvenes con una buena función ovárica, y no se pueden extrapolar a mujeres con edades más avanzadas y con baja reserva ovárica.

En cualquier caso, ha concluido el doctor, «si la mujer sigue fumando durante su preparación para el tratamiento de reproducción asistida, debería parar después de la transferencia de los embriones, ya que los efectos negativos del tabaco sobre el desarrollo embrionario son bien conocidos».

FUENTE: www.europapress.es

Un estudio mide el efecto de las dos drogas y confirma que este se acumula pero aparece muy pronto

El consumo de tabaco y alcohol deja su huella en los adolescentes casi desde el primer cigarrillo o el primer sorbo. Además, el daño de ambas drogas, que a menudo se consumen a la vez por las mismas personas, se acumula, según un estudio con información de la cohorte ALSPAC, que reúne datos de 14.000 adolescentes británicos y que ha publicado European Heart Journal.

Para llegar a la conclusión los investigadores, liderados por Marietta Charakida del University College de Londres, han medido la velocidad del pulso sanguíneo que va de la arteria carótida a la femoral (PWV) en jóvenes que no fuman ni beben, en los que fuman, los que beben y los que hacen ambas cosas. «Esta medida es la que se utiliza para estudiar el daño arterial y la rigidez de los vasos, por lo que resulta un marcador que nos aporta información sobre la posibilidad de desarrollar enfermedad arterial de manera más precoz», explica Vicente Arrate, presidente de la sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). De una manera resumida, los adolescentes que no beben ni fuman tienen una velocidad de este pulso de unos 5,7 metros por segundo de media. Si beben o fuman, este valor sube a alrededor de 5,8. “Uno de los puntos más significativos de este registro es que los que dejaron de fumar durante el seguimiento recuperaron su salud arterial”, detalla el cardiólogo.

Arrate aclara, sin embargo, que la relación entre esta forma de medir la rigidez arterial y los eventos cardiovasculares está muy estudiada en personas mayores y no en jóvenes. «Cuando hablamos de estos riesgos hablamos de probabilidades, y eso es muy difícil de determinar. Lo que está claro es que el efecto aparece desde las primeras copas y que si no se cambian los hábitos irá en aumento», añade. Con la PWV no sucede como con la tensión o el colesterol, donde hay límites para los valores que se consideran saludables, advierte Arrate. Pero la literatura ofrece algunas pistas, como un estudio sobre alzhéimer en el que se analizaban personas mayores y se ponía el corte en 12 metros por segundo, u otro del argentino Alejandro Díaz en el que establecía una media para el conjunto de la población de su país de 6,84, con una media de 5,04 para los menores de 19 años y de 9,01 para los mayores de 70.

Al margen de la cuestión numérica, el trabajo destaca otro aspecto. «En contra de lo que parecen creer, los adolescentes no son inmunes» al efecto de estas sustancias, como demuestra que ya haya anomalías en personas que llevan poco tiempo consumiendo las drogas (el estudio acaba cuando tienen 17 años y la edad de inicio está entre los 14 y los 15 años).

Pero la conclusión no es tanto médica, sino educativa y social. En España, por ejemplo, la última encuesta sobre consumo de drogas en estudiantes del Ministerio de Sanidad (Estudes), arroja que 1,2 millones de adolescentes reconocieron que habían tomado alcohol en 2016 y medio millón aseguraron que habían consumido tabaco. Eso quiere decir que hay entre 1,2 y 1,5 millones de adolescentes que ya están sufriendo este daño.

Sin embargo, Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón, destaca que a esas edades el daño es reversible: “Teniendo en cuenta que a estas edades es posible restaurar la rigidez arterial normal si se cesa el consumo, es importante tratar de hacer entender a los adolescentes cuanto antes que ser joven no le hace a uno inmune a la enfermedad cardiovascular”.

FUENTE: www.elpais.com

Fumar es malo, muy malo, para la salud. No en vano, infinidad de estudios han demostrado que el tabaco es, simple y llanamente, el principal factor de riesgo para sufrir una muerte prematura. Tal es así que si queremos vivir muchos años y con salud, lo primero que hay que hacer es no empezar a fumar o, en su caso, dejarlo. Por ejemplo, para no sentir que nos falta el aliento –literalmente– cada vez que subamos unas escaleras o realicemos cualquier otra actividad física. Y es que el humo del tabaco es muy nocivo para los pulmones. Pero aún hay más. Como muestra un estudio internacional dirigido por investigadores de la Universidad de California en San Diego (EE.UU.), el humo del tabaco también destruye los vasos sanguíneos que portan oxígeno y nutrientes a los músculos de las piernas, reduciendo así notablemente nuestra capacidad para hacer ejercicio.

