Las bebidas energéticas en adolescentes no dan alas, sino ansiedad y taquicardias

La industria firmó en 2022 junto a varios ministerios un decálogo de recomendaciones que desaconseja el consumo en menores, pero uno de cada dos estudiantes de entre 14 y 18 años han tomado una lata en el último mes y la ingesta sube especialmente entre las chicas de 14 años.

La marca que domina el mercado de las bebidas energéticas en el mundo, Red Bull, dice en sus anuncios que su producto da alas. Sin embargo, existe una sólida evidencia científica de que puede provocar todo lo contrario: desarreglos en el sueño, y por tanto más cansancio; alteraciones de comportamiento, irritabilidad, nerviosismo y trastornos cardiovasculares, como el aumento de la tensión arterial o taquicardias. A estos síntomas son especialmente vulnerables los adolescentes, el segmento de población que más bebidas de este tipo consume en España. Un 45% de los estudiantes entre 14 y 18 años tomó al menos una lata en los últimos 30 días, según la encuesta ESTUDES 2022 del Ministerio de Sanidad.

El consumo ha ido a más en los últimos años por una mezcla explosiva de factores: una gran fuerza publicitaria, el fácil y barato acceso –está en todos los supermercados y cuesta menos de dos euros–, el potencial adictivo y la conexión de la marca con el público adolescente por la promesa de mantenerte despierto y activo. “Revitaliza cuerpo y mente”, dicen las latas de Red Bull.

Es especialmente llamativa la popularización de las bebidas entre las chicas más jóvenes. En solo un año, el porcentaje de adolescentes de 14 años que aseguran haber tomado este producto en el último mes ha pasado del 27,8% al 41,9%. También casi se han doblado–aunque en cifras totales más pequeñas– las que han mezclado esta bebida con alcohol (del 6,6% al 12,8%) entre 2021 y 2022. Siguen consumiendo más proporción de varones, sí, pero la brecha cada vez es más pequeña. El grupo más consumidor es el de chicos de 17 años (53,9%), según ESTUDES.

La comunidad científica tiene una postura clara respecto al producto: “Por la cantidad de azúcar y de cafeína, es un producto que contribuye a dos epidemias que afectan a los adolescentes, la obesidad y la salud mental”, resume Miguel Ángel Royo Bordonada, jefe de estudios de la Escuela Nacional de Sanidad en el Instituto de Salud Carlos III y miembro de la Asociación Madrileña de Salud Pública (AMASAP). Por eso, se ha acogido con optimismo el primer indicio de que se va a poner coto a su consumo en menores: Galicia anunció esta semana que está elaborando una ley que equiparará estos productos al alcohol y vetará que su publicidad se dirija al público infantil.

La noticia llega después de un plan fallido del Ministerio de Consumo para impedir publicitar los productos alimentarios que son perjudiciales para los niños y adolescentes. La norma prevista por el equipo de Alberto Garzón fue boicoteada por otra parte de su propio Gobierno –el Ministerio de Agricultura– y finalmente no salió adelante. Además contó con una feroz oposición del Partido Popular.

Este hecho sigue muy presente entre los expertos en nutrición, que piden una regulación completa que no se limite solo a la prohibición de la venta. Las patas deberían ser, según los científicos consultados: controlar la publicidad para dejar de presionar a los menores para que consuman; reducir la disponibilidad (el tiempo y el espacio donde se puede adquirir el producto), y además prohibir que lo compren.

La preocupación por el éxito de las bebidas energéticas entre adolescentes no es nueva. El Ministerio de Consumo convocó hace dos años a un grupo de expertos a través de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), a los que encargó un informe sobre estos productos de alto contenido en cafeína y azúcar. El trabajo concluyó en 2022 con un decálogo de diez recomendaciones que afirmaba que “no se recomienda su consumo en adolescentes”. El documento fue firmado por la industria, que respaldó esta afirmación finalmente. Acordar la lista de advertencias –específicamente recoger que era mejor que lo evitaran los chavales y las chavalas– resultó muy complicado, según fuentes conocedoras del proceso, por las presiones de los productores. Aquello se quedó ahí, no logró avanzar más. Al decálogo le acompañó una campaña informativa en medios de comunicación y redes sociales.

Las bebidas energéticas son perjudiciales fundamentalmente por la mezcla de dos componentes, la cafeína y el azúcar, según Consumo. Esther Sánchez, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid y parte de aquel grupo de trabajo de la AESAN, explica que el primero “se usa como estimulante para el cerebro y está probado que incrementa el estado de alerta de la persona, pero una dosis excesiva y en bebidas que se consumen de manera acumulada puede crear muchos problemas, especialmente en personas que no están habituadas, como una descompensación del sistema cardiovascular (un aumento de la presión arterial y arritmias)”. “Esos efectos son más grandes cuanto más pequeño es tu cuerpo”, puntualiza.

