En España, el consumo, la posesión y la compraventa de drogas está prohibido y está castigado por la ley.

Canadá fue el segundo país del mundo en legalizar la marihuana después de Uruguay y el primero en hacerlo entre los grandes países industrializados. La entonces décima economía del mundo impulsó en octubre de 2018 una ley para legalizar el uso recreativo del cannabis, casi un siglo después de que se impusiera su prohibición en 1923.

Más reciente ha sido el caso de México, que este lunes ha despenalizado el autoconsumo lúdico de marihuana, aunque no avala su comercialización.

En España, el consumo, la posesión y la compraventa de drogas está prohibido y está castigado por la ley, pero existe un vacío legal que hace que esté ‘permitido’ por las autoridades en algunos casos. Así, con la ley vigente en la mano -la famosa “ley mordaza’”, del 30 de marzo de 2015-, se puede concluir que el consumo es legal en espacios privados o clubs cannábicos, pero no en la vía pública, donde estará multado con hasta 601 euros si es la primera sanción.

Y eso solo si es autoconsumo, pues si existe cualquier sospecha de que se comercia con ella, la policía puede requerir una resolución judicial para registrar el domicilio.

Posesión solo en espacios privados

La posesión de marihuana también es legal si la sustancia está en espacios privados, es decir, dentro de una propiedad privada –una casa o un club cannábico-, pero siempre que no exceda un peso delimitado. Es decir, siempre que sea para consumo propio y no para su tráfico (el cual está penado con hasta cuatro años de cárcel, dependiendo de cuánto se posea).

La posesión en la calle puede tener una multa de entre 601 y 10.400 euros si no se tienen antecedentes penales y no se considera una “circunstancia grave”.

Compra en clubs cannábicos

La compra de marihuana también es ilegal con ciertas salvedades: si una persona es miembro de una asociación cannábica y paga la cuota, puede disponer de marihuana para consumo propio. La FAC (Federación de Asociaciones de Cannabis) considera un consumo de 60 gramos mensuales por socio.

Pero, ¿qué sucede con el cultivo de marihuana? Teniendo en cuenta que el consumo, la posesión y la compraventa de drogas es ilegal, cultivar cannabis también está prohibido.

Pero también existen algunos vacíos legales que permiten sortear esta prohibición y cultivar este tipo de plantas. El artículo 18 de la Constitución dice que “se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”. Y el apartado 2 del mismo artículo, que “el domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito”. Este artículo garantiza que tenemos el derecho a hacer en nuestro domicilio o en cualquier espacio privado lo que queramos, dentro de los límites lógicos, sin tener que dar explicaciones a las autoridades.

Lo que dice la ley

También el artículo 36.16 de la ‘ley mordaza’ califica de infracción grave “el consumo o la tenencia ilícitos de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, aunque no estuvieran destinadas al tráfico, en lugares, vías, establecimientos públicos o transportes colectivos, así como el abandono de los instrumentos u otros efectos empleados para ello en los citados lugares”. De lo que se podría deducir que, si no es visible en la vía pública, no hay razón para que las autoridades entren en una casa particular y requisen plantas de ningún tipo. Ni siquiera de marihuana.

Pero en su apartado 18, el artículo 36 de la ‘ley mordaza’ también considera infracción grave “la ejecución de actos de plantación y cultivo ilícitos de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas en lugares visibles al público, cuando no sean constitutivos de infracción penal”.

Infracción penal

El problema aquí es saber cuándo se considera infracción penal, y aquí vuelve a haber disparidad de sentencias judiciales: se han dictado sentencias condenatorias con 500 gramos y, en circunstancias similares, otras absolutorias de hasta 14 kilogramos.

Lo habitual es considerar que no es delito tener plantas de marihuana para consumo propio. Es decir, cultivar solo el cannabis que se vaya a autoconsumir. Y, tal y como ya se ha dicho anteriormente, la FAC (Federación de Asociaciones de Cannabis) considera un consumo de 60 gramos mensuales por socio. Es decir, 720 gramos al año.

INFORMAZIO ITURRIA: elperiodico.com

Juzgar demasiado severamente indicia que no nos encontramos en paz, además de no saber ponernos en el lugar del otro y de, probablemente, equivocarnos.

Todos hemos caído alguna vez en la trampa de crear juicios sobre los demás, ya sea un familiar, un amigo, nuestra pareja o un compañero de trabajo. Incluso, a veces, realizamos juicios sobre personas que ni siquiera conocemos. Somos bastante rápidos en juzgar, en tratar de adivinar las intenciones de los demás y el porqué de sus actos -o al menos eso pensamos-.

Solo hacen falta un par de segundos para que, casi de forma automática, interpretemos por qué esa persona ha dicho tal cosa, ha actuado de esa manera y no de otra o cuáles son los motivos que la han llevado a gesticular de ese modo. Incluso, también nos juzgamos a nosotros mismos y no solemos salir bien parados. Todo lo contrario. Nos exigimos tanto que, al final, cualquier cosa que hagamos carece de valor o es insuficiente.

Ahora bien, ¿hasta qué punto estas historias que nos contamos coinciden con la realidad? Todo parece indicar que hay más ficción que verdad en cada una de ellas.

El mal hábito de suponer

Cuando emitimos un juicio sobre otra persona, lo que estamos haciendo es interpretar la realidad de un modo determinado. Dirigimos nuestra atención hacia los detalles y aspectos que consideramos más importantes y el resto quedan relegados. Es decir, no tenemos en cuenta toda la información, sino una ínfima parte. Por lo tanto, lo que hacemos es generar hipótesis sobre una situación o persona, que no son más que un conjunto de suposiciones y nos olvidamos de que existen otras posibilidades.

Así, creamos historias que apenas se sostienen, aunque nosotros las cataloguemos como verdad. Sin embargo, el problema no es solo que nos contemos cuentos, sino que además, en muchas ocasiones, dejamos que esas historias nos influyan hasta llegar al punto de reaccionar ante ellas o tomar decisiones. Y así es como la mayoría de las veces ocurren los conflictos y malentendidos: a partir de ficciones.

Nuestra mente, en un intento por tranquilizarnos, rellena los huecos vacíos con informaciones poco o nada contrastadas.

Por ejemplo, podemos dejar de hablar a una persona porque interpretamos que su gesto o su comentario iban contra nosotros o nos enfadamos con nuestra pareja porque creemos que no nos ha llamado porque no ha querido. Eludimos que había más gente en la sala y que nosotros somos más susceptibles a comentarios relacionados con nuestra profesión porque en el pasado nos dijeron que esa carrera no serviría para nada y que nunca conseguiríamos dedicarnos a ello o que nuestro pareja tuvo una reunión y hasta que no salió no nos pudo avisar.

Tenemos la mala costumbre de jugar a los adivinos y lo peor de todo es que ni nos damos cuenta de ello. Soportamos tan poco la incertidumbre, ese no controlar la situación o no saber qué pasará, que nuestra mente, en un intento por tranquilizarnos, rellena los huecos vacíos con informaciones poco o nada contrastadas, expectativas y suposiciones. Visto así, juzgar es un mecanismo de supervivencia.

A esto hay que sumarle el miedo, las heridas que arrastramos del pasado y el orgullo que, a veces, nos gobierna y que nos impide dirigirnos al otro para preguntarle, darle la oportunidad de explicarse o simplemente para ponernos en su lugar y tener en cuenta que es posible mirar al mundo desde otra perspectiva. De ahí que a veces nos quedemos con nuestras conjeturas.

Hay una historia detrás de cada persona

Uno de nuestros mayores errores cuando nos relacionamos con los demás es olvidar su historia personal. Es decir, tener en cuenta que no han vivido lo mismo que nosotros, no han experimentado las mismas experiencias y tampoco se ha encontrado con las mismas personas, por lo tanto es bastante complicado que coincidamos 100 % con ellos.

No obstante, eso no quita que nos pasemos casi la mitad de nuestra vida tratando de averiguar qué impulsa a los demás a actuar y la otra mitad a juzgar sus comportamientos.

Si ya es difícil conocerse a uno mismo, ¿cómo es posible que adivinemos las intenciones de los demás?

Lo cierto es que todo lo que ocurre a nuestro alrededor nos matiza desde nuestros primeros años de vida, tanto a nivel de pensamiento como de emociones y conductas. A veces, nos percatamos de ello y otras no tanto, pero eso no implica que no nos influya y que configure nuestra forma de mirar al mundo.

Por lo tanto, si ya es complicado adentrarnos en nuestras profundidades, conocernos y contactar con nosotros mismos, ¿cómo es posible que sepamos cuáles son las intenciones de los demás? De hecho, ¿cuántas veces no nos ha pasado que ante una misma situación nuestra pareja percibe lo ocurrido de una forma muy distinta a la nuestra?

Opinar de forma distinta, observar el mundo desde otras perspectivas es normal. No tenemos el mismo bagaje que los demás: nuestros valores, experiencias, pensamientos, sentimientos, etc. son diferentes. Entonces, ¿por qué tanto juzgar?