Como explica Ellen Breen, directora de esta investigación publicada en la revista «The Journal of Physiology», «es de vital importancia que la población sea consciente de que el consumo de cigarrillos tiene consecuencias muy nocivas por todo el organismo, incluidos los grupos de grandes músculos necesarios para la vida diaria, y que desarrollemos estrategias para detener el daño desencadenado por los componentes lesivos del humos del tabaco».

Más allá de los pulmones

Es bien sabido que la capacidad de ejercicio de los fumadores se ve notablemente reducida porque el tabaco causa que sus músculos sean menos ‘funcionales’. O lo que es lo mismo, que sean más ‘débiles’. ¿La razón? La inflamación que provoca el humo de los cigarrillos en los pulmones, que se ven progresivamente destruidos y, por ende, incapaces de enviar los necesarios aportes de oxígeno al resto de órganos y tejidos. Pero, ¿esto es ‘todo’ o hay alguna razón más?

Para responder a esta pregunta, los autores recurrieron a un modelo animal –ratones–. Y lo que hicieron fue exponerlos durante ocho semanas al humo del tabaco, ya fuera ‘gaseando’ sus jaulas de forma continuada o inyectándoles una solución salina repleta de burbujas con humo de cigarrillos. ¿Y qué pasó? Pues que el humo dañó directamente el sistema muscular de los animales al reducir la cifra de vasos sanguíneos que irrigan los músculos de las extremidades inferiores. Y cuanto menor es esta vasculatura, menor será la cantidad de oxígeno y nutrientes que lleguen a los músculos. Un perjuicio, además, que podría tener consecuencias más graves, si cabe, que la disminución de la capacidad de realizar ejercicio físico.

Como apuntan los autores, «esta reducción en el aporte oxígeno y nutrientes puede tener un impacto sobre el metabolismo y los niveles de actividad, los cuales son factores de riesgo bien conocidos para el desarrollo de muchas enfermedades crónicas, caso de la diabetes y de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica».

Hacen falta más estudios

En definitiva, el tabaco disminuye nuestra capacidad de ejercicio no solo porque deteriore los pulmones, sino porque también provoca un daño directo sobre los músculos. Pero, de los más de 4.000 compuestos químicos que se encuentran en el humo de los cigarrillos, ¿cuáles son los responsables de este daño? Pues la verdad es que no se sabe. De hecho, ni siquiera se conocen los mecanismos moleculares que se encuentran detrás de este daño –y no sabiendo cuáles son, no se pueden diseñar medidas para paliarlos–. Por tanto, hacen falta más estudios.

Como concluyen los autores, «la identificación de los productos químicos responsables es un aspecto clave que debe ser evaluado en ulteriores investigaciones, en las que también se deberán analizar los procesos por los que reducen el número de vasos sanguíneos».

FUENTE: www.abc.es

Los fumadores tienen un riesgo tres veces mayor de padecer una enfermedad coronaria que el resto de la población

Dejar de fumar es uno de los propósitos recurrentes de los adictos al tabaco. El 59% ha intentado abandonarlo en algún momento y muchos han probado hasta en 30 ocasiones, pero el objetivo no es fácil de alcanzar y solo un 8% consigue desprenderse definitivamente del hábito, y muchos han necesitado ayuda médica.

La idea de tener que afrontar un día sin tabaco puede ser terrorífica para algunos fumadores, aún a sabiendas de que es una compañía perniciosa. Por eso, a falta de abandono total, reducir el consumo es una estrategia que cuenta con multitud de seguidores, y algunos hasta se proponen fumar un solo cigarrillo al día con la convicción de que la cantidad es tan pequeña que quizás no amenace a la salud y —sin duda– no obliga a prescindir totalmente del vicio.

Pero, ¿es un objetivo realista o una simple ilusión? ¿De verdad es inocuo un solo pitillo? La opinión de los expertos es unánime (y un jarro de agua fría para los que se las prometían felices con la idea del cigarro único): ni se puede permanecer mucho tiempo fumando tan poco y, además, sigue siendo malo para la salud.