Tomar una lata de 500ml equivale a beberse de golpe dos cafés expresos. Cada 100ml de bebida tiene 32mg de cafeína por lo que medio litro introduce al cuerpo 160mg. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) no recomienda tomar de una vez más de 200mg en población adulta. Ya el consumo de 60 mg por parte de un adolescente entre 11 y 17 años le produce alteraciones del sueño, según las conclusiones del informe de la AESAN. El umbral de 160, la cantidad que tiene una lata, toca un terreno peliagudo: el de “las alteraciones comportamentales, los trastornos cardiovasculares y los efectos psicológicos”, de acuerdo con el mismo informe.

Esta forma de consumo de cafeína, además, tiene una particularidad: se bebe mucho más rápido que el café porque está frío y de manera acumulada, especialmente cuando se mezcla con alcohol. Esta última combinación es la más peligrosa. “Cuando bebes dos copas con ginebra y tónica te da la modorra, pero cuando lo mezclas con una bebida de este tipo, le metes de repente dos cafés y te espabilas. La noche se alarga, dura más y por tanto bebes más”, ejemplifica José Manuel López, catedrático en Bioquímica y vicerrector de la Universidad de Murcia, quien asegura que hay más intoxicaciones etílicas entre estos consumidores que entre los que beben el alcohol con refrescos normales. Según ESTUDES, un 16% de los estudiantes entre 14 y 18 años consumió estos combinados en el último mes.

El potencial adictivo de la cafeína también queda recogido en las recomendaciones acordadas entre las instituciones (Consumo, Sanidad, Educación) y la industria: “un consumo regular puede causar dependencia física moderada a partir de 100 mg/día y tolerancia a esta sustancia, creando la necesidad de consumir una dosis mayor que la inicial para conseguir un efecto similar al original”. Fuentes del sector defienden que la cafeína está presente en otros muchos alimentos y ponen como ejemplo el chocolate: “Es la principal fuente de ingesta de cafeína en menores, según la EFSA”, afirman, aunque añaden a renglón seguido, que la concentración es más baja.

La revista de la Asociación Española de Enfermería en Cardiología publicó en 2020 una carta que recoge alguna de la evidencia que existe sobre la relación del consumo –también por la presencia de otros elementos como guaraná o ginseng cuya eficacia no está probada–y los eventos cardiovasculares. Un estudio publicado en Estados Unidos hace cinco años cita efectos secundarios como el dolor de cabeza, la taquicardia, la ansiedad o las palpitaciones. Otro, de 2016, concluye que aumentaron “la presión arterial sistólica, alteraron los electrolitos y dieron como resultado anormalidades en la repolarización”.

Fuentes del sector, que prefieren no posicionarse directamente sobre la norma que prepara la Xunta de Galicia, aseguran que sus productos siguen “exhaustivos controles de seguridad alimentaria” y recuerdan que las bebidas energéticas deben informar en su etiquetado, porque así está regulado por reglamento europeo, que tienen un elevado contenido en cafeína y que no están recomendadas para niños ni para mujeres embarazadas en periodo de lactancia.

Por otro lado está el azúcar. Una lata de 500ml acumula entre 55 y 60 gramos de azúcares, lo que ya por sí solo excede la cantidad máxima recomendada al día por la Organización Mundial de la Salud. Es el equivalente a entre 11 y 12 cucharadas pequeñas. En kilocalorías, si tomamos medio litro nos aportará entre 220 y 240, un 10% de la energía de la dieta de todo el día y ya no podremos incluir ninguna otra fuente de azúcares añadidos, una situación bastante improbable. Meterse 60 gramos de azúcar no es bueno para nada. Ni para el deporte ni para el estudio ni para la resaca“, zanja López. Usar estas bebidas como rehidratantes para después de hacer ejercicio físico tampoco está recomendado.

El mercado español cuenta con hasta 2000 referencias de bebidas refrescantes, según los datos que ofrece en su web la patronal ANFRA (Asociación Nacional de Fabricantes de Bebidas Refrescantes). Las energéticas suponen el 0,8% del consumo de bebidas sin alcohol, según fuentes del sector, en un mercado que mueve 4.400 millones de euros al año. Sin embargo, en Europa todavía no existe una clasificación, denominación ni reglamentación específica para ellas. “Sin lugar a duda, la ausencia de regulación específica de estas bebidas preocupa a las administraciones públicas y a la comunidad científica, dado que al no existir una definición que las acote tampoco están especificados qué ingredientes pueden contener, ni su concentración máxima, ni en qué combinaciones”, advierte el informe de la AESAN.