El arte de comprender: la empatía

Se trata de comprender más y juzgar menos, de ponerse en el lugar de los demás y evitar los juicios como soluciones rápidas a nuestras dudas e incertidumbres. La mayoría de nosotros no actúa con mala intención ni para hacer daño, sino de la mejor manera que puede.

Tan solo hay que salirse de la zona de confort, de la comodidad de querer llevar la razón, de ver el mundo desde nuestra mirada y ponerse en el lugar de los demás, pero desde su perspectiva, no de la nuestra.

La mayoría de nosotros no actúa con mala intención ni para hacer daño, sino de la mejor manera que puede

El hecho de juzgar tanto también indica algo y es que no nos encontramos en paz ni en armonía con nosotros mismos. De hecho, si analizamos nuestros juicios, quejas y críticas sobre los demás es muy probable que identifiquemos aspectos nuestros en ellos. Pues quien juzga a los demás duramente también lo hace consigo mismo.

Por tanto, se trata de comprender las circunstancias de los demás, teniendo en cuenta su historia de vida. De decidir no hacer juicios rápidos, sino intentar conocer su perspectiva. Porque si una persona ha vivido profundamente una experiencia de abandono es normal que se ponga a la defensiva cuando crea que no cuenten con ella, si no ha sanado sus heridas o si por ejemplo alguien fue muy criticado y exigido en su infancia es probable que esté alerta cuando hablen sobre él.

Hay que ser más humildes, compasivos y reflexionar más para intentar ponerse en el lugar de los demás y detener esos hábitos automáticos que nos llevan a suponer y crear ficciones sobre ellos. Hay que cultivar la aceptación y la flexibilidad y no olvidar que hay una historia detrás de cada persona.

INFORMAZIO ITURRIA: objetivobienestar.com

El colectivo LGTBIQ+ incluye diferentes tipos de sexualidad y cada una de ellas cuenta con su propia bandera más allá de la tradicional arcoíris.

Cuando se celebran las fiestas del Orgullo LGTBIQ+ o cualquier otro tipo de evento con esta temática lo común es utilizar la bandera del arcoíris para representar todas aquellas sexualidades diferentes de la heterosexual. Esto ocurre porque la bandera multicolor fue la primera que se creó para representar al colectivo allá por 1978 durante la primera manifestación del Orgullo para luchar contra la opresión y discriminación que sufrían homosexuales, lesbianas, transexuales, etc. por parte de la sociedad prominentemente heteronormativa que aún perdura hasta nuestros días.

Aunque esta fue aceptada como manera de representación durante muchos años y símbolo identitario del colectivo LGTBIQ+, con el paso de los años diferentes orientaciones sexuales fueron conociéndose, tomando nombre y espacio en la sociedad. Consecuentemente, también buscando representaciones universales como es el caso de las banderas, uno de los tradicionales lenguajes universales que permite entendernos sin necesidad de hablar el mismo idioma.

Por ello es de vital importancia conocer todas y cada uno de ellas para, del mismo modo, tener constancia de su existencia. De esta forma se le da visibilidad a colectivos minoritarios y oprimidos en la sociedad y que reivindican día a día por sus derechos.

HOMOSEXUALES

La tradicional bandera del arcoíris que representó desde los comienzos la condición homosexuales (tanto en hombres como en mujeres) que se corresponde con la atracción por personas del mismo género. Se representa con el espectro de colores del propio arcoíris (en orden descendente): rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. Esta fue diseñada por Gilbert Baker para la mencionada manifestación de San Francisco en 1978 y que en 2018 fue premiado de forma póstuma con el premio ‘MADO’18’ en las fiestas del Orgullo LGTBIQ+ de la ciudad de Madrid.

HETEROSEXUALES

Esta condición sexual se corresponde con aquellas personas que sienten atracción por otras personas del sexo opuesto, es decir, un hombre por una mujer y viceversa. La bandera se compone de tres franjas horizontales con los colores (en orden descendiente) azul, blanco y rosa.

BISEXUALES

Esta condición sexual corresponde a las personas que se sienten atraído tanto por personas del sexo opuesto como del mismo sexo, es decir, tanto seas un hombre como una mujer te van a gustar hombres y mujeres. Esta se compone por tres franjas horizontales pero no del mismo grosor: son más anchas la rosa y la azul y en medio la morada.

POLISEXUALES

La definición oficial de esta orientación sexual es la siguiente: “Atracción sexual, emocional, o estética hacia personas de más de dos géneros y/o sexo pero no necesariamente todos los sexos y/o géneros, no necesariamente al mismo tiempo, de la misma manera, al mismo nivel y con la misma intensidad”. Es decir, los polisexuales son personas que sienten atracción por un grupo de personas con identidades de género concretas lo que no necesariamente tiene que coincidir siempre con un sexo biológico en concreto. Su bandera se representa con tres franjas horizontales de igual grosor con los colores (en orden descendiente) rosa, verde y azul.

MOVIMIENTO LÉSBICO

Esta bandera representa a las mujeres que sienten atracción y/o romántica hacia otras mujeres. Estas podrían estar también representadas por la tradicional bandera arcoíris. La bandera es de color morado, con un triángulo negro y dos símbolos de la mujer enlazados.

PANSEXUALES

Los pansexuales son personas que sienten atracción tanto romántica como sexual por otras personas independientemente de cuál sea su género y/o su sexo. Es decir, personas que se enamoran de la otra persona por sus cualidades personales y no por su sexo o género. Su bandera son tres franjas horizontales de igual grosor con los colores rosa, amarillo y azul.

ASEXUALES

Son personas que no tienen atracción sexual por ninguna persona independientemente de que sean hombres o mujeres. Esto no quita que no puedan llegar a sentirse atraído sentimentalmente por alguien. La bandera de este colectivo se compone de cuatro franjas horizontales con los colores negro, gris, blanco y violeta.

DEMISEXUALES

Este término hace referencia a personas que llegan a sentir atracción sexual y sentimental exclusivamente con personas con las que previamente han tenido lazos emocionales estables, fuertes y de cierta duración. Es decir, tiene que conocer bien a esa persona y compartir algo con ellos para llegar a sentir algún tipo de atracción sexual por ellos. Su bandera se representa con un triángulo en lateral izquierdo y con tres franjas horizontales, dos más anchas con los colores blanco (arriba) y gris (abajo) y una más estrecha violeta en medio.

SKOLIOSEXUALES

Los skoliosexuales son personas que sienten atracción por otras personas que no se sienten identificados con el sexo biológico con el que nacieron y por lo tanto tampoco con el género que se les asignó, hombre o mujer. Es decir, sienten atracción por aquellas personas que no son ‘cisgénero’, es decir, ‘transexuales’. Su bandera se representa con cuatro bandas horizontales de igual grosor con los colores amarillo, verde, blanco y negro.

AROMANTICISMO

Son personas que tienen falta de atracción sentimental hacia personas por las que sí sienten atracción física o sexual pero sin necesariamente haber llegado a realizar el acto sexual con ellos. Su bandera se representa con cuatro franjas de igual grosor con los colores verde oscuro, verde más claro, blanco, gris y negro.

CUPIOSEXUALES

La cupiosexualidad es una sexualidad dentro de los asexuales que consiste en no sentir propiamente ningún tipo de atracción sexual pero sin desearla. Tienen el deseo pero no sienten la necesidad. Su bandera se representa con cuatro franjas horizontales con los colores negro, violeta, blanco y rosa pero sin llegar a estar en su máximo contraste sino un poco diluídos.

LITHSEXUALES

Es una atracción tanto sentimental como sexual hacia otra persona pero sin querer que sea recíproca. De hecho, en el momento de que los sentimientos sean los mismos por parte de la otra persona, el lithsexual pierde la atracción. Es como lo que se conoce como ‘amor platónico’ pero sin la necesidad de llegar a consumarlo. Su bandera se representa con cinco bandas horizontales de igual grosor con los colores rojo, naranja, amarillo, blanco y negro.

RECIPROSEXUALES

La reciprosexualidad es cuando la atracción tanto sentimental como sexual se origina cuando conocen que otra persona siente lo mismo por ellos. Su bandera se representa con cinco bandas horizontales de igual grosor con los colores rosa intenso, rosa palo, malva, blanco y negro.

ABROSEXUALES

Se corresponde con la sexualidad fluida, es decir, son personas cuya orientación sexual es fluída y está cambiando constantemente entre personas de su mismo sexo y del sexo opuesto. Su bandera se representa con cinco franjas horizontales del mismo grosor con los colores verde claro, verde pastel, blanco, rosa palo y rosa intenso.

HETEROFLEXIBLE

Son personas que sienten una atracción sexual y/o sentimental fundamentalmente hacia otras personas del sexo opuesto pero también en ocasiones más puntuales del mismo sexo. Su bandera se compone de seis franjas horizontales en degradado de negro a blanco con otra granja vertical en medio con los colores de la bandera arcoíris LGTBIQ+.