La recaída puede ser peor

«El tabaco contiene sustancias tan adictivas que impiden que el fumador pare en un cigarrillo y tenga que fumar cada vez más. Quienes intentan reducir el consumo y limitarse a tres cigarros, al poco tiempo vuelven a fumar más», expone el psicólogo José Elías Fernández, del Centro Joselías. Además, el exfumador que cae en la trampa de fumar un pitillo en una ocasión señalada, «vuelve al hábito con la misma intensidad o más que antes», sentencia.

No es una consecuencia de falta de voluntad, sino de la acción de los receptores nicotínicos, que se desarrollan a medida que se va fumando y cada vez piden más. «Si no fuese así, el tabaco no crearía adicción», comenta el psicólogo. Pero lo más fuerte está en nuestra psique, y prueba de ello es que, según Fernández, «la adicción psíquica llega hasta el extremo de que muchos fumadores no dicen quiero dejarlo totalmente, sino que quiero fumar menos». Es el relato de un fracaso anunciado.

No existe un umbral seguro

El plan también hace aguas desde un enfoque saludable. Regina Dalmau, presidenta del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) y miembro de la Fundación Española del Corazón, es categórica: «Cualquier cantidad es mala». Y argumenta: «Si el tabaquismo pasivo es malo y aumenta entre un 30 al 40% el riesgo de sufrir un infarto o un ictus, también es perjudicial fumar un cigarrillo debido a la exposición directa a los compuestos tóxicos del tabaco».

El riesgo de tener un problema cardiovascular o de desarrollar un tumor maligno siempre está ahí porque «no existe un umbral seguro. El tabaco es una sustancia tóxica a cualquier nivel de exposición», insiste la cardióloga.

Tampoco llevar poco tiempo fumando es un talismán contra los efectos nocivos porque «aunque para algunas enfermedades pulmonares suele existir un tiempo de latencia —aparecen después de años de consumo—, para los problemas cardiovasculares solo es cuestión de que un pitillo afecte a una placa de ateroma [acumulación de grasa en las arterias] y se desencadene el ataque».

Un solo cigarro también puede generar adicción

En la misma línea se posiciona el oncólogo Javier Castro, presidente de ICAPEM (Asociación para el estudio del cáncer de pulmón en mujeres de la Sociedad Española de Oncología Médica, que tras admitir que «es evidente que cuanto mayor es el consumo en tiempo y en cantidad mayor es el riesgo, hace hincapié en la vulnerabilidad individual y en la capacidad que tiene cada persona para eliminar las sustancias tóxicas del tabaco».

Por todo, «no se puede establecer una recomendación de que una cantidad pequeña será segura porque hay personas vulnerables incluso a exposiciones muy bajas». Y lo comprueba en su consulta, cuando muchos pacientes preguntan cómo pueden tener cáncer de pulmón si fuman muy poco. «Realmente esto sucede y un 20% de los tumores se desarrollan en gente que no ha fumado o lo ha hecho muy poco», asegura Castro.

El oncólogo también desmonta la ilusión de quienes se aferran a la idea de que con voluntad serán capaces de mantener el consumo bajo mínimos porque «fumar uno o dos cigarrillos y creer que es una cantidad que no crea adicción es falso», tan falso como pensar «el riesgo de tener una enfermedad cardiaca o vascular es veinte veces más bajo fumando un solo cigarrillo que un paquete», añade Dalmau.

Evidencia aplastante

Con todo, aún quedarán muchos escépticos que consideren exageradas las advertencias de estos profesionales y a los que la ciencia da la razón con datos numéricos. Un reciente artículo publicado en el Bristish Medical Journal concluye que «fumar solo un cigarrillo al día tiene un riesgo mucho mayor de desarrollar enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular de lo esperado, la mitad del riesgo de fumar 20 pitillos por día». Los fumadores tienen un riesgo tres veces mayor de padecer este tipo de enfermedades que las personas que no fuman, afirman desde la Fundación Española del Corazón (FEC).