De hecho, la denominación “bebida energética”, recuerda Royo Bordonada, es una designación comercial: “No es un término legal acordado para una categoría de alimentos en la Unión Europea ni el Comité formado por la AESAN ofrece opinión alguna en el informe sobre si las afirmaciones de que estas bebidas proporcionan energía, en el sentido nutricional convencional, están científicamente justificadas”.

El consumo baja mucho en adultos: de casi un 50% al 14%

El consumo se reduce con la edad. Si en adolescentes alcanza casi 50%, en población de 15 a 64 años la prevalencia es mucho menor: un 14,2% habían tomado bebidas energéticas en el mes previo a contestar las preguntas de la encuesta EDADES, también del Ministerio de Sanidad. Los resultados confirman que la gente joven es el grupo diana del producto. El porcentaje de consumidores en los últimos 30 días asciende al 37,6 entre las personas de 15 a 24 años.

Una macroencuesta realizada en 2013 por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria con adolescentes de 16 países europeos da una idea de las motivaciones de los chavales y chavalas para tomar bebidas energéticas: al 40% les gusta el sabor, el 21% las consumen porque les da energía y el 17% para mantenerse despiertos. Con menos frecuencia reportan que les ayuda a hacer deporte (7%), a pasar la resaca (4%) o a concentrarse (3%).

Según este estudio, que es la única guía disponible sobre cómo está el panorama en Europa, un 68% de los adolescentes europeos consumían este producto hace diez años. Para España, la cifra era algo menor a la media: un 62% frente al 82% de la República Checa o el 78% de Hungría. Los países que reportaron menos ingesta son Grecia (48%) y Chipre (53%).

Resultan sorprendentes los resultados en niños europeos de 3 a 10 años, también incluidos en la muestra: un 16% de ellos eran consumidores “crónicos elevados”, es decir, consumieron bebidas energéticas de 4 a 5 veces por semana o más. Entre los españoles, el porcentaje de consumidores al menos de una unidad en el último año en esta franja de edad era casi de uno de cada cinco (18%) hace una década. La Asociación Española de Pediatría se ha posicionado muy claramente tras la iniciativa de regulación gallega en un comunicado: estos productos “no deben ser consumidos en edad pediátrica”; los estudios disponibles asocian la ingesta con “irritabilidad, insomnio, cefaleas, ansiedad, falta de concentración y patologías metabólicas y cardiovasculares” y, además, iniciarse en el consumo “abre la puerta a la ingesta de otras sustancias tóxicas y a la promoción de adicciones” por la mezcla de esta sustancia con alcohol.

En España todavía no hay muchas publicaciones científicas específicas en torno a las bebidas energéticas. “No está tan estudiado como las bebidas azucaradas aunque comparten cosas”, valora Sánchez, de la UAM. “La mejor evidencia de la investigación en nutrición se obtiene con estudios de población donde vemos los efectos sobre la salud a medio y largo plazo. Para eso –agrega– se necesita haber recogido las muestras y esperar un tiempo”.

De Red Bull a Prime, un mercado imparable

Mientras, las compañías productoras se llenan los bolsillos. Las cifras que ofrece Red Bull, la compañía líder, no dejan lugar a dudas: vendió 11.582 millones de latas en 2022, un 18,1% más que un año antes. Lo que reportó un incremento de ingresos de casi el 24%, de 7.816 millones de euros a 9.684 millones. Son los mejores datos registrados por la empresa austríaca –que tiene trabajadores en 172 países– hasta el momento. Monster, su mayor competidora, alcanzó unos beneficios de casi 1.200 millones de dólares en 2022, según Cinco Días. Sus ingresos anuales escalaron también un 14% en un año.

Red Bull, con un producto que inicialmente se dirigía a los conductores que se quedaban dormidos, ha adoptado una política de marketing muy expansiva que pasa por invertir grandes cantidades de dinero en patrocinios de eventos deportivos, como la Fórmula 1, el motociclismo o las competiciones de skate, además de los anuncios en medios de comunicación. “Es la panacea para cualquier empresario. Lo que empezó dirigido a los conductores ahora se consume con objetivos dispares”, opina López. Si el plan fallido de Consumo hubiera salido adelante, esta publicidad se habría cortado (o al menos limitado), según las fuentes expertas consultadas.

Prime es una nueva marca que está en pleno desembarco en España después de firmar dos acuerdos de patrocinio: uno con el F.C. Barcelona y otro con el influencer Ibai Llanos. El producto, viral entre los adolescentes y creado en 2022 por las estrellas de Youtube Logan Paul y KSI, fue llevado por el Gobierno estadounidense ante la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) debido a sus elevados niveles de cafeína. Las latas de un tercio de litro tienen 200 mg, el equivalente a media docena de latas de Coca-Cola o casi dos Red Bull, según publicó The Guardian. En algunos establecimientos españoles se puede encontrar la marca, pero en una variante de bebida isotónica sin cafeína, que es la que promociona el club barcelonés de fútbol y el influencer. “Lo que me pagan es insultante. Han hecho una gran apuesta por mí y yo se lo agradezco”, contó Ibai en uno de sus directos, recoge 20minutos.