TRANSEXUALES

Son aquellas personas cuya identidad de género es opuesta al sexo con el que nacieron. Es decir, una persona que nació con genitales masculinos pero se considera una mujer. Su bandera se compone de cinco franjas: azul, rosa, blanco, rosa, azul.

HOMOFLEXIBLE

Sería igual que el anterior caso explicado pero en homosexuales. Son personas que fundamentalmente tienen atracción por personas del mismo sexo pero que puntualmente pueden sentirla también por los del sexo opuesto. Es este caso la bandera también sería a la inversa: la bandera del arcoíris LGTBIQ+ con una franja vertical con el espectro degradado de negro a blanco en medio.

GINESEXUALES

Son personas que sienten atracción sentimentalmente y/o sexualmente hacia los comportamientos entendidos socialmente como femeninos. Es decir, puede ser tanto una mujer como un hombre femenino (hablando en términos heteronormativos). Su bandera se representa con cuatro franjas horizontales: negra, gris, blanca y rosa.

ANDROSEXUALES

Lo contrario al anterior. Son personas que se sienten atraídas sentimental y/o sexualmente por los comportamientos entendidos socialmente como masculinos siendo tanto en hombres como mujeres masculinas. La bandera de la androsexualidad se corresponde con cuatro bandas horizontales con los colores negro, gris, blanco y verde.

FREYSEXUALES

Son personas cuya atracción sexual o sentimental va decreciendo a medida que la persona por la que la sienten se vuelve más cercana/apegada a ellos. La bandera de los freysexuales son cuatro bandas horizontales de igual grosor con los colores azul oscuro, azul turquesa, blanco y gris.

APHOTISEXUALES

Se corresponde con el sentimiento de rechazo hacia el acto sexual debido a que se cree que es algo inmoral. Esta es la razón mayoritaria pero también pueden darse otras razones. Su bandera se compone de cinco franjas horizontales como los siguientes colores en forma descendente: violeta, blanco, negro, blanco y marrón; además tiene también una X en color negro en el centro.

GRIS-ASEXUALES

Son personas que se encuentran entre la sexualidad y la asexualidad, es decir, una persona que puede sentir atracción sexual en ocasiones puntuales pero no de forma tan común como una persona sexualmente plena. Por lo tanto, tampoco llegan a no experimental ningún tipo de atracción sexual como les ocurre a los asexuales. El término ‘gris’ es un término considerado ‘vago’ porque simplemente los sitúa en este color por estar entre el blanco (sexualidad plena) y el negro (la nula sexualidad). Su bandera se compone de cinco franjas: violeta, gris, blanca, gris y violeta de nuevo.

POLIAMOROSOS

Son personas que tienen una relación sentimental y sexual con varias personas a la vez en la que todas ellas son plenamente conscientes de ello y están de acuerdo en llevarlo a cabo. Por lo tanto no puede considerarse una relación de infidelidad. Su bandera se representa con tres franjas horizontales (azul, rojo y negro) con el símbolo de pi (?) en color amarillo en el centro.

ANDROGINOSEXUALES

Es la atracción sexual hacia personas andróginas, es decir, personas de cualquier sexo siempre y cuando tenga características tanto masculinas como femeninas. Su bandera, en este caso concreto, es de formato cuadrado, con el fondo gris oscuro y con dos franjas verticales con degradado (la de la izquierda del rosa al madora; y la de la derecha del azul oscuro al azul claro).

AUTOSEXUALES

Personas que sienten atracción tanto sexual como sentimental por ellos mismos. Su bandera se compone de dos franjas: azul celeste y gris.

LEATHER

Hace referencia a las prácticas sexuales y/o eróticas con determinados instrumentos de cuero de color negro. Es un elemento también común en sus vestimentas diarias. La bandera se compone de nueve franjas horizontales (negro, azul, negro, azul, blanco, azul, negro, azul, negro) y con un corazón rojo en la parte superior izquierda.

GENDERQUEER

(género no-binario)

Son las personas que no se identifican con los conocidos como géneros binarios (masculino y femenino). Su bandera se compone de tres franjas horizontales: lavanda, blanco y verde.

INTERSEXUALES

Las personas intersexuales son aquellas que tienen discrepancia entre sus genitales y su sexo. Esto quiere decir que en estas personas no cuentan con características genéticas de hombre y mujer. Su bandera es amarilla con un círculo morado intenso en medio.

ORGULLO OSO

Son aquellos hombres homosexuales que se caracterizan por tener un cuerpo robusto y gran cantidad de vello corporal. Los conocidos como ‘osos’. Su bandera se compone de siete franjas con los colores marrón, naranja, amarillo, beige, blanco, gris y negro.

INFORMAZIO ITURRIA: bekiapareja.com

¿Decir sí cuando queremos decir no? Aunque suene contradictorio, muchos lo hacemos. Pero, ¿por qué?

A muchos nos ha ocurrido: decir sí, cuando en realidad queríamos decir no. Pero, ¿por qué hacemos esto? ¿Qué nos pasa? ¿Es que somos incapaces de expresar nuestros verdaderos deseos? En este artículo intentaremos responder a la cuestión de: por qué decir sí cuando queremos decir no. Detrás de esta paradoja encontramos diferentes causas que tienen que ver con la asertividad.

Andre Salter (1940) definió el concepto de asertividad como un rasgo de personalidad. Concretamente, la definió como ‘la expresión de los derechos y sentimientos personales’. En otras palabras, la asertividad incluye la capacidad de decir «no» cuando realmente queremos decir que no.

De las investigaciones de Salter se podía extraer la siguiente conclusión: las circunstancias influyen en la probabilidad de que nos mostremos asertivos. Lo que no impide que haya personas con una mayor tendencia a la asertividad o que esta habilidad no se pueda aprender.

Así, la asertividad incluye defender nuestros derechos y nuestras necesidades y tener la capacidad de expresar nuestros deseos con sinceridad, sin dañar ni herir a nadie, de forma educada, pero contundente. En palabras del lenguaje cotidiano, implica no dejar «pisotearnos» sin perder la razón empleando formas poco adecuadas.

¿Por qué somos asertivos solo en ciertas ocasiones o ante determinadas personas? ¿Qué es lo que hace que no seamos asertivos, es decir, que tendamos a decir sí cuando queremos decir no? Intentemos arrojar un poco de luz a estas cuestiones a través del siguiente artículo.

Decir sí cuando queremos decir no: ¿por qué ocurre?

Como hemos visto, la resolución de esta pregunta tiene mucho que ver con la asertividad. Pero, ¿qué es lo que hace que no expresemos lo que realmente queremos ante determinadas situaciones? Veamos los factores que pueden explicarlo:

Falta de asertividad

Hay personas que tienen facilidad para expresar sus opiniones y deseos de forma libre, clara y sincera, y que cuando se ven presionadas para algo que no desean hacer, sencillamente dicen «no». Sin embargo, las personas que no tienen esta habilidad de forma natural, o que no lo han trabajado tanto, tienden a decir sí cuando quieren decir no.

Se podría decir que esta es la gran causa que englobaría las siguientes explicaciones, ya que somos poco asertivos por alguna razón, como veremos a continuación. Detrás de esto se esconden: miedos, inseguridades, falta de autoestima… ¡Vamos a verlo!

Miedo al qué dirán o pensarán

Cuando nos importa excesivamente la opinión de los demás, tendemos a aceptar cosas que en realidad no deseamos. En cierta manera, tememos que nos juzgarán si no opinamos igual que los demás, o que quedaremos mal, o que nos criticarán, etc.

Esto se puede cambiar, trabajando sobre todo en nuestra autoestima y potenciando nuestra capacidad para ser quien realmente queremos ser. La realidad es que, sin una buena autoestima, da igual lo que piensen o digan de nosotros los demás, porque siempre necesitaremos más; ¡no olvides que el amor propio es el único que nos acompañará siempre!

Búsqueda de aceptación

¿A quién no le ha pasado? Ha acabado aceptando situaciones (desde simples hasta complejas) que no le encajaban o no le apetecían para obtener a cambio la aprobación de los demás.

Hasta cierto punto, el querer gustar a los demás es un acto natural; buscamos sentirnos aceptados y queridos, porque somos seres sociales. Es decir, que no solo buscamos el agrado de los demás cuando decimos que sí a algo que no queremos, sino que también buscamos su aceptación.

El psicólogo Abraham Maslow (1908-1970) ya hablaba de esto cuando intentó definir las necesidades humanas a través de su pirámide jerárquica. Maslow nos habla de dos eslabones que tienen que ver con lo comentadola necesidad de afiliación y de reconocimiento. El sentimiento de afiliación lo conseguimos a través de la amistad y el afecto, entre otros, y el de reconocimiento, a través de la confianza, el autorreconocimiento, etc.