Para llegar a este dato, un equipo de investigadores dirigidos por el profesor Allan Hackshaw, del Cancer Research UK y el University College London, revisaron los resultados de 141 estudios (comprendidos entre los años 1946 y 2015) y calcularon los riesgos de fumar uno, cinco o veinte pitillos al día. Descubrieron que los hombres que fumaban un cigarrillo diario tenían el 46% de riesgo de enfermedad cardiaca del riesgo asociado a fumar 20 cigarrillos y un 41% del riesgo de tener un ictus fumando un paquete. El riesgo es ligeramente menor en las mujeres (31% para enfermedad cardiaca y un 34% para ictus). Esto es, para la salud cardiovascular es casi tan malo fumar un solo pitillo como fumar 10.

«La enfermedad cardiovascular, y no el cáncer, es el mayor riesgo de mortalidad por fumar, causando aproximadamente el 48% de las muertes prematuras relacionadas con el tabaquismo», dicen los autores, que recalcan que no existe un nivel seguro de consumo de tabaco para las enfermedades cardiovasculares. «Los fumadores deberían dejar de fumar en lugar de reducir el consumo, utilizando ayudas apropiadas para lograrlo».

Aunque las enfermedades cardiovasculares supongan mayor riesgo, las probabilidades de sufrir un cáncer también aumentan. Lo dicen las conclusiones de otra investigación, publicada en la revista Jama Internal Medicine, que estudió a 290.000 estadounidenses de entre 59 y 82 años a lo largo de su vida: fumar menos de un cigarrillo al día multiplica por nueve el riesgo de morir de cáncer de pulmón y aquellos que fuman entre uno y 10 diarios tienen un riesgo 12 veces mayor que quienes no fuman.

FUENTE: www.elpais.com

 

Se ha celebrado el primer congreso internacional en Galicia sobre cannabis. El contraste entre la percepción pública de esta droga (considerada inocua por algunas personas) y la contundencia de la ciencia es notable cuando se trata de advertir sobre sus riesgos.

¿Cómo actúa el cannabis? El cuerpo humano es un circuito eléctrico andante, conectado por interruptores que son como cerraduras que se activan al introducir la clave correcta: los neurotransmisores. El cannabis contiene una molécula en forma de dos de estas claves: es decir, encaja en algunas de las cerraduras naturales de ese circuito eléctrico y lo hace funcionar de manera anormal. De ahí vienen los efectos del cannabis en el funcionamiento de nuestro cerebro. Afortunadamente, no interfiere con las cerraduras del bulbo raquídeo, que controlan el corazón y la respiración, de modo que no se muere debido a una sobredosis de cannabis (de ahí la falsa sensación de inocuidad). Algo también evidente en los estudios científicos es que afecta más a unas personas que a otras. Para ciertas variantes genéticas, el consumo de cannabis en la adolescencia multiplica hasta por siete el riesgo de trastornos psicóticos y por más de dos el de esquizofrenia antes de los 26 años.

Es necesario decir que existen algunas aplicaciones terapéuticas, para ciertas enfermedades y solo bajo prescripción médica. La prescripción se receta en píldoras, aceites o aerosoles, pero nunca se fuma. Al fumar un porro, los llamados terpenos se queman, que son como el alquitrán de los pitillos y causan daños a nuestros pulmones. Tengámoslo claro: el porro es más peligroso que el ya peligroso pitillo.

FUENTE: www.lavozdegalicia.es

La culpa es del cerebro.  Según la ciencia ambas adicciones tienen mecanismos cerebrales comunes que aumentan el placer y por eso, se llevan tan bien juntos.

Que la nicotina y el alcohol son adictivos no es un secreto. Que ambas sustancias van de la mano tampoco lo es. Seguramente te has preguntado alguna vez porque cuando bebes las ganas de fumar aumentan, creyendo tal vez que se trata de un fenómeno extraño e individual. Pero no. La realidad es que este hecho es común en la mayoría de los consumidores de bebidas alcohólicas y cigarrillos y la razón no es otra que una jugada del cerebro. Según la ciencia, ambas sustancias aumentan el placer en el organismo y es por eso que se llevan tan bien.

Un estudio desarrollado por un grupo de investigadores del Colegio Baylor de Medicina en Houston, Texas, ha revelado que el tabaco y la nicotina aumentan el consumo de bebidas alcohólicas, en especial si se empieza a fumar desde la adolescencia. Esto ocurre principalmente porque, por separado, ambas sustancias aumentan de forma exagerada la liberación de dopamina (hormona de la felicidad), pero cuando se consumen al mismo tiempo, los adictivos producen interferencias entre sí. En ese sentido, la nicotina se impone al alcohol y hace que la respuesta placentera por parte del cerebro ante el licor sea menor, por lo que necesita una mayor dosis para conseguirla.