Está por ver cómo termina el proceso legislativo de Galicia y si otras comunidades replican su senda. De momento, Castilla-La Mancha se ha mostrado abierta a explorarlo mientras no hay visos en el Ejecutivo nacional –en funciones y a la espera de una negociación que permita formar gobierno– de una ley nacional. El Ministerio de Consumo remite a los trabajos realizados en 2021 y 2022 mientras Sanidad apunta a la Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria como el órgano competente. “Hay muchos intereses detrás y una fuerte presión para que no haya regulación. El documento de la Agencia de Seguridad Alimentaria costó mucho sacarlo y hubo presiones de la industria. Hay que dejar de decir que hay un consumo responsable como hacemos con el alcohol. Lo que existe, en todo caso, es un consumo de riesgo”, concluye Miguel Ángel Royo Bordonada, de la Escuela Nacional de Sanidad.

Recomendaciones del Ministerio de Consumo

1. Las bebidas con alto contenido en cafeína son aquellas que aportan más de 15 miligramos de esta sustancia por 100 mililitros de bebida. En el etiquetado de esas bebidas hay que informar del contenido de cafeína y se expresa en miligramos por 100 mililitros (mg/100 ml). Normalmente, de media, las llamadas «bebidas energéticas» contienen 32 mg de cafeína/100 ml.

2. El Reglamento (UE) 1169/2011 obliga a incluir la siguiente mención en el etiquetado de bebidas con alto contenido en cafeína «Contenido elevado de cafeína: No recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en período de lactancia» en el mismo campo visual que la denominación de la bebida, seguida de una referencia al contenido de cafeína expresado en mg por 100 ml.

3. “Las bebidas energéticas con azúcares” pueden contribuir a exceder la ingesta diaria recomendada de azúcares simples (50 g al día según la recomendación de la OMS) ya que una lata de 250 ml aporta entre 27,5 y 30 g y el envase de 500 ml entre 55 y 60 g.

4. Un consumo excesivo de cafeína puede provocar efectos fisiológicos no deseados que van desde la alteración del sueño, tanto en el tiempo necesario para conciliarlo como su duración, hasta efectos psicológicos y alteración del comportamiento, así como trastornos cardiovasculares.

5. Un consumo regular de cafeína puede causar dependencia física moderada a partir de 100 mg/día y tolerancia a esta sustancia, creando la necesidad de consumir una dosis mayor que la inicial para conseguir un efecto similar al original.

6. El consumo de más de 60 miligramos de cafeína en adolescentes de 11 a 17 años (unos 200 mililitros de bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml) puede provocar alteraciones del sueño. A partir de 160 miligramos de cafeína (500 mililitros de una bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml), puede provocar efectos adversos generales para la salud: efectos psicológicos y alteraciones comportamentales y trastornos cardiovasculares. Estos efectos se sumarían a los de otros alimentos que contengan cafeína: café, té, chocolate, guaraná, etcétera. No se recomienda su consumo por los adolescentes.

7. No deben combinarse bebidas energéticas con bebidas alcohólicas. Estudios recientes demuestran que el consumo de alcohol mezclado o en combinación con bebidas energéticas conduce a estados subjetivos alterados que, entre otros efectos, incluyen una disminución de la percepción de intoxicación etílica.

8. Si eres deportista, ten en cuenta que las bebidas energéticas no son bebidas diseñadas para la rehidratación. Por ello, las bebidas energéticas no deben sustituir a la hidratación y recuperación de metabolitos por medios convencionales como el agua o, en su caso, a través de bebidas isotónicas.

9. Las altas concentraciones de cafeína son especialmente perjudiciales para personas con determinados cuadros clínicos, como hipertensión o alteraciones del sueño, pudiendo agravar los síntomas. En el caso de padecer alguna afección como las aquí mencionadas, así como si consumes cualquier tipo de medicación de manera habitual, consulta con tu profesional sanitario la idoneidad de consumir estas bebidas.

10. Como en el caso de otras sustancias con efectos sobre nuestro organismo, los efectos adversos generales que podría ejercer la cafeína y otros ingredientes presentes en las bebidas energéticas dependen de nuestra masa corporal. Cuanto menor sea tu peso, más alteraciones producirá en tu organismo; tenlo en cuenta al consumir estas bebidas. Si finalmente decides consumir bebidas energéticas, hazlo de manera ocasional y limita la ingesta a los formatos de menor tamaño.

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