¿Es normal tener relaciones todos los días?, ¿es normal masturbarse cuando se tiene pareja?, ¿es normal que te gusten las personas de tu mismo sexo?, ¿es normal no alcanzar el clímax al unísono?, ¿es normal que ella no tenga orgasmos mediante penetración y tengamos que ayudarnos con la mano?, ¿es normal que él eyacule siempre el primero?, ¿es normal…?. Los profesionales de la Sexología escuchan a diario preguntas de este tipo. De hecho podría decirse que la pregunta más frecuente es saber si esto o aquello es normal.
A menudo detrás de ésta pregunta aparece nuestra necesidad de «obtener permiso». Que sea otro quien me autorice mi propia vivencia erótica. Que desde fuera regulen nuestro encuentro amatorio. Que nos aclaren si estamos dentro o fuera de los estándares.
En sentido contrario, a veces decimos «esto es anormal» para descalificar aquello que no nos permitimos, que desconocemos, que no hemos experimentado o que simplemente no nos gusta.
En ocasiones revela también la necesidad de conocer unas normas que suponemos existen. Tratamos de resolver nuestros propios miedos e inseguridades personales a base de conocer – para luego cumplir o transgredir- supuestas normas, cualesquiera que éstas sean. Tras la pregunta ¿qué es lo normal? suele esconderse la pregunta ¿cuáles son las normas?, ¿qué es lo que se supone debo de hacer?. De ese modo, sin saberlo, recorremos el escaso trecho que hay desde la normalidad hasta la normatividad.
La intimidad la construimos desde nosotros mismos, codo a codo con quienes la compartimos. La vamos descubriendo a costa de inseguridades y de complicidades con el otro. Y para recorrer este territorio, he ahí lo maravilloso, ¡no hay mapas! Para los amantes no hay caminos. Se hacen… verso a verso, golpe a golpe, paso a paso, roce a roce,… al andar. O sea, al amar(se).
Existe una demanda social de mapas (de normas, de criterios, de regulaciones) que ha generado su correspondiente oferta de etiquetas, de decálogos, de códigos, de fórmulas.
Unos compran y otros venden; y al revés, unos venden y otros compran. Unos preguntan qué es normal y otros contestan desde su normalidad. Poniendo, proponiendo, exponiendo, imponiendo anormales normas.
Es deseable no participar en este mercadeo de «recetas» sobre todo por no colaborar en el asentamiento de ideas estereotipadas de la sexualidad que no se corresponden con la riqueza, la diversidad y la complejidad de la realidad sexual misma.
CUANDO TE PREGUNTES SI ES NORMAL, SÉ SINCERO Y HALLARÁS TU PROPIA RESPUESTA. PERO OJO!!! TU NORMALIDAD SÓLO TE SIRVE A TI.
En cuestión de gustos no hay nada escrito. A los Masai les gusta que las encías y la lengua sean oscuras. A los sirios les encantan los entrecejos poblados. A los Mongo, que falten las cejas y las pestañas. A los Ila, los ombligos protuberantes. A los Tiv, las pantorrillas gruesas. A los Zande y los Ganda los pechos caídos. A los Hotentote, las nalgas gigantes. A los chinos, los pies pequeños. A los habitantes de Isla de Pascua, el clítoris grande. A los nativos de las Marquesas, el pubis liso. A los Venda, los isleños de Truk, los Ponape, los Tonga y los Dahomey, los labios menores grandes. En cada una de estas culturas hacen lo que pueden para gustar; y cada una de ellas ha desarrollado sus trucos. Por cierto: todos ellos se ríen de nosotros cuando saben que por aquí nos depilamos, nos tostamos al sol o nos operamos la cara o los pechos para resultar más atractivos.
Qué cosas… Para los Tonga sudafricanos el beso es un acto repulsivo. Unos padres Tonga jamás permitirían que sus hijos pequeños viesen películas de besos. Mucho peor si son besos con lengua. Esos mismos padres no se sentirían tan preocupados si en la película apareciesen solamente desnudos y penetraciones. La boca también les parece demasiado sucia para usarla con los genitales…
Despejada la incógnita de la normalidad en la Sexualidad… puedes continuar en el Apartado ¿Y SI ME ATRAEN PERSONAS DE MI MISMO SEXO?