Otra de las razones por las que las sustancias comulgan en par es que el alcohol acelera el proceso de metabolización de la nicotina, tal como explica un informe del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo español: “Al beber alcohol, la nicotina se descompone más rápidamente en el organismo y el cerebro pide más; así que se fuma más”.

A esto hay que sumarle lo que en el campo de la psicología se conoce como condicionamiento clásico, un acto que expone que, básicamente, si dos cosas suelen ocurrir juntas, el cerebro acaba asociándolas. En nuestro contexto social es habitual fumar mientras se bebe, por eso ambas acciones terminan siendo relacionadas entre sí por el órgano motor.

Así mismo, según una investigación de la Universidad de Missouri, el tabaco contrarresta el efecto somnoliento del alcohol, hecho que podría significar otra potente causa por la que el organismo despierta la necesidad de combinar ambas drogas.

Es por todo esto que los expertos recomiendan que se suprima el alcohol cuando se pretende dejar de fumar. Sin mencionar que la mezcla del tabaco y licor es una explosiva y peligrosa combinación para la salud. Estudios médicos han revelado que, a la larga, los fumadores y bebedores tiene más probabilidad de sufrir un deterioro cognitivo del 36%, respecto aquellos que solamente beben.

FUENTE: www.mundodiario.com

La Organización Mundial de la Salud (OMS) eligió el 31 de mayo de cada año para concienciar a la población sobre los riesgos para la salud del consumo de tabaco, pero a diario salen informaciones y estudios científicos que constatan los efectos perjudiciales de esta sustancia y los beneficios de dejarlo.

Cuando la gente deja el tabaco mejora la capacidad respiratoria y cardiaca; se reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y pulmonares, como el cáncer de pulmón; mejoran el gusto y el olfato, y se produce un incremento de energía. Y también aporta beneficios para la salud de los que rodean a los fumadores, además del ahorro que supone también para las economías domésticas.

Pero aunque los argumentos están claros, los fumadores tienen verdaderos problemas para cumplir su objetivo cuando se proponen dejar de fumar. De hecho, una reciente encuesta de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC) muestra que hasta el 70 por ciento de los fumadores ha intentado al menos una vez dejar el tabaco, y un 29 por ciento ha hecho más de 3 intentos. Pero aun así, siguen fumando.

Por ello, y dado que no resulta un proceso fácil y no todos logran dejarlo de un día para otro, el Tobacco Control Research Branch del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos ofrece a través de su página web ‘smokefree.gov’ una serie de recomendaciones para que cualquier intento culmine con éxito en un abandono:

  1. Lo primero es fijar una fecha para el último cigarrillo y decírsela a familiares y amigos. Tienes que mentalizarte y decidir qué día vas a dejar los cigarros y cumplir con esa fecha. Está comprobado que reducir la dosis y dejar el tabaco progresivamente acaba dificultando el hecho de dejarlo del todo y es mejor parar de golpe.
  2. Evita buscar excusas para dejar de fumar. Son muchas las razones de peso para dejar el tabaquismo como tu salud, la de tus familiares y tu bolsillo. Si de verdad has considerado abandonar este hábito, no busques excusas fáciles para no hacerlo.
  3. Debes tener una actitud positiva para dejar el tabaco. Hay que mantener el pensamiento de «quiero dejar de fumar» y evita pensamientos negativos y excusas que te dificulten el progreso. Te resultará más fácil si haces una lista con los puntos a favor de dejar los cigarros.
  4. Busca apoyo en tus amigos y familia. En momentos que veas que tienes dificultades para aguantar sin fumar, habla con alguien de tu familia o con tus amistades para que te ayuden a pasar este momento. Además, en momentos así, debes leer la lista de cosas a favor que has hecho al empezar.
  5. Evita las tentaciones quitando los ceniceros, los paquetes de tabaco y los encendedores de tu vista. Asimismo, si eres de los que tenía por costumbre fumar con el café o al beber alcohol estando de fiesta, te resultará más fácil el proceso si los evitas y cambias por zumos, refrescos y café descafeinado.
  6. Bebe muchos líquidos, pues mantenerse hidratado y con la sensación de estómago lleno es uno de los mejores trucos para dejar de fumar. Se aconseja beber unos 1,5 litros de líquidos al día.
  7. Si crees que te está costando lograrlo, no te rindas y aprovecha la ayuda de profesionales y de productos específicos para ayudar a dejar de fumar que encontrarás en las farmacias.
  8. Mantente ocupado y activo, pues así pensarás mucho menos en el tabaco. Además, haciendo algo de ejercicio moderado diario estarás activándote, ocupándote y desintoxicando tu cuerpo.
  9. Usa el dinero que no estás gastando al no comprar más tabaco para ahorrarlo e inviértelo en algo que realmente necesites, o incluso para comprarte un premio o capricho por lograr tu objetivo.
  10. Si quieres evitar el aumento de peso debido a comer más por la ansiedad que puede generarse al abandonar el tabaco, piensa en evitar picar entre horas y aumentar la cantidad de frutas y verduras.