Volviendo al punto anterior, si lo pensamos racionalmente, las personas que nos quieran realmente serán aquellas que nos acepten tal y como somos, no las que intuyen que estamos haciendo un «papelón». Además que, de sobra sabemos que es literalmente imposible gustarle a todo el mundo (¡y tampoco lo necesitamos para estar bien!). Si ya nos gustamos nosotros, ¿Para qué necesitamos más?

Miedo a no saber justificar el «no»

Muchas veces, creemos erróneamente que el hecho de no saber justificar un «no» significa que debamos decir un «». Y esto no es así; habrá veces que no sabremos exactamente por qué algo en concreto no nos apetece, y eso no significa que debamos aceptarlo.

Debemos escucharnos y, sencillamente, si no queremos algo en un determinado momento, optar por declinar la propuesta.

Inseguridades y miedo a defraudar

Otra de las posibles causas por las que tendemos a decir sí cuando queremos decir no, y relacionada con las anteriores, es la existencia de inseguridades en uno mismo. Cuando no tenemos claro lo que queremos, o no nos aceptamos del todo, es más probable que dudemos de las cosas… En relación con esto, hay una frase: «Quien no sabe lo que quiere, no entiende lo que encuentra».

Por otro lado, cuando no estamos seguros de nosotros mismos, tienden a aparecer los sentimientos de culpa tras un «no». ¿Se habrá ofendido la persona? ¿Se sentirá mal si le digo que no? Y por ello, cometemos el error de aceptar cosas que no queremos realmente, por el miedo a defraudar.

Decir sí cuando queremos decir no: breve reflexión

Como hemos visto, detrás de esta acción se esconden varias razones. Lo que está claro es que es más probable que caigamos en el acto de complacer a los demás diciendo sí a propuestas que en realidad no queremos, cuando nuestra autoestima está tocada o no nos sentimos suficientemente fuertes.

En este sentido, la clave está en conocernos y en encontrar nuestro propio caminoya que de esta forma nos veremos más capaces de ser asertivos y de expresar libremente nuestras opiniones.

¡El autoconocimiento deja poco espacio para las dudas! Y este proceso, por suerte o por desgracia, dura toda la vida. Traza tu propio camino, abre los ojos al aprendizaje y verás como poco a poco los sí solo son sí cuando son de verdad.

INFORMAZIO ITURRIA: lamenteesmaravillosa.com

Un vaso de sangría tiene tantas calorías como tres churros, aunque los kilos de más son la consecuencia menos grave de la ingesta alcohólica

En las dietas, uno de los ‘fijos’ que se caen del menú suele ser el pan, otro es el alcohol. Tenemos, sin embargo, la sensación de que la copa de vino no engorda igual que el bocadillo. Y es cierto, engorda más: 140 calorías frente a las 125 de media barra de pan (sin embutido, claro), tantas como un cruasán grande. El alcohol aporta siete calorías por gramo, así que una cerveza con limón tiene tantas como una pata de cordero; si es sin limón, la equivalencia son dos cucharadas de aceite, y tres churros si nos tomamos un vaso de sangría. Pero ¿no era saludable tomar una caña al día? «Es cierto que la cerveza aporta nutrientes, pero la cantidad es tan pequeña que necesitaríamos beber grandes cantidades para que su aporte jugara algún papel en nuestra alimentación. Para obtener la cantidad diaria recomendada de ácido fólico, necesitaríamos tomar más de tres litros de cerveza al día, y casi cinco litros y medio si nos referimos al potasio. Y, obviamente, jamás recomendaría el consumo de alcohol», explica gráficamente Luis A. Zamora, dietista y miembro fundador de la Sociedad Española de Dietética y Nutrición.

Alcohol y sobrepeso van de la mano, claro que el aporte calórico es el menor de los males derivados de la ingesta abusiva. «Es un tóxico para el cerebro, el corazón y el hígado, tiene una relación muy directa con el cáncer y provoca una adicción muy fuerte, tanto como la heroína», advierte José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón. La Organización Mundial de la Salud advierte de que «es un factor causal en más de doscientas enfermedades y trastornos», al margen de consecuencias económicas y sociales.

«Cuando se deja de beber la mente está más despejada, se saborean mejor los alimentos, tal vez se engorde un poco pero mejora la capacidad de hacer ejercicio físico. Desaparece ese cansancio, las palpitaciones en el pecho, la hinchazón de los tobillos…» Juan Luis Palma (Fundación Española del Corazón)

Así que puede parecer casi una frivolidad enfocarlo desde el punto de vista de los kilos de más. ¿O no tanto? Una de las causas implicadas en el sobrepeso, que afecta al 39% de las personas adultas, según los últimos datos recogidos por la OMS, es precisamente la ingesta de alcohol. Así que, si sirve «como reclamo» para moderar su consumo –mejor eliminar, coinciden todos los especialistas consultados–, bienvenido. Pero ¿cómo es posible que engorde tanto el alcohol?

«Las antocianinas del vino también están en fresas, uvas, ajo…»

Una copa de vino al día es saludable. Se escucha cada vez menos. Menos aún en las consultas. «Eso se ha sustentado en que el vino contiene antocianinas, que realmente son interesantes para el sistema cardiovascular, pero también las encontramos en fresas, frambuesas, moras, granadas, rábanos, zanahorias, remolacha, ajo, uvas, ciruelas, manzanas, berenjenas, cerezas, grosellas…», enumera el dietista Álvaro Vargas. Y pone en números el argumento: «Para que te hagas una idea, la cantidad de polifenoles, entre ellos antocianinas, que contiene una copa de 165 mililitros de vino la encontramos en 24 gramos de nueces o en 25 gramos de chocolate negro o en 80 gramos de arándanos o en una manzana. Así pues, ¿por qué recomendar alcohol? Es como si, para obtener calcio, se aconsejara comer un bollo. ¿Tiene calcio? Sí, porque lleva leche. ¿Es saludable? No, puesto que lleva una cantidad exagerada de azúcares».

Lo explica Judit Soto, médica residente en el Hospital Parc Tauli de Sabadell y divulgadora médico-científica. «Solo aporta etanol, lo que nos da esa ‘energía’, pero no aporta nutrientes. Una fruta tiene azúcar, sí, pero también agua, vitaminas, minerales… En el caso del alcohol son calorías vacías que no sacian».

– De ahí que podamos beber grandes cantidades sin ‘llenarnos’, ¿no?

– Pese a aportar muchísimas calorías, el alcohol ocupa poco volumen. Es como si esas calorías estuviesen ‘apiñadas’ y llegar a 250, por ejemplo, es fácil. Sin embargo, para llegar a esas mismas 250 calorías comiendo solo sandía, por ejemplo, tendríamos que comer media sandía o más. Nos resultaría difícil, ya que, al tratarse de un alimento que aporta fibra, agua…, nos sentiríamos llenos.

Con el alcohol no, porque «tal cual entra, sale». «Un alimento puede estar veinticuatro horas o más en el cuerpo, pero el alcohol pasa muy rápidamente. Inhibe la hormona antidiurética encargada de retener líquido en nuestro cuerpo para no deshidratarnos. Por eso vamos tantas veces al baño cuando bebemos. Y por eso nos duele la cabeza al día siguiente, porque nos deshidrata», ahonda la doctora Soto.

– Si el alcohol se expulsa con la orina tan rápidamente, ¿por qué engorda tanto?

– Porque meas el líquido, pero el cuerpo retiene las calorías. Pasa igual que con el azúcar de un refresco, por ejemplo. Ese azúcar se absorbe tan rápidamente que el páncreas no tiene tiempo de responder bien. Cuando tomamos alcohol, le entra tanta energía a las células de golpe que no les da tiempo a gastarla y la almacenan en forma de grasa. Volviendo al ejemplo de la fruta: aunque tenga azúcar, al aportar también agua y fibra se absorbe más lentamente y las células van quemando poco a poco esa glucosa.

Lo que explica que sea más fácil tomarse cinco vinos seguidos que comer cinco manzanas. De igual manera que podemos comer dos bollos de chocolate uno tras otro pero no dos platos de arroz integral: «Con el arroz o las lentejas lo que haces es darle al cuerpo suficiente combustible para que lo vaya gastando sin acumular y, a la vez, te sientes saciado. El estómago está más rato trabajando y es como si dijera: ‘No metas más comida, que aún tengo tarea’. Mientras que, en el caso de los bollos, se mastican mucho más fácilmente que el arroz y, aunque te llenes momentáneamente, enseguida lo tienes en los pies y te entra el hambre», explica gráficamente la especialista.

‘Holiday heart’ o ese cansancio que uno trae de las vacaciones

Hay personas que vuelven de las vacaciones «cansadas, con síntomas de insuficiencia cardiaca, dificultades respiratorias, tobillos hinchados…». Demasiado para ser una ‘depre’ postvacacional. «Se le conoce como el síndrome del ‘holiday heart’ (corazón festivo) y se refiere a la alta ingesta de alcohol durante el periodo vacacional, que se traduce en esa sintomatología posterior», alerta José Luis Palma (Sociedad Española del Corazón). Algo parecido a lo que le sucede al bebedor de fin de semana, que pasa de la abstinencia entre semana a tomarse diez o doce cervezas en una sola tarde. «Lo mejor es no consumir nada de alcohol. Pero, si se va a hacer, hágase a poquitos, porque el cuerpo no está preparado para metabolizar una botella de vino o diez cervezas de golpe».

INFORMAZIO ITURRIA: elcorreo.com

No hay dos personas iguales ni, aunque lo pueda parecer, tampoco dos penes idénticos. A pesar de que la sociedad ha establecido que únicamente hay un tipo de pene perfecto, lo cierto es que cada uno es un mundo y, para algunos hombres que el suyo no entre dentro de los cánones normativos les genera incluso problemas psicológicos.

La psicóloga y sexóloga Ruth González recalca que las medias de longitud y grosor no son representativas. “Son precisamente eso, medias. Por lo que habrá quienes lo tengan más grande o más pequeño. También están los penes más pequeños en reposo pero que crecen más en erección (pene de sangre) y los que son más grandes en reposo y crecen menos en erección (pene de carne). Pero no hay un modelo estándar universal”, explica.

Tal y como señala la revista especializada Medical News, hay varios criterios para clasificar los distintos tipos de pene: la longitud, el grosor, curvatura (tanto hacia los lados como hacia arriba y hacia abajo). Para González hay otro factor importante: la forma. “Dependiendo de esta, favorecerá más o menos un tipo de posturas. Cada pareja es diferente y por tanto lo mejor es ir probando qué posturas son las más adecuadas y satisfactorias para ambos”, recalca.

Además, la sexóloga Nayara Malnero, del blog Sexperimentando, recuerda que “todos los penes sin importar tamaño o forma son aptos para dar y recibir placer”.

Las sexólogas clasifican en cinco tipos distintos: pene lápiz, pene plátano, pene seta o champiñón, pene cono y pene curvo. Las especialistas recalcan que, a pesar de que hay distintas formas, ninguna de ellas tiene una menor satisfacción sexual que otra.

Pene lápiz

Tal y como señala la sexóloga, este tipo de pene es de los más comunes. “Es uniforme (igual grosor del glande a la base) y fino, por lo que estimula toda la vagina de forma homogénea”, explica González. Para esta experta, este tipo de pene es el propio para el sexo anal, aunque admite cualquier postura.

“Hay que tener cuidado si el pene es muy largo, ya que algunas posturas más profundas pueden resultar molestas o dolorosas durante la penetración vaginal o el sexo oral”, apunta la sexóloga.

Pene plátano

Como su nombre indica, este tipo de falo es similar a una banana, es decir, ancho por su base y estrecho en el glande.

Para Malnero estos penes son perfectos para la masturbación ya que “al ser más gruesos por la parte media del tronco son ideales para agarrarse”.

En cuanto al coito, González señala que, como sucede con otros tipos de pene, “al ser la punta estrecha tiene la ventaja de favorecer la penetración ya que facilita la dilatación tanto vaginal como anal”. “Todas las posturas son buenas, al ser el tronco más grueso favorece la estimulación de los dos primeros tercios de la vagina (que es la zona más sensible) y permite penetraciones profundas al ensancharse en la base”, apunta, aunque señala si es demasiado ancho, en algunos casos, hay que ayudarse con lubricante.

Pene seta o champiñón

Al revés que ocurre con el plátano, la característica de este pene es que tiene el glande de mayor tamaño que el tronco y la base. “Es el pene ideal para el sexo oral si se estimula de forma adecuada el glande”, explica González.

Esto se debe a que, tal y como apunta Malnero, “el glande está dispuesto a recibir placer al sobresalir más fácilmente”.

“La desventaja que puede tener esta forma de pene es que la penetración puede costar más debido a que el glande es más ancho, especialmente en el coito anal que puede resultar más incómodo o doloroso”, detalla González.

Las posturas ideales para este tipo de pene, según González, serían aquellas en las que no se profundice mucho. “Pueden ser ‘el misionero’ o ‘la cuchara’. Además con estas posturas se consigue mayor fricción en caso de que el cuerpo del pene sea muy estrecho”, apunta.

Pene cono

Como su nombre indica, este falo tiene un glande estrecho y un tronco que se va ensanchando hasta la base, como un cono. “Este tipo de penes son ideales para la penetración vaginal porque esta permite ir adaptándose progresivamente de una punta fina a una base más ancha”, explica Malnero.

“Para este tipo de pene las posturas más profundas como son ‘el perrito’, ‘la profunda’, ‘la cowgirl’ o ’el sometido”, detalla González.

La desventaja que puede presentar es que, según González, “si el pene es muy grueso y tiene la base muy ancha hay que tener cuidado con el sexo oral y anal, además de que la penetración se deberá hacer llevando un ritmo más calmado”.

Pene curvo

Dentro de esta clasificación, están todos aquellos penes curvados, bien sea hacia arriba, abajo o los lados. Para Malnero, este tipo de penes han tenido “muy mala fama”, pero pueden ser perfectos para estimular el punto G. “En el caso de los penes garra, con una curvatura más acusada, puede dificultar la penetración, pero todo depende de la postura y la curvatura del pene”, señala Malnero.

“Si la curva es hacia arriba prueba posturas como la de ‘el misionero’ o ‘la profunda’, si está curvado hacia abajo la mejor es ‘el perrito’ y si la curva es hacia un lado otra opción puede ser ’la cuchara”, detalla González.

En el caso del sexo oral, González recuerda que hay que buscar un buen ángulo para que se pueda lograr profundidad. Del mismo modo, para el sexo anal recomienda usar lubricante en caso de que la curva sea muy marcada.

Generalmente, esta curvatura suele ser meramente estética, pero González recuerda que si hay dolor y la curvatura es muy significativa “hay que acudir al urólogo porque podría tratarse de la enfermedad de Peyronie, en la cual se forma tejido cicatrizal en el pene que causa estos síntomas”.

Qué hacer si es “demasiado grande”

Más allá del complejo del “pene pequeño” con el que se ha asociado erróneamente la masculinidad o la falta de ella, también hay hombres que tienen problemas para mantener relaciones con penetración debido a que su falo es “demasiado grande”. Aquí, aunque haya posturas específicas, el lubricante puede ser el mejor aliado.

“Si la pareja es mujer, esta debe estar relajada y excitada para que la vagina lubrique y dilate por lo que es importante alargar las prácticas anteriores a la penetración”, explica González. En el caso de que el problema no sea el grosor si no la longitud, la sexóloga señala que también puede haber molestias.

“Si el pene es muy largo puede llegar al fondo de la vagina tocando el cuello del útero y esto causarnos molestias. Se pueden hacer posturas en las que la penetración no sea muy profunda y la mujer tenga el control: ‘el misionero con los muslos apretados’, ‘la cuchara’, ‘la cuchara invertida’, ‘la vaquera’, ’el sometido”, detalla.

Para casos más extremos, la experta explica que hay cojines con forma de rosquilla —como el que utilizaba Fernando VII— “que se utilizan para hacer de tope durante la penetración” o, en su defecto, utilizar una toalla pequeña o trapo enrollado alrededor del pene. “Si hay dolor o dificultad de erección hay que acudir a un especialista”, detalla.

La aceptación y el adiós al falocentrismo

Al igual que las vulvas, los penes son distintos y ni su tamaño ni su forma se tienen que adaptar a ningún canon. Además, tal y como apuntan las especialistas, también se debe romper el tabú que asocia al falo con la satisfacción sexual o con que la penetración sea el centro de las relaciones sexuales.

“Hay que aprender que los genitales (y sobre todo el pene) no son el centro de la relación sexual, que no vas a ser más o menos hombre por cómo sea tu pene y que el coito es una práctica más pero no tiene por qué ser la principal”, explica González.

“Se pueden realizar prácticas sexuales en las que el coito no sea el centro de atención, en las que el hombre vea que es capaz de darle placer a su pareja sin necesidad de utilizar el pene y por tanto no es el órgano principal para la satisfacción sexual ni el responsable de la calidad de la relación sexual. Masturbación mutua, sexo oral, caricias compartidas, besos, lametones, etc”, detalla la sexóloga. “Además, en el caso de las mujeres disfrutamos mucho esos modelos en los que no se da tanta importancia al coito ya que el clítoris se encuentra fuera de la vagina”, explica.

La especialista también recuerda que la comunicación en la pareja es fundamental y que se deben evitar cualquier tipo de comentario que pueda herir a la pareja.

Si aun así los problemas persisten, las expertas recalcan la importancia de ir a terapia, algo poco frecuente en las personas con pene por este motivo. “Suelen acudir más por dificultades de erección y control de la eyaculación. Cada vez son más los hombres que se animan a venir a consulta, sin embargo en muchas ocasiones esperan mucho tiempo en pedir ayuda.”, señala.