Aunque sabemos que no es fácil, no hay más que pensar en que hay quienes sí han conseguido dejar de fumar y en los múltiples beneficios de lograrlo para hacer un nuevo intento. Para que, tras conseguirlo, el próximo ejemplo de superación sea el tuyo.

FUENTE: www.infosalus.com

Fumar es malo, muy malo, para la salud. Tal es así que dejar el tabaco es, sin lugar a dudas, la mejor medida que puede adoptar cualquier fumador. Pero no resulta fácil. O por lo menos, parece mucho más difícil para algunos fumadores. Y la razón para ello no se explica simplemente por la adición, mayor o menor, a la nicotina. No en vano, fumar un cigarrillo es un comportamiento automatizado que solo puede ser inhibido con la intervención de circuitos cerebrales específicos. Y como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Médica de Carolina del Sur en Charleston (EE.UU.), estos circuitos se encuentran interrumpidos y no funcionan adecuadamente en muchos fumadores.

Como explica Brett Froeliger, director de esta investigación publicada en la revista «JAMA Psychiatry», «en el cerebro, la urgencia de fumar se desencadena de una forma similar a la que nos impulsa a pisar el acelerador cuando el semáforo se pone en verde. Y es que el fumador de un paquete diario se pone un cigarrillo en su boca al menos varios centenares de veces al día a lo largo de los años. Es decir, se convierte en un comportamiento automatizado».

Más allá de la nicotina

Una vez un comportamiento es automatizado, resulta difícil de erradicar. Pero ello no implica, ni mucho menos, que sea imposible. De hecho, el cerebro cuenta con una red o circuito de control de la inhibición para este tipo de comportamientos, red que se inicia en el giro frontal inferior y finaliza en el tálamo tras recorrer la corteza prefrontal. El problema es que esta red se encuentra, por lo general, interrumpida en los cerebros de los fumadores, lo que reduce, y mucho, la posibilidad de que sus comportamientos automatizados se vean bloqueados a nivel cerebral. Entonces, ¿es posible que un mal funcionamiento de este circuito de control de la inhibición sea responsable de que a tantos fumadores les cueste dejar el tabaco?

Para responder a esta pregunta, los autores analizaron las redes de control de la inhibición de los cerebros de 81 adultos fumadores con una elevada dependencia de la nicotina que participaron en un programa de cesación tabáquica de 10 semanas de duración. Y para ello, utilizaron pruebas de imagen para analizar la actividad cerebral de los participantes mientras realizaban un test de control de la inhibición. Concretamente, y previamente a su intento para dejar el tabaco, lo que los fumadores tenían que hacer era pulsar un botón cada vez que veían un punto rojo en un monitor. Y dado que el punto rojo no cesaba de aparecer en la pantalla, los participantes no hacían sino pulsar el botón una y otra vez. Es decir, con el tiempo adquirían un comportamiento automatizado. Sin embargo, en alguna ocasión el punto de la pantalla no era rojo, sino de otro color, lo que significaba que no tenían que tocar el botón.

Lo que los autores hicieron fue medir con pruebas de imagen el nivel de oxigenación de la sangre asociado a la respuesta de la red de control de la inhibición. Y es que esta medición permite conocer cuál es el nivel de oxígeno empleado por el cerebro para bloquear una respuesta automatizada: un mayor nivel de oxigenación de la sangre supone que el cerebro está utilizando más recursos para inhibir el comportamiento automatizado. O dicho de otra manera, este mayor nivel de oxígeno implica que al cerebro le cuesta más abstenerse de pulsar el botón.

Concluidas las 10 semanas del programa de cesación tabáquica, cerca de la mitad de los participantes había logrado dejar de fumar. Y lo que observaron los autores era que sus niveles de oxigenación de la sangre asociados a las respuestas de sus redes de control de la inhibición fueron inferiores a los de los participantes que no fueron capaces de dejar el hábito. Más concretamente, estos niveles fueron menores en el giro frontal inferior derecho y en el tálamo derecho. Es más; las conexiones entre estas dos regiones cerebrales fueron más fuertes en los nuevos ex fumadores que en aquellos que fracasaron en su intento de abandonar el tabaco.

Ni con dinero

Finalmente, los autores repitieron la prueba con 26 fumadores a los que se les requirió que dejaran de fumar durante únicamente una hora. Y para ayudarles a resistir la tentación, les prometieron un dólar por cada seis minutos que pasaran sin fumar –para un montante final de 10 dólares en caso de aguantar la hora completa–. Pero había una trampa: los investigadores colocaron junto al botón un paquete abierto de cigarrillos de la marca favorita de cada participante. ¿Y qué paso? Pues que no todos se fueron a casa con los 10 dólares.

Los resultados mostraron que a menor nivel de oxigenación de la sangre asociado a la respuesta del circuito de control de la inhibición, mayor fue la probabilidad de que el participante resistiera la tentación de fumar. Y en este caso, los autores observaron que, una vez más, los fumadores que se ganaron los 10 dólares tenían conexiones más fuertes entre las regiones cerebrales implicadas en el control de la inhibición.

En definitiva, el estudio muestra la existencia de diferencias neurobiológicas que pueden ayudar a explicar por qué algunos fumadores tienen más dificultades para dejar el tabaco. O como concluye Brett Froeliger, «existen mecanismos neurobiológicos que son fundamentales para aprender nuevos comportamientos o para desechar aquellos que se han automatizado, como sería el fumar».

Así, los autores se encuentran en la actualidad evaluando el potencial de distintas terapias tanto farmacológicas como comportamentales que podrían reforzar la comunicación en el circuito de control de la inhibición de las personas fumadoras.

FUENTE: www.abc.es

 

Mucha gente cree que los antibióticos y el alcohol son incompatibles y que mezclarlos resulta peligroso, o bien que, si bebes cuando estás bajo tratamiento, las pastillas pierden su efecto. La realidad no es tal, pero sí es cierto que el alcohol aumenta el metabolismo hepático de estos fármacos y disminuye su concentración en sangre, por lo que su presencia en el lugar donde debe de hacer efecto es menor y también lo es su eficacia.

 

Lo que ocurre es que una vez ingeridos, esos fármacos pueden seguir varios caminos en el organismo: bien son metabolizados por el hígado o bien eliminados a través de la orina o las heces. Según la ruta de excreción que sigan, permanecerán activos más o menos tiempo, lo cual determinará la frecuencia con que debe administrarse cada dosis.

 

Así que lo que sí puede hacer el alcohol es retrasar o acelerar su absorción y eliminación. Es decir, si se bebe mucho, el antibiótico funciona más lentamente. Esta reducción de efecto se puede dar en un tipo de antibióticos llamados macrólidos y quinolonas, que se usan para tratar infecciones de garganta, urinarias o respiratorias.

 

Por otro lado, con algunas cefalosporinas, antibióticos del grupo de beta-lactámicos, la ingesta de alcohol precipita la aparición de una serie de síntomas. Se conoce como efecto antabús o efecto tipo disulfirán y se trata de manifestaciones clínicas que pueden ser leves o graves, y que van desde rubor facial (cara colorada), náuseas, vómitos, ansiedad, hasta incluso taquicardia, hipotensión, insuficiencia respiratoria o encefalopatía.

 

El efecto antabús puede aparecer también con el uso de metronizadol (antibiótico anaerobicida y antiprotozoario), muy utilizado en las infecciones bucodentales o en óvulos vaginales para tratar ciertas infecciones.  En todo caso, lo más seguro es leer el prospecto, donde siempre vienen indicadas las incompatibilidades.

FUENTE: www.muyinteresante.es