La conclusión es clara: todos los cuerpos sirven para dar y recibir placer. Ya sea cono, curvo, tipo plátano o tipo lápiz, es igualmente válido. Basta hablar y buscar la postura adecuada.

INFORMAZIO ITURRIA: huffingtonpost.es

El consumo elevado de alcohol puede afectar al sistema inmunitario.

Corría diciembre de 2020, cuando arrancaban las campañas de vacunación en todo el mundo, y saltaba una inesperada alarma: Rusia obligaba a los vacunados a no mezclar alcohol y Sputnik: “”Ni antes, ni después, ni durante. Simplemente, nunca y en ningún caso”, decía taxativamente Anna Popova, jefa sanitaria rusa. La ola de indignación llegaba hasta Europa y saltaba entonces la gran pregunta: ¿se puede beber alcohol después de vacunarse?

Advierte la Sociedad Española de Inmunología de que “el consumo de alcoholes destilados y drogas tiene efecto inmunosupresor, con unos mecanismos muy parecidos a los que se producen en situación de depresión o estrés”. “Hasta hace poco se indicaba que la ingesta moderada de vino o cerveza podría ser inmunosaludable”, continúa el documento, “debemos aquí negarlo y distinguir que un placer durante una comida no lo debemos identificar como saludable: que no afecte negativamente al sistema inmunitario no es sinónimo de salud (hay muchos efectos secundarios muy dañinos)”.

En este sentido se pronunciaba igualmente el pasado enero la doctora británica Ronx Ikharia en un documental de la BBC en el que tomaban muestras de sangre antes y después de beber tres vasos de prosecco. Tras la ingesta de alcohol, los niveles de linfocitos descendían a la mitad, afectando así al sistema inmunitario.

En el mismo documental, la profesora Sheena Cruickshank, de la Universidad de Manchester, advertía: “Es necesario que su sistema inmunológico funcione al máximo para tener una buena respuesta a la vacuna, por lo que si bebe la noche anterior o después de vacunarse, eso no ayudará”.

A finales de abril, la directora del Centro de Investigación de Virus de la Universidad de CaliforniaIlhem Messaoudi hablaba en el mismo sentido en el New York Times: “Si realmente eres un bebedor moderado, no hay riesgo de tomar una copa en el momento de la vacuna”, decía, “pero hay que ser muy consciente de lo que significa realmente beber con moderación. Es peligroso beber grandes cantidades de alcohol porque los efectos en todos los sistemas biológicos, incluido el sistema inmunitario, son bastante graves y se producen con bastante rapidez una vez que se sale de esa zona moderada”.

En los ensayos clínicos de las vacunas que se administran ahora mismo en Europa no se especifica nada en relación con el consumo de alcohol, así que la norma parece ser: sí, se puede beber tras la vacuna, pero siempre con moderación.

INFORMAZIO ITURRIA: elmundo.es

Sexualki aktibo diren askok galdera hori egiten diote maiz bere buruari. Sexua jarduera atsegin eta lasaigarrienetako bat da. Baina, aldi berean, badu antsietate-arrisku puntu bat ere. Hori, hein handi batean, bikoteka egin ohi den zerbait delako jazotzen da eta, beraz, norberaren gogobetetasuna ez ezik, gure bikotekidearen gogobetetasuna ere sartzen da jokoan.

Horrek, ezinbestean, goialdean azaltzen den galderara eramaten gaitu: ona al naiz ohean? Hots, nire bikotekidea behar bezala edo nahiko asetzen al dut?

Segur aski, zuk zeuk ere galdera hori egin diozu zure buruari noizbait. Zoritxarrez, sexuari dagokionez, sarritan kikil sentitzen garenez, ez gara ausartzen gure bikotekideari galdera hori egiten. Galdera horren erantzuna izan diezaiokegun beldurra irrazionala ere izan daiteke.

Seinaleak

Dena den, ez duzu zertan kezkatu behar. Izan ere, badira ohean ona zarela adieraz diezazuketen zenbait seinale. Jarraian, horietako batzuk zerrendatzen dizkizuegu.

Eskuzabala zara. Eskuzabaltasuna maitale on baten ezaugarri bereizgarrietako bat da. Jakin nahi duzu zergatik? Bada, ohean ematea jasotzea bezain garrantzitsua delako. Maitale on batek ez du soilik bere gogobetetze pertsonala bilatzen; ostera, bikotekideari behar dituen sentsazioak ematen saiatzen da, gogobetetasun osoa lor dezan.

Ondo musukatzen duzu. Musuak plazer-iturritzat har daitezke eta, gainera, sexu-harremanen atariko izan ohi dira. Alde horretatik, musukatzen ona bazara, litekeena da ohean ere ona izatea. Izan ere, ezpainek nerbio-bukaera ugari dituzte eta, horri esker, musu baten bidez sentsazio gozagarri asko transmiti ditzakezu.

Segurtasun osoa duzu zure buruarengan. Autoestimu ona izatea eta norberaren buruarengan segurtasuna izatea da ohean ona zarela adierazten duen seinaletako bat. Zure buruarekin eta gorputzarekin ondo sentitzen bazara zure bikotekideak ere modu horretan ikusten zaituela pentsatuko duzu. Zalantza horiek gabe, zure arreta sexu-harremanean eta bikotekidearen gozamenean jar dezakezu.

Ez zara gauza berriak probatzearen beldur. Puntu honek lotura zuzena du aurrekoarekin. Zure buruarengan segurtasuna baduzu, normalean, ez zara gauza berriak probatzearen beldur izango: posizio berriak, sexu-jostailuak… Normalean, pertsona irekiek ez dute inolako eragozpenik esperimentatzeko. Pertsona irekia zarela uste duzu? Hala bada, bide luzea egin duzula esan diezazukegu; izan ere, seguru asko, ez duzu eragozpenik izango zure bikotekideak, zuen harremana aberasteko, beste zerbait probatzea proposatzen badizu.

Zure gorputza ondo ezagutzen duzu. Ohean ona izan nahi baduzu, lehenik eta behin intimitatean nolakoa zaren jakin beharko duzu. Horrek esan nahi du jakin beharko duzula zer duzun gustuko eta zein bidetatik iristen zaren orgasmora. Ezagutza horrek zure sexualitateaz gozatzea ahalbidetuko dizu eta, neurri berean, zure bikotekideari klimaxera eramango duen plazara eman ahal izango diozu. Eskuzabala izateaz gain, garrantzitsua da zure bikotekideari zer nahi duzun eta zer duzun gustuko azaltzea. Modu horretan, zure bikotekideak orgasmora iristeko behar duzun hori eskaini ahal izango dizu eta, horrek ere, ohean ona egiten zaitu.

Azken seinale bat… Intimitateak estres-maila bat dakar bere baitan. Azken finean, ohean egiten dugun horretan beste pertsona baten iritziak eragiten du beti. Eta horrek zalantzak sor ditzake. Hori beti izango da hor, baina bada ohean ona zaren ala ez adierazten duen behin betiko seinale bat. Jaki goxo bat dastatzen duzunean, berriro jateko gogoa sentitzen duzu, ezta? Bada, gauza bera gertatzen da sexu-harremanekin. Pertsona bat ohean oso ona den norbaitekin dagoenean, esperientzia errepikatu nahiko du ezinbestean.

Garrantzitsuena da ez uztea zalantzek edo beldurrek sexua bezain esperientzia atseginaz gozatzea eragozten. Izan konfiantza zeure buruarengan eta ikas ezazu zure burua ezagutzen.

INFORMAZIO ITURRIA: gazteberri.eus

Se trata del último ‘boom’ cosmético. ¿Por qué en belleza nos gustan tanto los ingredientes exóticos?

Nos dicen cannabis y en nuestra mente se dibuja una nube de humo fragante, un porro y, si se ha fumado alguna vez, el recuerdo de una dicharachera placidez. Lo que viene siendo un colocón, vaya, sin más poesía. Eso, al menos, para la gente que sólo conoce su uso más tradicional y extendido, el recreativo. Aunque, ahora mismo, ya empieza a haber muchos ‘consumidores’ que nunca se han fumado un petardo –peta, chirri, leño, canuto, flai, mai– pero sí se han aplicado cáñamo para estar más guapos, sobre todo para mejorar el estado de su piel. Porque uno de sus activos principales, el CBD, se ha convertido en el último ‘boom’ cosmético y es utilizado tanto por pequeñas marcas como por grandes firmas.

¿A que en los últimos tiempos hemos visto todos cómo la vistosa hojita verde de la marihuana aparece en botes de maquillaje, cremas antiedad, lociones corporales, champús, mascarillas, aceites para masajes y todo tipo de productos? Sí, ha dejado de ser un símbolo de hippies y rastafaris. Hasta a nuestras abuelas les gusta ya el cannabis… aunque sea para el cutis. Y, no, no van a pillar ningún colocón por echarse un contorno de ojos del llamado nuevo ‘oro verde’. ¿Por qué? La marihuana que se fuma es la que tiene cierta cantidad (al menos un 0,2%) de THC, la sustancia que produce efectos psicotrópicos. Cuando no llega a esa concentración, se le suele llamar simplemente ‘hemp’ (en inglés) o cáñamo y estamos hablando de variedades que no tienen usos ‘festivos’, pero sí mucho cannabidiol (CBD), una sustancia legal y que no coloca.

Hidratante y antiinflamatorio

¿Y tiene virtudes para nuestra piel? Veámoslo desde el punto de vista puramente biológico. «Diversas investigaciones demuestran que tiene un efecto cosmético para el cuidado de la piel –explica Julio Rodríguez, biólogo molecular y divulgador científico–. Los estudios clínicos preliminares y de laboratorio sugieren que los cannabinoides tópicos (principalmente cannabidiol o CBD) tienen ácidos grasos que pueden ser beneficiosos para el tratamiento del acné y para el rejuvenecimiento por su efecto hidratante y antiinflamatorio».

Es decir, sí, tiene propiedades beneficiosas, pero como otras muchas especies del reino vegetal. La ventaja del cannabis es que queda sofisticado y conserva aún cierto halo de transgresión. Cuando hablamos de cosmética, todo suma. Todo vende. Julián Conejo-Mir, catedrático de Dermatología y especialista en el hospital sevillano Virgen del Rocío, afirma que el boom del cannabis en cosmética entra dentro de una tendencia «que se inició hace tres o cuatro años, cuando esta industria se fijó en el reino vegetal» por ‘necesidad’. Desde el año 2000, los cosméticos habían empezado a ‘adornarse’ con más aditivos, algunos muy potentes, como el ácido retinoico y la vitamina C, que hoy siguen siendo las sustancias más ‘respetadas’ por dermatólogos debido a sus propiedades –estas bien documentadas– para mejorar la calidad de la piel.

Pero estos activos son potentes –«casi medicamentosos», apunta Conejo-Mir– y causan alergias o irritaciones en algunas pieles sensibles. «Así que la industria cosmética dio un giro hacia aditivos que no le complicasen la vida y miró hacia el reino vegetal y los extractos de plantas: lavanda, azahar, rosa, piña, papaya, algodón… La lista es interminable», enumera el catedrático. Llegamos así hasta el cannabis, que hoy encabeza este ránking. «Tenía mala prensa por todo lo que rodeaba a la droga y su submundo, pero ahora la industria cosmética le ha lavado la cara y ha resaltado su parte buena: que tiene omega 3 y omega 6 y cierto efecto antiinflamatorio… ¡Pero también lo tiene el aceite de borraja!», señala Conejo-Mir, quien subraya que hay que diferenciar entre cosmética (que define como «el arte de adornar, hacer que la piel esté más bonita, suave y brillante») y cosmeceútica (una rama donde ya se explotan sustancias con capacidad biológica para hidratar o hacer crecer fibras de colágeno, por ejemplo). A su juicio, el CBD –mezclado con buenos excipientes, un terreno en el que se ha avanzado mucho– puede ser cosméticamente competente y mejorar el aspecto de la piel en el sentido de que con él se reponen lípidos, «pero a día de hoy no cuenta con un aval científico».

¿Y qué se aplica en la cara él, un reputado dermatólogo con 35 años de experiencia y un currículum brillante? «Agua fresca y protección solar, no tengo tiempo de mucho más», sentencia el catedrático, quien, no obstante, quiere dejar clara una cosa: «A lo largo de mi carrera he podido comprobar que quien tiene el hábito de cuidarse la cara con cremas, y el precio da más o menos igual, tiene la piel mejor». Es decir, no es un detractor de la cosmética. Para nada. «Es una industria que tiene un gran nivel de investigación detrás y que mueve ya más millones que el sector del armamento. Y para mí tiene mucho de magia, de prestidigitación… ¡no de engañar, ojo!». Aunque, bueno, apunta algunas salvedades: «En algunas publicidades han llegado a decir de una crema que ‘es mejor que el sexo’ o que ‘quita las arrugas en siete días’. Y eso ya…»

Veneno de serpiente, oro, caviar, extracto de perlas… Cuánto más raro, ¿mejor?

En cosmética no ocurre como pasa con los medicamentos. Cuando se lanza un producto al mercado, la firma que lo fabrica no necesita presentar su receta real y pormenorizada a un órgano regulador. Sí que se le pide cierta información, pero muy básica. Por tanto, la concentración de algunos de sus aditivos es, muchas veces, ínfima, la justa para cumplir el expediente. Ahí están los cosméticos con ingredientes exóticos como veneno de serpiente, baba de caracol, flores de lugares remotos, caviar, oro, extracto de perlas… «Como mucho, esos productos tendrán algún componente que también está presente en el aditivo que anuncian», indica el catedrático Julián Conejo-Mir. Como mucho, recalca.

Lo cierto es que la industria cosmética tiene que estar reinventándose continuamente, las ventas van en ello. Y, cuanto más ‘raro’ es el reclamo, más sensación de ‘milagro’, que es un poco lo que todos buscamos cuando adquirimos productos para mejorar nuestro aspecto y luchar contra lo imbatible: el paso del tiempo. «Ya los egipcios tenían una industria cosmética maravillosa, espectacular, con aceites de incienso y azahar…», apunta el dermatólogo. Es decir, que los humanos llevamos siglos buscando el elixir de la eterna juventud y la perfección. Aunque sea en las cosas más raras. Por ejemplo, las mujeres japonesas han utilizado tradicionalmente excrementos de ruiseñor en el rostro, ya que contiene guanina, una sustancia que, convertida en mascarilla y mezclada con otros ingredientes, aclara la piel y desinflama.

«En Estados Unidos hay un boom del CBD»

Los productos derivados del cáñamo han tenido que lidiar siempre con la ley por el uso recreativo del cannabis. Pero. a medida que se ha ido extendiendo su empleo para otros fines y que se han cultivado nuevas variedades y aprovechado sus sustancias no psicoactivas, va abriéndose puertas. «En EE UU se usa mucho ya para elaborar fibras, para la construcción, como aislante, en el sector bioenergético…», repasa Joseba del Valle, coordinador de la Fundación Renovatio, que se centra en la divulgación y estudio del cannabis y sus posibilidades. También organiza las algunas de las principales ferias de España centradas en el producto y el Foro Social Internacional del Cannabis, donde expertos de todo el mundo tratan sobre su uso recreativo, medicinal, cosmético… y donde piden cambios en la legislación para regularizar su consumo en todos los campos.

De hecho, en el Hemp Business Day, celebrado hace dos años –la pandemia ha parado las ediciones de 2020 y 2021–, se vio que era un sector en plena expansión. Y ha empezado por Estados Unidos. «Allí, donde también trabajamos, hay 26 estados donde el CBD está regulado para uso medicinal y recreativo (no para ‘colocarse’, pero sí como ansiolítico, vapeado o tomado como comestible). Hay un boom. Y el resto de estados, en la legislatura Biden, van hacia ese camino. El mercado de estos productos ha crecido un 300%. Y todo hace pensar que los cambios también llegarán a Europa», apunta. De momento, para cultivar cáñamo a nivel industrial en España hace falta licencia de Agricultura, pero sólo se pueden obtener fibra o semillas, de donde se saca el aceite para cosmética. Normalmente, se mezcla una pequeña cantidad con otro aceite vegetal, de coco o girasol.

INFORMAZIO ITURRIA: elcorreo.com

Internet está cambiando la forma de comunicarnos, pero también de comportarnos e incluso de construir nuestra propia identidad en el marco digital.

“Las redes sociales no muestran nuestra verdadera apariencia, sino aquello que queremos que la gente vea de nosotros. Los filtros de Instagram son solo una capa más dentro de esta realidad paralela”, explica Anna de 21 años, quien afirma que antes de subir una fotografía de su cara a las instastories, tiene que añadirle un filtro sí o sí.

Instagram lanzó su propio catálogo de filtros en la primavera del 2017 en un intento de competir con Snapchat que, por aquel entonces, era la única red social que nos permitía hablar a cámara con rasgos caninos o vomitando un arco iris. Sin embargo, aquella inocente toma de contacto con la irrealidad, poco a poco, se ha ido convirtiendo en el código de comunicación que domina el contenido efímero. Lo que comenzó siendo un coqueteo con una corona de flores o unas orejas de conejo va camino de convertirse en un canon estético más que nos aleja de aceptarnos reales e imperfectos.

“¿Que por qué recurro a los filtros? Básicamente, porque me veo más guapa. Me gusta utilizar aquellos que simulan algún arreglo estético o un tipo de maquillaje concreto. Como normalmente no me maquillo mucho, utilizo los filtros para no subir una foto a cara lavada porque me veo horrorosa y siempre pienso que más de una persona me juzgaría”, relata María de 27 años.

De manera similar, Teresa, de 28, reconoce que,a día de hoy está tan acostumbrada a utilizar filtros en sus fotografías que se sentiría muy insegura si subiese una instantánea sin ellos. Eso sí, en su caso particular, establece una línea roja respecto a los filtros que simulan operaciones estéticas y sólo se decanta por aquellos que mejoran ligeramente su aspecto: “Utilizo los filtros que me ayudan a suavizar la piel. Es decir, esos con los que mi cara sigue siendo la misma, pero donde salgo con menos ojeras, manchas o granos”, subraya.

El auge de los filtros y la penetración de estos en las stories de los usuarios a los que seguimos viró hacia la perfección y la belleza irreal cuando el verano de 2018 Kyle Jenner lanzó su propia máscara de realidad virtual. Este filtro te permitía hacerte un selfie o hablar a cámara con la piel más lisa, los ojos maquillados y unos labios más voluminosos. De repente, como si se tratase de un espejo mágico, Instagram nos devolvía una imagen perfecta de nosotras mismas. Una versión mejorada por inteligencia artificial que a pesar de ser totalmente irreal y difuminar nuestros rasgos, encajaba en la idea de perfección promovida por los cánones de belleza imperantes.

“Recuerdo que hace unos años no usábamos tanto los filtros. Creo que hoy por hoy se nos está yendo un poco de las manos porque al final los filtros difuminan nuestra verdadera apariencia. De hecho, ahora, lo que más me llama la atención (y también me da un poquito de envidia) son aquellas personas que se atreven a subir fotografías de su cara sin ningún tipo retoque a Instagram”, añade Teresa.

Al igual que les sucede a Teresa y a María, Anna también reconoce cierta dependencia a la hora de mostrar su imagen en redes sociales. A pesar de aceptar su propio físico, la inercia hacia la perfección en la que se mueve el relato en redes termina abocándola a los filtros: “Creo que la gran diferencia respecto al pasado reside en que ahora, siempre me hago las fotos con filtros. No es que me vea fea sin ellos, es que inconscientemente ya no me doy la opción de no hacerlo” y añade que, a su vez, le fascina la diferencia que inconscientemente hacemos entre stories feed. “Mientras tengo normalizadísimo ver selfies todo el rato con el efecto de Kendall y Kylie Jenner en las instastories, ver lo mismo en la feed me parece incluso antinatural”.

Anécdotas como las anteriores ejemplifican que internet está cambiando no sólo la forma de comunicarnos, sino también de comportarnos e incluso de construir nuestra propia identidad en el marco digital. El auge y la expansión de los filtros ha llegado incluso a despertar el interés de la ciencia. En septiembre de 2019, la Universidad John Hopkins publicaba los resultados de un estudio que relacionaba directamente el uso de redes sociales y aplicaciones de retoque fotográfico con la predisposición a la cirugía estética.

Aunque la investigación se llevó a cabo hace casi ya tres años, algunas de las conclusiones pueden resultar interesantes de cara a valorar el contexto actual donde los filtros están mucho más presentes que en el 2019. Así, de un total de 260 participantes con una edad media de 24 años, solamente el 13% utilizaban las aplicaciones de retoque fotográfico como VSCO Cam o Photoshop para mejorar su aspecto físico. Sin embargo, fue precisamente ese 13% el grupo que más aceptación presentó respecto a la cirugía estética.

Una realidad confirmada también por la Sociedad Española de Cirugía Plástica y Estética que, tras realizar una encuesta entre sus cirujanos, observaron que el 10% de los pacientes interesados en cambiar su aspecto físico lo hacen influenciados por la imagen que obtienen de sí mismos en un selfie. Según recoge la propia web la entidad médica, “1 de cada 10 pacientes recurre a un cirujano plástico influido por la difusión masiva de imágenes de sí mismo y la consiguiente opinión de otras personas sobre ellas”.

Sara Villoria, psicóloga y creadora de Psicología Riot, explica que los filtros en sí mismos no resultan un problema y señala directamente a las máscaras creadas para modificar nuestro aspecto físico y devolvernos una imagen más canónica: “Los filtros de belleza”, o como creo que podríamos llamarlos, “filtros del canon de belleza” son en realidad efectos, generalmente dirigidos a mujeres, creados para modificar nuestro rostro y aspecto físico, ciñéndose a todas esas características que conforman lo que socialmente se ha construido como bello (pero también como válido y adecuado). Esto hace que resulte casi inevitable que aquello en lo que nos transforma pueda sentirse “como una mejor versión” de nosotras mismas y derivar, por tanto, en que creamos que nuestra apariencia real es peor. Manejarse posteriormente con esas sensaciones y percepciones de una misma puede no ser nada fácil en nuestro mundo, donde la opresión de las mujeres a través de la belleza está a la orden del día”, explica.

En esta línea, hace tan sólo unas semanas, la periodista Elena Rue denunciaba en redes sociales las consecuencias psicológicas del uso y el abuso de los filtros estéticos. Basándose en su propia experiencia, Elena hablaba de lo peligroso que puede llegar a ser que “en tan sólo tres minutos una aplicación móvil tenga la capacidad de borrar todas las irregularidades” que genera un problema cutáneo como la dermatitis que actualmente ella misma padece: “La magia no existe y no hay filtro belleza para la vida real. No es sano compararme con una versión de mí que no existe. No es sano que para sentirme, ya no bien, sino aceptable, tenga que editar por completo cómo se ve mi piel en realidad. Sobre todo porque me estoy diciendo a mí misma que la versión real de mí no es suficientemente buena ni para mí ni para mostrarla a los demás. Ni mi piel ni la de nadie necesita un filtro belleza para verse bien, lo que necesitamos es acabar con unos cánones de belleza tan jodidamente irreales que nos hacen verla mal”, opinó.

Una postura con la que de alguna manera coincide la psicóloga Sara Villoria: “La vida y lo real nada tienen de perfecto. Adaptarse a las reglas del juego que imperan en las redes sociales, es decir, obligarnos a mostrar de manera constante una imagen procesada de nosotras mismas, además de ser tremendamente agotador puede generarnos la falsa ilusión de que la vida y los demás son eso, cuando en realidad somos diversas, asimétricas, variables e imperfectas”, subraya y añade que “aun así, es difícil escapar de estos aprendizajes de género y del deseo de querer encajar ante a la mirada de los otros. Nos lo han enseñado desde muy pequeñas y esta idea se ha visto reforzada a través de las imágenes, las historias y los productos que consumimos involuntariamente en la moda, publicidad, etc”.

Sin embargo, aunque la mayoría de testimonios en relación con los filtros son relatados por mujeres, algunos hombres también sufren la dependencia que pueden llegar a despertar estos recursos digitales. Este es el caso de Jesús, de 28 años: “Aunque al principio los usaba muy poco o elegía solamente los que eran en plan gracioso, ahora los uso a todas horas. Creo que cada vez estamos más acostumbrados a vernos con filtros y ahora lo raro es ver a alguien sin ellos. Yo mismo estoy tan habituado a mi cara con filtro que, a veces, no me veo bien en las fotos normales que me hago con la cámara. Algo que antes no me pasaba”, comenta y añade que “la perfección que vemos todo el tiempo en Instagram sólo es alcanzable a través de esos filtros”.

Por último, Marco, también de 28 años, confiesa que utiliza los filtros para expresarse de forma diferente en sus redes sociales. En la feed de su Instagram podemos ver una fotografía donde Ibai Llanos aparece abrazándole gracias a la inteligencia artificial u otra donde recurre a un filtro de emojis tristes que le permite trasladar en un solo selfie la pena que siente al volver de sus vacaciones de verano.

Así, en su caso particular y a diferencia de Jesús, no existe una dependencia como tal a los filtros estéticos, un recurso al que casi ni acude: “Utilizo los filtros de Instagram porque me parecen graciosos. Subo stories y fotos con y sin filtro indistintamente. En todo caso diría que el 90% del contenido que subo es sin filtros. Sin embargo, sí percibo que hay cada vez más gente incómoda con su propia imagen que recurre a ellos para ocultar pequeñas inseguridades”, apunta y añade que, desde su punto de vista “el uso de los filtros no está vinculado al género. Yo lo veo como algo personal, relacionado con la imagen que cada uno de nosotros quiere proyectar al mundo. Se me ocurren pocas cosas mejores que subir una foto con un Ibai Llanos gigante abrazándote”, matiza.

“Más que decidir si deberíamos o no usar los filtros deberíamos reflexionar acerca del posible impacto que el uso de estos efectos puede tener sobre nosotros. Respondernos “sin filtro” a estas preguntas puede llevarnos a tomar una postura más beneficiosa con nuestra autoestima, ayudarnos a elegir qué uso queremos hacer de las redes sociales y qué trato nos vamos a dar dentro de ellas”, concluye la psicóloga Sara Villoria.

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